Ivet se despertó temprano, gracias al tenue resplandor del amanecer colándose por la pequeña ventana de su habitación. El día anterior había sido un torbellino de emociones y sentía que el castillo de Herodes cada vez se volvía más asfixiante.
Al incorporarse notó que la capa del príncipe seguía rodeando su cuerpo, sonrió levemente y aspiró el perfume varonil con toques a bosque y menta. A su mente llegó la imagen de Antípatro sobre su majestuoso caballo... trotando hacia ella por un campo de flores.
¿Espera... qué?
Ivet negó mientras trataba de despejar esa ilusión bastante vergonzosa. No podía creer que pensar en el príncipe podía ser algo bueno, más aún cuando era uno de los hijos de Herodes.
—Deberías dejar de pensar en él, es tu enemigo —se dijo a sí misma mientras miraba la capa majestuosa e imponente entre sus manos. La tiró hacia un costado de la cama y procedió a levantarse para continuar con la falsedad de ser la criada Ivonne, al menos hasta salir viva de ahí.
El fuego chisporroteaba en la cueva mientras la noche avanzaba, llenando el espacio con una calidez tenue y tranquilizadora. A la mañana, apenas el sol salió en el horizonte, José y María se levantaron para empezar a ordenar todo.
La tormenta de arena había dejado el terreno difícil, pero sabían que tenían que continuar para poder alejarse de los terrenos de Herodes.
—¿Estás lista? —preguntó José mientras ajustaba las riendas de uno de los camellos.
María asintió, con Jesús envuelto en su manto, asegurándose de que estuviera bien protegido. Ellos dos subieron al carro, y José tomó su lugar al frente, llevando las riendas con firmeza y al salir por la puerta de la cueva, ambos adultos se sorprendieron cuando Fig apareció ante ellos.
El burro de pelaje negro rebusnó ante la presencia de María, la cual no pudo evitar bajarse con cuidado, ya que traía al bebé en brazos, y acarició la cabeza del animal mientras miraba emocionada a su burro, sin un rasguño.
—¡Fig! ¿Cómo nos encontraste? —preguntó ella mientras sonreía—¡José! ¡Es un milagro!
—Es un burro maquiavélico, no me sorprende —dijo él sonriendo, aunque de inmediato notó un papel envuelto en la soga que llevaba al cuello—¿Y eso?
—Espera Fig... ¿Dónde está Ivet? —preguntó confundida mientras miraba a su mascota, luego se preocupó— Ella...José se adelantó para tomar entre sus manos la nota ante la atenta mirada de su esposa. El carpintero desdobló los primeros pliegues y leyó claramente un mensaje.
"Querida familia.
Les comento que he logrado salir con vida y mi mujer e hijo están a salvo. Debido a mi situación no puedo decir precisamente quién soy.
Espero que Fig pueda encontrarlos, él estaba conmigo cuando llegué a mi hogar. Cuídense.
ㅡz.
—Zacarías —confirmó María al reconocer la letra y preocupada por la pastorcita.
—Si Fig estaba con Zacarias, y él no supo de Ivet, entonces quizás en ningún momento se encontraron en el castillo —dijo José recapacitando pensativo.
—¿Y sí la atraparon?
—Fig no tiene ninguna herida, debemos tener fé que nada malo le paso —abrazó a su esposa y después unió a Fig con los camellos—. Debemos continuar a Bersabé, mientras más pronto encontremos provisiones más pronto llegaremos a Egipto.El viaje fue silencioso, sólo roto por el suave vaivén de los camellos y el viento que aún soplaba con fuerza. A medida que se acercaban a Bersabé, José estaba alerta, escudriñando el horizonte en busca de cualquier signo de peligro.
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El Don De La Estrella.
Historical FictionEn una era marcada por señales celestiales y presagios oscuros, la Sagrada Familia se ve envuelta en una misión divina para salvaguardar al niño que portará la esperanza de la humanidad. Huyendo del temible Herodes el Grande, cuya obsesión es aniqui...