(16) Noche de Gala

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Desciendo las escaleras con el corazón latiendo con fuerza, sintiendo cómo su mirada no se aparta de mí.

La princesa Gabriella está allí, radiante, con un vestido azul noche que resalta sus ojos claros y una tiara que brilla con elegancia en su cabello rubio. La luz de los candelabros de cristal se refleja en ella, dándole un aire casi etéreo.

Su mirada fija en mí, llena de una intensidad que me deja sin aliento. Cada paso que doy hacia ella parece estar cargado de una electricidad palpable, y siento cómo todas las miradas en el salón se vuelven hacia nosotras, escuchando murmullos de curiosidad.

Mientras me acerco, veo como me sonríe. Una sonrisa cálida y sincera que ilumina todo su rostro. Y sin poder evitarlo, sonrío tímidamente devolviéndole el saludo silencioso.

Llego frente a ella, tan cerca que puedo sentir su presencia, su calidez. Los murmullos se hacen más audibles a nuestro alrededor, pero en este momento solo existimos ella y yo.

—Layla, estás... preciosa —dice Gabriella, su voz suave y sincera, aún aturdida por la sorpresa.

Su halago me toca profundamente, y siento un calor que se extiende desde mi corazón hasta mis mejillas.

—Gracias, Gabriella. Tú también estás deslumbrante —respondo, mi voz apenas un susurro, pero llena de emoción.

Nos quedamos ahí, frente a frente, nuestras miradas entrelazadas, en un momento que parece durar una eternidad.

Gabriella sonríe, sorprendida gratamente. —Me alegra ver que has venido sin el hiyab. Es un paso muy importante para ti —dice con admiración en su voz.

—Sí, sentí que era el momento adecuado para hacerlo —respondo, sintiendo una mezcla de orgullo y nerviosismo.

—¿Tu padre te ha dicho algo al respecto? —pregunta Gabriella, con una preocupación sincera en sus ojos.

Antes de que pueda responder, el príncipe Oliver interrumpe la conversación, pasando su brazo por detrás de mi cintura.

—¿Te ha gustado la exposición? —pregunta, sonriendo con interés.

—Sí, ha sido maravillosa —respondo, tratando de mantener la compostura mientras observo cómo Gabriella parece incómoda. Su expresión se ensombrece ligeramente y, tras una breve pausa, se disculpa.

—Debo ir a saludar a los presentes. Deberíais prepararos, esto empezará en unos minutos —dice, alejándose con una elegancia que no puede ocultar su incomodidad.

Mientras Gabriella se marcha, siento una sensación de soledad dentro de mí, pero decido no hacer nada. Eso no importa ahora. Debo seguir el protocolo.

Oliver me acompaña hasta nuestra mesa y, una vez allí, nos sentamos.

Intento concentrarme en la conversación y en el ambiente a nuestro alrededor, pero mi mente está en todas partes y en ninguna al mismo tiempo. Pienso en Gabriella, en la incomodidad que vi en sus ojos, y en cómo me siento al respecto. ¿Qué significa todo esto para mí?

El príncipe se percata de mi debate interno.—¿Estás bien, Layla? —su voz es suave, pero llena de preocupación.

—Estoy muy nerviosa.— respondo con una sonrisa forzada.

—No te preocupes —dice tratando de tranquilizarme—. No tienes que decir nada, solo seguir las instrucciones que nos darán de un momento a otro.

Asiento, pero la incomodidad sigue presente. Empiezo a pensar en la reacción que tendrá mi padre al no verme con el hiyab. No le he dicho nada porque no he tenido la necesidad. Mi seguridad empieza a desvanecerse al considerar las consecuencias de mis actos.

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