(6) Una nueva realidad

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Despierto lentamente, sintiendo la suavidad de las telas que me rodean. La habitación en la que me encuentro transmite una tranquilidad que contrasta profundamente con el torbellino de pensamientos en mi mente. No puedo dejar de pensar en todo lo que va a suceder ahora que estoy aquí.

Unos golpes en la puerta hacen que me sobresalte.

—¿Quién es? —pregunto con voz temblorosa, aún desorientada.

—Soy Aisha, su doncella —responde una voz al otro lado de la puerta— el príncipe Oliver la acompañará al centro de Luxemburgo hoy. Él me ha pedido si podía venir a buscarla.

Respiro hondo, tratando de calmar mis nervios. Al parecer, no puedo escapar; esta es mi nueva realidad. Un nuevo país, gente nueva que no conozco todavía, costumbres diferentes. Todo es tan ajeno, tan diferente de lo que siempre he conocido.

—¿Puedo entrar? —pregunta Aisha, con un tono de amabilidad que apenas percibo en mi estado de agitación.

Poso la mano sobre mi cabeza y me doy cuenta de la ausencia de mi hiyab. El pánico se apodera de mí por un instante.

—Espera un momento, por favor —respondo rápidamente, intentando sonar más tranquila de lo que me siento.

Me levanto de la cama y busco frenéticamente entre mis pertenencias. Necesito encontrar mi hiyab, si padre se enterara de que alguien me ha visto sin él, las consecuencias serían severas.

Finalmente, suspiro aliviada cuando mis dedos encuentran la suave tela.

—Ya puedes entrar —digo, ajustando rápidamente mi hiyab antes de abrir la puerta.

Aisha me recibe con una sonrisa.

—¿Qué tal ha estado estos primeros días en el palacio? —me pregunta con amabilidad.

—Nada bien, me siento extraña, fuera de lugar...

Aisha asiente, comprensiva, mientras empieza a preparar mi ropa para el día.

—Es normal sentirse así en un lugar nuevo, —me asegura— pero te prometo que los duques, el príncipe y la princesa son muy amables. La gente de este país también es muy acogedora. Con el tiempo, te sentirás como en casa.

—Eso espero —respondo, no muy convencida.

En mi cabeza solo se reproduce el primer encuentro con la princesa Gabriella, quien, desde mi llegada, ha tenido un comportamiento hostil conmigo. Miro a Aisha, buscando respuestas.

—¿Qué sabes de la princesa Gabriella? —le pregunto— Es la única que no me ha hecho sentir bienvenida. ¿Hay algún motivo en específico?

Aisha parece pensárselo, como si estuviera analizando qué decir. Finalmente, se encoge de hombros. —No lo sé. La princesa Gabriella siempre ha sido un ejemplo para su pueblo. Nunca se había comportado de una manera hostil o desinteresada con nadie, al menos que yo sepa.

Su respuesta no me tranquiliza. La imagen de la princesa Gabriella, con su mirada fría y actitud distante, sigue rondando en mi mente. Intento entender qué he hecho para merecer su desdén, pero no encuentro ninguna razón clara.

Una vez que Aisha termina de preparar mi ropa, se despide y sale de la habitación, no sin antes recordarme que el príncipe me espera en el gran comedor para desayunar.

—Aprovecha esa oportunidad para conocerle mejor —me aconseja con una sonrisa antes de cerrar la puerta.

Me visto rápidamente y, después de ajustar mi hiyab, abro la puerta de mi habitación. Mientras camino por el pasillo, me asomo por los grandes ventanales que dan al jardín. Este nuevo paisaje es tan desconocido para mí. El verde es el color predominante, una vista tan diferente a lo que estoy acostumbrada.

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