Capítulo 3

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Hoy era un día gris, aunque intenté ponerle onda ya nada parecía importarme.

Hoy había venido a capital para ir a la academia, el viaje había sido un poco largo, pero era lo que menos me importaba en este minuto.

Estudiaba aquí los diferentes tipos de danza, era la mejor carrera que podía haber elegido.

Llevaba un buzo gris con un pantalón grande del mismo color, y un rodete algo desordenado que según mi mamá me había quedado lindo, pero esa información no podía valerme menos.

Hoy tenía que ir a la academia de danza, pero no para hacer lo que más me gusta, sino para despedirme y decirle adiós a la gran oportunidad que había logrado luego de 4 años de arduo esfuerzo.

Me decepcionó no tener ningún plan para al menos quedarme unos días, hacer la presentación e irme.

Y lo peor es que con Thomas no me hablaba desde la última vez que hablábamos, y lo necesitaba tanto en este momento, pero ninguno de los dos daba el brazo a torcer.

Y no se si me dolía, me enojaba, o simplemente me aliviaba.

De no tener personas que bajen el ánimo, ya que mis papás ocupaban ese rol.

No hacía nada bien, ni siquiera puedo mantener una amistad luego de todo el estrés de la mudanza,

Ya a este punto, hasta que costaba sentir.

De alguna manera la comida está siendo mi mayor aliada, me ayuda cuando no estoy muy bien y quiero subirme el ánimo.

Pero también es mi mayor enemiga.

La comida debería ser tu motor, que te aporte energía para hacer las cosas.

Pero en mi caso, no lo es.

Suelo comer mucho en días, y después estoy días sin comer absolutamente nada, por la culpabilidad de los días que comí sin importarme las calorías o que pueda subir de peso y que mis padres lo noten.

Y por ende había dejado mi cuerpo atlético y tenía uno más como había dicho mi madre que me había puesto mal, desnutrida.

Por un lado me alegré de no verme hinchada, pero desnutrida, ¿Es lo que yo quiero?.

Hace varios días que no me miro al espejo, por el miedo de lo que veré en el reflejo, o los pensamientos que me ahogarán tal vez.

No sabía lo que quería, nada en mi vida.

Cuando llegué a la academia, un edificio alto de unos veinte pisos, repleto de vidrio, un lindo recuerdo de la primera vez que vine, me resultó intimidante, pero ahora lo único que veo es que será mi última vez cruzando esta puerta.

Si, hoy no es mi día.

Entré al edificio y saludé a la chica que estaba de secretaría para la gente que se venía a anotar o tenían dudas en donde deberían dirigirse.

Natalia creo que se llamaba, es simpática, siempre me sonríe cuando pasaba por su escritorio y eso lograba ponerme de mejor humor del que ya tenía.

Siempre ensayaba en el piso trece, en ese en concreto bailaba más el estilo urbano.

Me fui en ascensor por la comodidad y además que apenas había dormido anoche—por el insomnio—por ende mis energías no eran las mejores.

Fui directamente a la oficina de mi profesora, Perla, una chica ya a mediados de los treinta pero que parecía mínimamente de veinticuatro , me agradaba por que siempre fue comprensiva y lo mejor, enseña bien.

Como debería hacerlo cualquier profesor pero que no todos tenían el toque para hacerlo.

—Luana—me dijo al verme asomada a su puerta que siempre estaba abierta—Pasa, pasa.

Un novio por accidenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora