Capítulo XIV: Entre Muros.

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Después de la abrupta despedida entre Ivet y Antípatro, el príncipe no había podido dejar de pensar en sus desafortunadas palabras: "Hay cosas que no puedo compartir contigo ahora, Ivet. No es seguro ni para ti ni para mí". ¿En qué estaba pensando? La mirada de decepción de la joven de cabellos rizados se había grabado a fuego en su mente.

Al día siguiente, se quedó encerrado en sus aposentos, repasando mapas y documentos para mantener la cabeza ocupada. La puerta se abrió poco después del mediodía y entró el General Tiberio, caminando muy seguro hacia el príncipe.

—Sabía que te encontraría aquí —dijo mirando a su amigo, muy ensimismado—. ¿Qué sucedió? Es raro no verte a primera hora del alba.

Antípatro apenas levantó la vista de lo que estaba dibujando, murmurando una respuesta vaga. Intrigado, Tiberio se acercó más y, sin previo aviso, le quitó la hoja de las manos.

—¡Hey!—protestó el príncipe, estirando una mano hacia el general— ¡¿Qué crees que estás haciendo?!

Tiberio, ignorando la protesta, miró la hoja y quedó sorprendido. No eran mapas ni documentos estratégicos, sino un delicado boceto del rostro de una joven de cabellos rizados y ojos expresivos, llenos de determinación.

—¿Quién es ella? —preguntó Tiberio, frunciendo el ceño—. No es una de las damas de la corte, ¿verdad?

Antípatro suspiró, tomando asiento nuevamente, derrotado.

—Se llama Ivonne —miró a su viejo amigo para después desviar su rostro hacia la ventana de sus aposentos, no queriendo revelar mucho más detalles—. Es... la nueva sirvienta.

Al príncipe no le gustaba para nada decir aquella palabra; por sobre todas las cosas, Ivet no estaba ahí para servirlos.

—¿Puedo saber por qué esa jovencita te tiene así? En todo este tiempo jamás te he visto dudar tanto. Si estuviéramos en el campo de batalla ahora mismo, serías el primero en caer.

—Gracias por los ánimos —murmuró irritado el príncipe, mas no negó lo evidente—. Le dije que no podía compartir ciertos detalles con ellaporque no era seguro para ambos. Quería protegerla... —miró las palmas de sus manos, impolutas-. Más ahora que mis manos están manchadas de sangre...

Tiberio estudió el boceto por un momento antes de devolverlo al príncipe.

—Es una situación complicada, Antípatro. Lo que sucedió en Belén... no fue decisión tuya, pero si realmente te importa esa chica, debes hablar con ella. Estamos en tiempos difíciles; será mejor que seas sincero si realmente la quieres.

Antípatro asintió mientras tomaba el boceto y lo guardaba celosamente dentro de un cajón. Sabía que Tiberio tenía razón; ambos se habían criado juntos entre los muros de aquella fortaleza y se conocían como si fueran el mismo reflejo del agua. Eran la espada y el escudo del reino, podía confiar el uno al otro.

—Bueno, además de buscarte, tengo algo que informarte.—comentó el general mientras se sentaba en una de las sillas vacías.
—¿Qué sucedió ahora?
—Nada que no puedas controlar, de momento —respondió Tiberio, taciturno—. Tu madre está en camino.
—¡¿Qué?! —preguntó sobresaltado—. No, no... esto no puede estar pasando. Ella dujo que vendrá dentro de unas semanas...
—Tal parece que hubo cambio de planes-el general sonrió de lado, divertido—. ¿Sabes lo que eso significa, no?

El Don De La Estrella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora