¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
David
¿Quién nos dice que todas las historias de amor tienen su final feliz?¿Quién nos puede decir cómo terminará todo con la persona que amamos?
¿Quién nos dice en que momento llegaremos a morir?
Pero a pesar de todo y de alguna manera en la que a veces nos cegamos y no podemos ver qué la vida es bella, tanto como para querer estar en ella más de una sola vez.
Pero por el momento tenía que decir adiós, y no fue porque quise, sino porque me obligaron a decirlo.
La fuerte ráfaga de viento jugaba con sus mechones sueltos, revoloteaba por el aire mientras sus azulados ojos estaban viendo como mi ataud descendía. Diciéndonos el adiós que no merecíamos, porque merecíamos algo mejor que esto.
Ella estaba escondida detrás de un árbol, alejada de todos aquellos que habían asistido, ahogando los sollozos que querían brotar de su garganta, porque en aquel cementerio no solo se quedaría mi cuerpo sino también todas las promesas que hicimos y que no logramos cumplir.
Las pequeñas gotas caían de las grisaceas nubes, algunas rodaban por las hojas de los árboles mientras que otras solo impactaban contra el suelo, una escena de verdad deprimente para todos aquellos que habían perdido a alguien que querían con todo el corazón.
Mi hermana ayudaba a mi madre a estar en pie, las dos estaban destrozadas y le preguntaban al cielo porque me había ido tan pronto, que yo merecía haber tenido una vida más larga.
Ellas fueron las últimas en dejar mi tumba, se que saldrían adelante, ellas dos son muy fuertes y se tienen la una a la otra para darse fortaleza y aunque les cueste al principio al final con el tiempo aquella herida que yo les dejé quedará curada.
Pero mi princesa, a ella cuánto me duele tener que dejarla, porque lo hice justo cuando nos íbamos a ir a un lugar donde fuéramos completamente felices.
Ella salió de su escondite caminando con pasos dudosos hasta la lápida donde decía mi nombre, el lugar donde ahora descansaba mi cuerpo.
Sus lágrimas se mezclaban con las gotas de lluvia que comenzaban a caer con mayor intensidad, su mano acaricio la lapida y fue entonces que se quebró por completo.
-Perdón- sus ojos habían perdido todo el brillo que en algún momento tuvieron- me hubiera alejado de ti si hubiera sabido como terminaría todo.
Fue tanta la impotencia que sentí porque no podía abrazarla, limpiar sus lágrimas y decirle que yo nunca me arrepentí de nada y que incluso volvería a vivir cada momento con ella a pesar de que todo volviera a terminar así.
Porque faltaron besos por recibir, caricias por dar, palabras por decir y promesas por cumplir.
Nos arrebataron una felicidad que los dos nos merecíamos.