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Eran los ocho de la mañana, ¿Quién madruga así un sábado? Obviamente yo y los estúpidos de mis amigos, aunque teníamos una buena razón para ello, celebrar el cumpleaños de Liam, ya le tenía regalo, una raqueta con la cuerda ajustable, cuando hablábamos de deportes dijo que le gusta el tenis, pero que su raqueta siempre se iba a volar a la cabeza del contrincante,
Sonreí y dejé la raqueta envuelta en papel encima de la mesa del comedor junto a mi chaqueta y las cosas que me llevaría

No quería admitirlo, pero el otro día en esa reunión al tocar el piano sentí una emoción muy fuerte que no sentía hace mucho tiempo, así que ahora estoy buscando el piano de mamá, estoy seguro de que esta por aquí, lo vi en el camión de la mudanza, yo mismo me asegure de que viniese sano y a salvo

Subí por todas las habitaciones vacías sin encontrarlo, por último entre al que iba a ser mi cuarto...estaba completamente vacío y los rayos de sol hacían sombra a la ventana, era muy espacioso y estaba mejor que el sótano...pero nunca volvería a estar en un sitio donde la presencia de mi madre me persiguiera, no es que la odiase, solo quería olvidarme un poco de ella para no extrañarla tanto
Lo primero que olvide fue su tacto, sus caricias antes de dormir.
Lo segundo fue su voz, su dulce y pacífica voz, quizás por eso odio tanto a Amalia porque su voz me recordaba a la suya.
Lo tercero y más doloroso fueron sus recuerdos...a medida que iba creciendo los iba olvidando, llegó un punto donde creí que la olvidaría por completo así que los anoté en una libreta por si me olvidaba de los que ahora recordaba, hacía mucho que leía esa libreta, quizás ahora lo vuelva a hacer

Cerré la puerta de ese maldito cuarto y me aproximé al único lugar que faltaba, la buhardilla.
La escalera es encontraba dentro de una habitación pequeña solamente para ellas, las subí, abrí la puerta y encendí la luz, ahí estaba, en medio de toda la habitación bajo una sábana.
Me enfadé al ver los recuerdos de mi madre aquí metidos como si no fuesen nada, habían muchas habitaciones vacías, por lo menos podría haber bajado el piano a una de ellas y no aquí cogiendo polvo,
Aparte la sábana blanca que lo cubría y me senté frente a él,
Mamá solía dejar fresas y un vaso de leche encima del piano, siempre le decía que se caería si tocábamos fuerte, pero ella parecia tan relajada, no parecía importarle, ella sabia que no se iba a caer, por muy fuerte que tocaremos el vaso permanecía quieto, siempre dude si era una superheroína
Antes de comenzar a tocar puse un vaso de agua encima del piano, era una pequeña comprobación 

cerré los ojos sentado en piano de mi madre. Suspiré como ella me dijo que lo hiciese, y lentamente acaricié las teclas, recordando las veces en las que ella me había enseñado a tocar.

La melodía empezó a resonar en la habitación, suave y tranquila, como un susurro en la brisa. Como ella era. Cada nota traía consigo recuerdos de mi infancia, de los momentos felices que había compartido con ella.

Ella siempre había sido una pianista excepcional, y había pasado muchas horas enseñándome los secretos del piano. Me había enseñado a respetar la música, a sentir cada nota como si fuera un susurro del corazón. La música era su pasión y lo dejaba notar.

Me dejé llevar por la melodía. Cerré los ojos recordando los consejos de mamá, recordando su voz suave y cálida que le alentaba a seguir adelante.

Algún día no estaré, pero tú sí, espero que sigas mi legado
¿Qué legado?
—el amor James Moore, el amor

Mamá Anto no deja mis juguetes ¡Los está babeando!
¿Pero no ves lo feliz que está jugando con ellos?
—pero son míos —dijo enfadado
Tienes muchos más amor, no te enfoques solo en uno
¿Entonces se lo tengo que dejar solo porque está feliz con él?
Exacto

Flechazo por equivocación Donde viven las historias. Descúbrelo ahora