❧ VII. 3

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En lo más profundo de la mente humana, donde las emociones y los recuerdos se entrelazan en un baile etéreo, existe un santuario oculto, un refugio secreto donde los seres queridos perdidos encuentran un hogar eterno. Es en este reino de la psique donde la tragedia y el amor convergen en un duelo silencioso, donde aquellos que han perdido a alguien preciado buscan preservar su recuerdo de la implacable marcha del tiempo.

Para algunos, el duelo se convierte en un acto de resistencia contra el olvido, una batalla desesperada por mantener viva la llama de un amor perdido en medio de la oscuridad abrumadora de la pérdida. Estas almas afligidas se aferran a los recuerdos como a tesoros sagrados, encerrando a sus seres amados en los rincones más profundos de su mente, donde la realidad y la fantasía se entrelazan en una mezcla embriagadora de esperanza y desesperación.

Es un acto de supervivencia psíquica, una estrategia de autoconservación contra el dolor abrumador de la pérdida. Al enclaustrar al ser amado en los laberintos del pensamiento, se crea un refugio donde el tiempo no puede desgastar la esencia del amor compartido, donde cada recuerdo se convierte en un oasis en medio del desierto de la soledad.

Pero incluso en este santuario mental, la sombra del duelo persiste, susurros de dolor que se filtran a través de las grietas de la memoria, recordatorios implacables de la realidad inexorable de la muerte. Es un equilibrio precario entre la luz y la oscuridad, donde el amor y el dolor bailan una danza eterna, entrelazados en un abrazo volátil que trasciende los límites del tiempo y el espacio.

Y así, en el corazón mismo del duelo, aquellos que han perdido a un ser querido se embarcan en un viaje emocional, navegando por los mares tumultuosos de la aflicción en busca de un puerto seguro donde anclar su alma atormentada. Es un viaje marcado por la esperanza y la desesperación, una odisea personal que desafía las fronteras de lo conocido y lo desconocido, en un intento desgarrador por encontrar consuelo en la oscuridad de la pérdida.

En el santuario de la mente, donde los recuerdos se convierten en guardianes de la memoria y el amor es el hilo conductor que une el pasado y el presente, aquellos que han perdido a alguien preciado descubren que el duelo es más que un acto de despedida; es un testamento a la fuerza indomable del espíritu humano, una celebración de la belleza efímera de la vida y del amor, que trasciende incluso los límites de la muerte misma.


Minhyung sintió un dolor punzante en su cabeza mientras despertaba. Al abrir los ojos, se encontró en un corredor largo y oscuro, con muchas puertas a ambos lados. La sensación de déjà vu se intensificó cuando se dio cuenta de que había estado allí antes, aunque no podía precisar cuándo ni cómo. Las paredes del corredor estaban cubiertas de sombras que parecían moverse con vida propia, y el aire estaba impregnado con el aroma persistente de las rosas.

Se levantó con dificultad, sus piernas temblorosas apenas sosteniéndolo. Recordaba la cabaña, el enfrentamiento con Sanghyeok, y el aroma dulce que lo había dejado inconsciente. Pero ahora estaba aquí, en este corredor sin fin, sin saber cómo había llegado.

El pasillo parecía interminable, y cada puerta que veía a su alrededor tenía un aspecto familiar y al mismo tiempo desconocido. Al acercarse a la primera puerta a su izquierda, sintió una combinación de miedo y esperanza. Tomó aire, giró el pomo y la abrió.

Minhyung sintió un vértigo momentáneo al abrir la puerta, como si estuviera cayendo en un abismo. Al otro lado, se encontró en una versión ligeramente distorsionada de ROSE, en la cafetería donde solía pasar tiempo con Minseok. Sin embargo, algunos detalles estaban fuera de lugar: los colores eran demasiado vivos, las personas en las mesas parecían sombras borrosas y el aire estaba cargado de una fragancia intensa a rosas.

ROSE ;; Keria x GumayusiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora