Capítulo 10

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—¡¿Qué mierda acabas de hacer?!

Pude escuchar a Kelly reclamándole a la mujer por sus acciones mientras se levantaba de la mesa.

Yo, en un arranque de enojo, jalé la coleta de la mesera para que se volteara hacia mí. Agarré la hamburguesa que iba a comerme y la embarré toda en su cara bruscamente. Ella no tardó un segundo más en reaccionar y me empujó mientras se quitaba los restos de hamburguesa de la cara.

—¡Maldita perra!

Gruñó la mujer enfurecida, lanzándose contra mí para seguido soltarme un puñetazo en la boca que me tiró al piso.

Antes de que pudiera seguir golpeándome, Kelly la detuvo inmediatamente en lo que llegaba el gerente del establecimiento.

Finalmente, una patrulla que estaba cerca llegó a encargarse del alboroto y decidieron arrestar a esa mesera, dejándonos libres a Kelly y a mí.

Kelly decidió llevarme hasta mi casa, siendo esa la primera vez que lo dejé entrar. Fue lo único bueno que pudo haber pasado gracias a ese percance con la mujer loca del restaurante.

—Carla, siento mucho que esto haya tenido que pasar. Kelly se disculpó como por octava vez.

—Está bien, no fue tu culpa.

—Pero esa mujer te golpeó, mira nada más como te dejó la boca. Kelly me tomó suavemente de la barbilla, observando más detenidamente la herida que ese golpe me había dejado.

—Sinceramente me dolió más que me hubiera tirado la malteada encima. Dije, volteando a ver hacia otro lado para ocultar los nervios que me había provocado su tacto. —Ahora tengo que lavar mi uniforme para mañana y no sé si se seque bien.

Kelly suspiró pesadamente antes de volver a hablar.

—Tal vez si yo no me hubiera puesto a coquetear con esa loca, no se habría sentido con el derecho de tratarte mal. Dijo él.

—Pero me defendiste, te lo agradezco mucho.

—Es lo mínimo que pude hacer. Kelly se cruzó de brazos, acomodándose sobre el sillón.

—Además, yo fui la que decidió desgreñarla y estamparle una hamburguesa en la cara. Dije con un poco de arrepentimiento en mi voz.

Una sonrisa comenzó a esparcirse rápidamente por el semblante de Kelly antes de estallar en carcajadas.

—Fue una de las mejores cosas que he presenciado en mi vida, nunca se me hubiera ocurrido hacer algo así. El continuó carcajeándose, contagiándome la risa a mí.

—Bueno, tenía que vengarme de alguna forma por lo de mi uniforme.

Kelly, aún riéndose, me acerco hacia él, abrazándome mientras ahogaba su risa en mi hombro.

—Hueles a malteada de fresa. Me dijo, volteándome a ver a la cara.

—¿Por qué será?

Dije sarcásticamente, a lo que él volvió a reír.

—Eres fantástica, Carla, no eres como cualquier mujer que haya conocido.

Las mariposas que ya revoloteaban en mi estómago se dispararon aún más al escuchar lo que Kelly acababa de decirme.

—¿De veras?

Dije, volteando a verlo a la cara de igual forma con sorpresa.

—Estoy siendo muy honesto.

Yo simplemente sonreí y me quedé inmóvil entre sus brazos.

Él movió su mano hasta mi rostro nuevamente, pasando su pulgar muy suavemente por encima de la enrojecida herida junto a mis labios. —¿Te duele?

—No mucho. contesté mientras nuevamente desviaba la vista, volviendo a sentirme nerviosa por la cercanía de nuestros rostros.

Esta vez no oí ninguna otra palabra de Kelly, por lo que regresé la mirada hacia su rostro. Sus ojos estaban perdidos y se estaba acercando cada vez más mí lentamente. Juro que en ese momento pude sentir como mi estómago brincó en alerta porque ya sabía qué era lo que estaba por pasar.

Al no saber qué más hacer, decidí dejarme llevar por el momento y comencé a acercarme también, rompiendo cada vez más la distancia entre nuestros labios. Sentí en mi piel su cálida respiración y nuestra atracción creciendo más y más por cada segundo que pasábamos en aquella habitación.

Él tomó mi rostro entre sus dos manos con delicadeza y estaba a punto de besarme, cuando el estrepitoso tono de llamada del maldito teléfono en mi cocina quebró el silencio, arruinando el ambiente del momento. Ambos, al darnos cuenta de la situación, nos alejamos rápidamente, algo avergonzados al caer en consciencia de lo que estuvo por pasar.

—Voy a ver quien es, no me tardo. Dije, levantándome apresuradamente del sofá.

Mientras caminaba hacia la cocina, maldecía para mis adentros que esto tuviera que haber pasado en ese preciso momento, suspiré y levanté el teléfono de mala gana antes de contestar. Era mi mamá, avisándome que ya iba a llegar a casa.

Al mismo tiempo estaba agradecida por esa llamada de aviso, ya que hubiera sido aún más vergonzoso que mi mamá me encontrara sucia y golpeada, a punto de besar a un hombre que jamás había visto en su vida.

Cuando terminé aquella llamada volví a la sala, en donde Kelly aún permanecía sentado en el sofá, pero en cuanto me vio se levantó rápidamente.

—Creo que debo irme ahora, ¿necesitas algo más?

Me habló él.

—No te preocupes, estoy bien, muchas gracias por haberme acompañado. Dije sonriéndole.

—Bien, cualquier cosa que necesites, llámame. Él me sonrió de vuelta.

—Claro.

Yo acompañé a Kelly hasta la entrada de mi casa y abrí la puerta.

—Nos vemos mañana, si es que aún tienes ganas de seguir saliendo conmigo. Kelly rió un poco, pero aún así era notable la vergüenza en su voz.

—Pero por su puesto que sí. Contesté, sonriendo aún más al ver su bello rostro iluminándose con mis palabras. —Nos vemos mañana en el centro comercial a las cuatro, anotado.

—Fantástico. Kelly se acercó una vez más a mí y se despidió con un beso en la mejilla. —Adiós Carla. Él me soltó y se dirigió hasta su motocicleta.

Yo me quedé en el marco de la puerta, hipnotizada, viéndolo hasta que él se marchó. Yo detestaba los saludos y las despedidas de beso, pero por supuesto que me caigo a pedazos de amor cuando se trata de ÉL.

Groupie love (Kelly Nickels x reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora