Siempre pensé que él y yo íbamos a envejecer juntos, convertirnos en unos viejos arrugados mientras nos sentábamos frente a la chimenea de nuestro hogar, un hogar que habíamos armado con tanto amor.
Pero todo se desmoronó en cuestión de meses. Lionel y yo teníamos una hermosa historia de amor, de esas a las que puedo llamar cuentos de hadas, un amor de infancia que perduró en el tiempo, casi 20 años juntos.
Me costó mucho tomar este cuaderno que me regalaste para mi cumpleaños, el último que pasamos juntos. Nunca lo había usado, pero sabía que estas hojas tenían que empezar a ser llenadas.
Me acuerdo de cuando lo conocí, allá en nuestro pueblo, nuestro querido Pujato. Teníamos 13 años, tan chiquitos. Mi llegada desde Buenos Aires a un pueblo de un poco menos de tres mil habitantes no había sido la mejor, pero él siempre estuvo ahí.
Todavía recuerdo cómo te sentaste a mi lado en el colegio y te burlaste de mi cuaderno violeta con stickers de animales. Vos solo habías llevado una hoja y un lápiz.
Te dije mi nombre, vos el tuyo, y a partir de ahí comenzó una gran amistad. Mi mejor amigo de la adolescencia era aquel Lionel, chamuyero y mujeriego que quería estar con todas, pero al final del día siempre estaba frente a la puerta de mi hogar para invitarme a jugar al fútbol.
Nuestra relación fue creciendo mientras perseguimos nuestros sueños: él anhelaba convertirse en futbolista profesional, mientras que yo mantenía viva mi pasión por la escritura. Siempre me alentaba a no rendirme, a seguir persiguiendo mis metas. Pero la vida tenía otros planes para nosotros.
Aquella infancia que compartimos, esa vida llena de sueños que construimos juntos, fue desechada como un pequeño papel de caramelo arrojado a la calle, nunca más vuelto a ver. Así de fácil desechaste mi corazón.
Los años pasaron y su carrera como futbolista despegó, alcanzando nuevas alturas día tras día. El resto se convirtió en historia: Europa, matrimonio, una romántica luna de miel. Construimos nuestro hogar, él encontró el éxito en el campo mientras yo seguía con mis escritos. Pero también llegó la separación, el final de nuestro viaje juntos.
Y así fue, la última vez que lo vi fue en el escribano. Estaba sentado frente a mí con su abogado, incapaz de sostener mi mirada. ¿Irónico, no? Después de todas las veces que nos habíamos contemplado en silencio mientras acariciaba mi pelo.
Dividimos los bienes, pero ninguno de nosotros pronunció palabra. Nuestros silencios y mis lágrimas dominaban el estudio, mientras las voces interminables de los abogados resonaban en el aire.
Él firmó, yo firmé, y así dimos fin a nuestra historia. Mis lágrimas caían mientras lo veía poner su firma en aquel papel, y nuestras manos se tocaron por última vez cuando me pasó aquella lapicera. Fue el último contacto, el último vínculo que compartimos antes de que todo se desvaneciera.
Al momento de retirarme de ahí, volví a encontrarme con tus ojos, aquellos hermosos y profundos ojos negros que me miraban con tanta tristeza. En su mirada, vi una súplica silenciosa de perdón por todo lo que había sucedido. Fue entonces cuando supe que tenía que volver a vivir.
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Antes de la separación, Lionel se había retirado del fútbol en España para seguir su camino como entrenador, mientras que habías comenzado a escribir tu maravilloso libro.
—Amor, no llores— le dijiste a Lionel mientras lo abrazabas, tratando de contenerlo.
—No sé qué hacer, mi amor, no sé cómo sacar este dolor. Siento que no puedo hacer nada más que jugar al fútbol— te dijo Lionel mientras sollozaba.

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Lionel Scaloni [One Shots]
FanfictionLa demencia es total y me puse a escribir historias sobre el técnico de la selección. Espero que lo disfruten