Capitulo 20

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente

Cómo siempre, en todos sus encuentros, la noche sería testigo de un acontecimiento más, donde todo cambiaría, ya fuera para bien o para mal.

La luna y estrellas verían como dos personas que se aman empezarian a hacer cualquier cosa con tal de tener el final feliz que tanto deseaban.

La noche vestía de negro luciendo sus mejores estrellas para una velada especial, la luna resplandecia tanto que parecía un pedazo de sol.

Ella caminaba entre todos los arbustos y árboles que se le interponian en el camino, todo con tal de poder ver a su guardia.

David caminaba en círculos tratando de contener su nerviosismo, porque a pesar de ya saber la respuesta que le daría su princesa aún así quería que todo saliera perfecto para que cuando pensaran en el pasado sintieran que esa fue una de las mejores noches en sus vidas.

Los ojos avellana se encontraron con los azules y al instante su nerviosismo desapareció, porque él sabía que cualquier cosa que sucediera aquella noche estaría bien, porque estaría junto a la persona que más ama.

–Te ves hermosa, mi princesa– comento el guardia acercándose a ella para atraparla entre sus brazos.

Y es que para él ya estuviera con el mejor vestido del mundo o hasta un vestido de alguna pueblerina, ante sus ojos ella estaría bellísima.

Porque en los ojos de la persona correcta, eres arte.

–Tu también te ves muy guapo, David– le respondió Catherine soltando una pequeña risa.

La mano del guardia se entrelazó con la de su princesa, con una sola mirada se dijeron más de lo que las palabras pueden transmitir.

–¿Confía en mí?– preguntó David elevando una ceja.

–Si– asintió.

Esa pregunta hace mucho tiempo ya se había hecho, solo que en aquel entonces la respuesta había sido negativa, pero hoy, hoy esa respuesta había cambiado a una muy diferente.

Ahora Catherine confiaba en David, al punto en que podría entregarle su corazón y saber que él nunca lo rompería.

–Entonces cierre los ojos.

Y eso hizo Catherine, cerro los ojos confiando en David quien la tomo de los hombros guiandola y diciéndole por dónde caminar.

Entraron casi al mismo tiempo en su jardín secreto, aquel que había sido testigo de casi todos sus encuentros en las noches.

La mano del guardia nunca se separó de la de su princesa, esa era su forma de decirle que nunca la dejaría, así ella se lo pidiera él jamás lo haría.

Los dos se sentían completos con solo tenerse el uno al otro.

–Ya puedes abrir los ojos, mi princesa– él susurro cerca de su oído.

La promesa del amor (Completa ✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora