6

1.7K 58 0
                                    

Era el cumple de tu esposo y vos estabas nerviosa por el regalo que tenías para darle.

Habían compartido más de quince de estos días especiales juntos, desde que eran unos jóvenes adolescentes de unos diecisiete hasta el presente, cuando Lionel estaba celebrando sus cuarenta y dos años.

Los recuerdos de todos esos cumpleaños que celebraron juntos se agolpaban en tu mente, desde las fiestas improvisadas en ambas casas de la infancia hasta las cenas más formales y borracheras en años más recientes. Pero este año fue especial.

La pandemia los había atrapado durante meses, impidiendo regresar al país como habían planeado.

El COVID-19 los había obligado a adaptarse a una nueva realidad. A pesar de las dificultades, ninguno de los dos había dejado de trabajar.

Él se ocupó de perfeccionar su trabajo como director técnico, buscando maneras de innovar incluso en medio de la adversidad. Su dedicación y pasión era lo que los iba a llevar tan alto en algún futuro.

Mientras tanto, vos te adaptaste a la nueva normalidad, llevando a cabo tus citas con pacientes a través de reuniones virtuales. Aunque al principio fue un ajuste difícil, pronto encontraron ritmo y descubrieron nuevas formas cosas que podían hacer juntos en el encierro.

Este año, les tocó celebrar ambos cumpleaños solo ustedes dos, sin la posibilidad de que nadie viniera a visitarlos. Te hubiera encantado que estén todos, lo familiar siempre fue tu fuerte y ni hablar que la sorpresa que tenías pensada para él lo iba a recompensar todo.

Aunque Lionel no era muy fan de las celebraciones, sabía que vos sí lo eras, y siempre se dejaba convencer por tu entusiasmo y festejos pedorros que te hacían muy feliz.

Unos días antes fuiste a comprar su regalo, pusiste manos a la obra en la cocina y preparaste una deliciosa torta. Aunque tus habilidades culinarias no eran las mejores, el cariño estaba, sabiendo que el resultado final sería más que solo una tortita de cumple.

La impaciencia te consumía, ansiosa por ver la sonrisa en el rostro de Lionel cuando descubriera el regalo que habías preparado para él. A pesar de las circunstancias adversas, miraste tu anillo de casamiento sabiendo que todo iba a estar bien.

El 16 de mayo, alrededor de las 7 de la mañana, te levantaste con una mezcla de emoción y nerviosismo. La remera vieja de Argentina era una pequeña cábala cuando sabías que tenías que hacer algo lindo, y ni hablar lo mucho que al técnico le gustaba verte puesta con esa camiseta.

Te dirigiste a la cocina para terminar de decorar la torta antes de que Scaloni, el señor que odia dormir, se despertara.

Con cuidado, agarraste los globos y la caja que contenía la sorpresa principal, asegurándote de tener todo listo, colocaste la mini torta arriba de la caja y sentías que tu corazón latía con fuerza y tus manos temblaban ligeramente por la emoción.

Con todo preparado, subís las escaleras lentamente, tratando de no hacer ruido para no despertar a Lionel antes de tiempo.

Cada paso era una mezcla de anticipación y nerviosismo. Te sentías dramática pero tampoco ibas a negar que tenías miedo que se te caiga todo al carajo.

Al llegar arriba, respiraste profundamente antes de entrar.

Cuando lo viste acostado con las sábanas en su cintura y su espalda bien marcada, aquella que te encantaba arañar cuando él se encontraba arriba tuyo moviéndose.

Si algo amabas en su relación de muchos años, siempre encontraban momentos de intimidad, algo que valoraba profundamente. Aunque la distancia ha sido una realidad más presente en el último tiempo, al principio, te costaba el desafío de la distancia, pero la recompensa de una buena empomada lo solucionaba todo.

Lionel Scaloni [One Shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora