(9) Un paso adelante

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La puerta se cierra con un suave clic, y observo cómo la princesa se pasea por mi habitación, examinando cada detalle con una mirada crítica mientras sus dedos acarician la superficie de los muebles. Finalmente, se sienta en el borde de mi cama, observándome con cautela.

Sé que ha venido a obtener una respuesta y que no se irá sin ella.

Gabriella sigue mirándome fijamente. La intensidad de sus ojos sobre los míos me pone nerviosa, aunque no estoy segura del motivo. Por instinto, cubro parte de la cara con el hiyab, intentando que la mirada intensa de la princesa cese sobre mí.

Ella parece notar mi incomodidad y, con una sonrisa traviesa, aparta la vista por un momento.

—¿Y bien? —pregunta nuevamente, su tono suave, pero insistentemente expectante— ¿Qué has decidido?

Respiro hondo, armándome de valor. Sé que no puedo eludir esta conversación más tiempo.

—Aceptaré tu propuesta, —digo finalmente, tratando de mantener mi voz firme— pero tengo algunas condiciones.

Gabriella arquea una ceja, visiblemente intrigada por mi audacia.

—¿Condiciones? —repite, una sonrisa divertida asomando en sus labios— ¿Y qué condiciones serían esas, si se puede saber?

Doy un paso firme hacia delante, quedándome justo en frente de ella

—Primero, quiero garantías de que, independientemente del resultado de tu plan, mi pueblo recibirá la ayuda necesaria. No quiero que el bienestar de mi gente dependa únicamente del éxito de esta apuesta.

Gabriella asiente lentamente, su mirada evaluativa.

—Sigue, estoy escuchando.

—Segundo, —prosigo, tratando de mantenerme firme— quiero acceso a todos los recursos que mencionaste. No solo contactos e influencia, sino también la información que ellos no quieren compartir. Necesito estar completamente involucrada y no simplemente ser una marioneta.

La expresión de la princesa Gabriella se torna más seria mientras considera mis palabras. Por un momento, parece perdida en sus pensamientos, como si la realidad de su situación le pesara en el corazón.

—Lamentablemente, querida, sé tan poco como tú, —responde finalmente, con un tono de sinceridad que no me esperaba— pero haré lo posible para conseguir nueva información.

Mis sospechas se confirman: la princesa Gabriella es otra marioneta en este elaborado juego, igual que yo. Su rostro revela una mezcla de indignación y desasosiego; es evidente que no está al tanto de toda la verdad que rodea nuestros destinos. Ella suspira, y en ese instante, parece más vulnerable que nunca.

—¿Hay alguna condición más? —pregunta, volviendo a mirarme con curiosidad, como si anhelara encontrar respuestas que también le han sido negadas.

—Sí. Tercero, quiero tu palabra de que, si llegas al trono, jamás permitirás que matrimonios como este vuelvan a ocurrir; que nadie sea forzado a casarse y que nadie sufra por ello.

Gabriella se inclina hacia adelante, sus ojos buscando los míos con intensidad.

—Esas son condiciones bastante razonables. —dice lentamente, su tono reflejando una sinceridad que me sorprende— Te sorprendería saber cuánto compartimos en esos deseos. No tengo intención de que nadie sufra en este proceso. Al contrario, espero que, gracias a este plan, las cosas funcionen de manera muy diferente a lo que ellos esperan. Y si algo sale mal, me aseguraré personalmente de que tu pueblo reciba la ayuda que necesita.

—Entonces, déjame recapitular. —me froto la cabeza tratando de ordenar mis pensamientos— Mi misión es ganarme la confianza del príncipe Oliver, conocerlo mejor e intentar convencerlo de que abdique. Sin el heredero principal, tus padres no tendrán más remedio que cederte el trono a ti.

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