Capitulo 11
Esa misma noche la dejaron salir del hospital, era comprensible, necesitaban las habitaciones y ella no tenía nada grave, el camino de regreso fue silencioso, él la observaba de reojo no sabía cómo actuar con la joven que se veía ida y triste, observando por la ventana del vehículo, llegaron frente al edificio donde vive Inuyasha y este descendió abriéndole la puerta.Kagome refutó la propuesta de quedarse en el apartamento del joven, ella deseaba ir a vivir con Sango, pero Inuyasha utilizó como argumento que deseaba cuidarla y que Kouga podría encontrarla fácilmente en casa de su amiga por ello no tuvo opción más que aceptar la oferta presa del pánico.
– ¿Qué deseas cenar mi princesa? – preguntó el ojidorado intentando entablar conversación, una vez dentro de su apartamento.
– No tengo hambre – susurró Kagome, dejándose caer desganada en el sofá.
– Entonces que quieres hacer, dormir, bañarte, salir, solo dime que necesitas y te lo daré, no te quiero ver triste – pidió arrodillándose frente a la joven.
– Haz hecho demasiado por mí – aseguró – solo estoy cansada, quiero dormir – susurró.
– Duerme en mi cama – ordenó el ojidorado. La mujer se quedó pálida por un momento y él suspiró frustrado. – ¿en verdad crees que te lastimaría? – preguntó en un susurro ella negó con la cabeza. – Entonces ve a dormir – susurró y ella asintió.
– ¿Tú donde dormirás? – preguntó y él le sonrió, acarició tiernamente la mejilla femenina.
– No te preocupes por mi princesa, solo descansa, ha sido un día muy malo ‒ comentó ‒ para los dos ‒ agregó en un susurro. ‒ Yo sé esperar y dormiré aquí en el sofá hasta que tú me digas que puedo volver a dormir al lado tuyo ‒ susurró tiernamente.
‒ Yo...no... se ... si tu quieres, yo... ‒ tartamudeó la joven.
‒ Ya lo dije Kagome, vete a dormir ‒ ordenó, parándose y apuntando la dirección de la habitación con su mano como una niña siendo regañada, ella se levantó del sofá y lo miró a los ojos.
‒ Gracias Inuyasha ‒ susurró antes de depositar un tierno beso en la mejilla masculina.
‒ Que descanses mi princesa ‒ deseó viéndola dirigirse a su habitación.
A la mañana siguiente la azabache despertó asustada y desorientada, se incorporó rápidamente y lo vio frente a ella nuevamente vestido con un traje formal, este se encontraba mirándose al espejo mientras arreglaba su corbata.
– Buenos días mi princesa – saludo contento, ver la carita de niña inocente de Kagome al despertar lo ponía de buen humor.
– Buenos días – saludó triste.
– ¿Pasa algo? – preguntó al percibirla afligida.
– No – susurró.
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