9

1.9K 58 20
                                    

Sonaba "La Morocha" de fondo. Odiabas esa canción, pero era la favorita de tus amigas. Trago va, trago viene, y estabas un poco entonada. No del todo, ya que no querías tener resaca porque al día siguiente tenías que volar.

Estabas en tu despedida. Habías tomado una importante decisión en tu vida: mudarte a Italia, un lugar donde ya habías vivido un tiempo antes de regresar al país.

Esta vez te ibas sola, y sin seguir a nadie. Amabas Italia, y tu lugar en el mundo después de Santa Fe era Toscana.

Estabas emocionada, por el cambio de aire. Después de muchos años de novia, fue muy difícil adaptarte a esta vida de soltera. Pero estabas feliz.

Tus amigas, algunas más borrachas que otras, empezaron a alistarse para el boliche. Era muy raro con tus 35 años salir a bailar después de tanto tiempo, pero no podías negarte a esta última noche argenta.

El baile, los tragos y el reggaetón viejo hacían de las suyas. Ya haciéndose las 2 a.m. y honrando el nombre del grupo de WhatsApp "Señoras de tercera edad", empezaron a calmar los pies, mirándose entre todas para dar por finalizada la velada. Algunas habían encontrado algún muchacho por ahí y se retiraban rumbo al telo.

No te habías dado cuenta de lo mucho que necesitabas una última noche con un masculino hasta que se te acercó uno.

Te agarró las caderas para empezar a bailar, y lo tomaste del cuello mientras sus cuerpos se movían. Pero no, no era él. No era aquel hombre que te hacía ver las estrellas, tu ex.

Amablemente lo rechazaste y saliste al patio en busca de tu teléfono. 

Los tragos que tenías encima te hicieron reír al ver la cantidad de números de hombres que habías agendado a lo largo de este año y medio. Algunos solo fueron de una noche, otros simplemente quedaron ahí en tu teléfono.

El estar consciente pero un poco mamada te ayudó a marcar aquel número un año y 3 meses después.

Primer pitido, segundo pitido, tercer pitido, cuarto pi...

-¿Hola?- Un Lionel un poco adormilado te contestó.

El alcohol, de un momento a otro, se fue, dando paso al nerviosismo y la vergüenza.

-Lionel, tanto tiempo.

- ¿Dónde estás? ¿Por qué me llamas a esta hora?- exclamó preocupado.

-Yo... Dios, te necesito, mucho- le dijiste casi en un susurro.

-Sé que pasó mucho tiempo, pero recién vino un hombre, me agarró y me acordé de vos porque él no tiene tus manos, ¿sabes?.

-Las tuyas son más grandes, seguro la tiene chic–

-Decime ya, ¿dónde estás? ¡YA! Estoy agarrando las llaves.

-Hmm, no sé, solo si me llevas a casa y te quedas conmigo.

Nadie respondió.

-Ay bueno está bien, estoy acá en la costanera. avisame cuando llegues.

-Ya salgo para allá.

Él simplemente cortó.

En el fondo sabías que ya tenías que esperarlo afuera; no le había gustado un carajo la llamada y la cagada a pedo iba a ser inevitable.

Unos minutos después, Lionel te avisó que estaba afuera. Lo ibas a ver después de mucho tiempo, y honestamente no estabas preparada para ver a semejante hombre que fue tu marido durante más de diez años.

Viste el famoso jeep que usaba, y con un bocinazo te avisó que era él. Cruzaste la calle prácticamente con las manos ya transpiradas.

Abriste la puerta y el mundo se detuvo por un instante. Allí estaba él, Lionel, con sus rasgos inconfundibles y su espalda apoyada contra el asiento del conductor. No giró para mirarte; su mirada fija hacia adelante. Vestía una bermuda y una remera blanca que resaltaban su atractivo natural. Era hermoso.

Lionel Scaloni [One Shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora