Han pasado las horas, y el cielo fuera de mi ventana ha empezado a aclararse con los primeros rayos del amanecer.
Estoy tumbada en la cama, mirando al techo, incapaz de encontrar el descanso que tanto necesito. Las palabras de Gabriella siguen retumbando en mi mente: su inesperada disculpa, la mención de la apuesta, y la insinuación de que Oliver... ¿Me está empezando a ver de otra manera?
El sol está ya completamente visible cuando escucho un suave golpeteo en la puerta de mi habitación.
—Layla, ¿puedo entrar? —es la voz suave y familiar de Aisha.
—Sí, adelante —respondo, esforzándome por sonar más tranquila de lo que realmente me siento.
Aisha entra con cuidado, cerrando la puerta tras de sí, pero al verme sin el hiyab, sus ojos se abren de par en par, reflejando sorpresa y algo de confusión. Nunca me ha visto así, tan... vulnerable. Me siento expuesta, pero, de alguna manera, no me molesta.
—Oh, señorita Layla... —murmura, claramente intentando no incomodarme—. Lo siento, no quise sorprenderte. Si deseas que salga para que te lo pongas, puedo esperar afuera.
Niego suavemente con la cabeza, esbozando una pequeña sonrisa.
—No pasa nada, Aisha. Contigo me siento segura —digo, mi voz calmada pero firme—. Eres alguien en quien confío, y quiero que me veas como soy de verdad, sin barreras.
Aisha se queda inmóvil por un momento, pero luego su rostro se ilumina con una sonrisa cálida y sincera. Hay una emoción visible en sus ojos que me reconforta.
—Gracias, señorita. Eso significa mucho para mí.
Aisha se sienta a mi lado, su presencia siempre reconfortante y calmada, observándome con esa mirada que invita a confiar. Su voz suave, cargada de empatía, rompe el silencio:
—Parece que tienes muchas cosas en la cabeza. ¿Necesitas hablar con alguien?
Respiro hondo, reuniendo el coraje para decir en voz alta lo que he estado guardando dentro de mí durante tanto tiempo.
—Aisha, hay algo que necesito contarte... —Mi voz se quiebra ligeramente al inicio, pero me esfuerzo por seguir adelante—. Es sobre la apuesta que tengo con la princesa Gabriella.
La sorpresa cruza el rostro de Aisha, sus ojos se agrandan, pero mantiene su compostura.
—¿Apuesta? —pregunta, sus palabras suaves, pero llenas de curiosidad.
Asiento, sintiendo el nudo en mi estómago, apretarse más.
—Sí —digo, bajando la mirada—. Debo ganarme la confianza del príncipe Oliver y convencerlo de que abdique. Si lo logro, sus padres no tendrán más remedio que cederle el trono a Gabriella. Quién me ha asegurado que me dará los recursos necesarios para tomar la lucha de otra manera, sin que mi pueblo sufra...
El silencio se instala entre nosotras por un momento. Aisha parece procesar lo que acabo de decir, su expresión cambia de asombro a preocupación. Finalmente, habla.
—Layla... eso es muy arriesgado. —dice con suavidad, su tono lleno de empatía— ¿Cómo te sientes respecto a todo esto?
—Confundida. —admito— Al principio acepté porque pensaba en la seguridad de mi gente, de mi familia. Pero ahora, cada vez que paso tiempo con Oliver... —Hago una pausa, buscando las palabras adecuadas— Me doy cuenta de que él es solo una marioneta más. Es una persona con sus propios sueños, con una vida que no eligió del todo. Es amable, generoso... No sé si puedo seguir adelante con esto sin lastimar a alguien que no lo merece.
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La Apuesta Real
Teen FictionSiendo la heredera de la dinastía Rashid, una de las más poderosas del Emirato Al-Nur, la vida de Layla ha sido moldeada según las decisiones de otros. Criada para servir y obedecer, no tiene más remedio que aceptar el matrimonio organizado por su...