18.

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Habían pasado varias semanas desde que los chicos se vieron por última vez, claro, la nueva pareja se la pasaban juntos en casa del otro pero con los demás no habían hablado. Jade muy en el fondo sabía que volvería a verse con los chicos, de nuevo juntos, al final del día eran los perdedores.

Jade se encontraba en su habitación mientras ideaba una forma de reunir a los chicos, pero un extraño ruido proveniente del piso de abajo interrumpe sus pensamientos. Se quedó quieta, conteniendo la respiración, escuchando atentamente. Otro ruido, esta vez más fuerte, hace que se levante de su silla, su corazón estaba acelerado.

Jade bajó las escaleras con cuidado, cada crujido del viejo piso de madera intensificando su nerviosismo. Al llegar al final de la escalera, se detiene en el umbral de la sala de estar. Las luces parpadean y el aire parece más frío, cargado de una presencia siniestra.

— ¿Hola? ¿Luke, eres tú?— preguntó.

El silencio es su única respuesta —Richie si eres tú te juro que te asesino— Jade avanzó lentamente, sus ojos intentaron ver algo más que solo las sombras. De repente, el televisor se encendió solo, mostrando estática y luego la grotesca cara de Pennywise, sonriendo maliciosamente desde la pantalla.

—¿Tienes miedo, Jade?—

—La verdad no, imbécil— Jade corrió hacia la puerta de la casa, pero una fuerza invisible la jaló, haciendo que cayera al suelo. La pelinegra intentó gritar pero el sonido se ahogó en su garganta mientras Pennywise salía de la pantalla, su figura distorsionándose y alargándose hasta que se encontró frente a ella.

—¿Qué quieres de mí?— su voz temblaba un poco.

— Solo quiero jugar, Jade. Vamos a divertirnos—

De repente, los muebles comenzaron a moverse y el suelo se abrío, revelando una oscuridad infinita. Jade se aferró a un mueble para no caer, pero Pennywise se acercó más, sus ojos poseían una luz amarilla.

El payaso al ver a la chica a punto de caer, comenzó a reirse, era una risa espeluznante que sonaba en toda la casa. Extiendió una mano con uñas largas y afiladas hacia Jade, tocando su rostro con una suavidad.

— Nos vamos a divertir mucho, Jade. Muy pronto— el payaso le hizo una cortada en la cara con su uña causando que su mejilla sangrara.

Con un último esfuerzo, Jade cerró los ojos y gritó con todas sus fuerzas. La casa comenzó a temblar y, de repente, todo se desvaneció. Jade cayó al suelo, jadeando, mientras el sudor estaba cubriendo su frente. Al abrir los ojos ve que la sala está tranquila, como si nada hubiera pasado. Cómo si todo hubiera sido una simple pesadilla.

Jade se levantó corriendo y tomó el teléfono —Estuvo aquí—  dijo por la bocina.

Unos minutos después Patrick llegó, su respiración era entrecortada y el miedo estaba pintado en su rostro. Se apresuró a entrar, llamando desesperadamente.

—¿Jade? ¿Dónde estás?—

—Aquí— dijo la pelinegra sentada en la cocina.

Patrick caminó rápido hacia el sonido de su voz y la vió ahí sentada, en el suelo mientras sostenía un pañuelo que ya estaba cubierto de sangre al igual que su mejilla, Patrick se arrodilló rápidamente a su lado, su expresión que era de terror cambió a una de preocupación.

—Dios, déjame ayudarte—

Sacó otro pañuelo de su bolsillo y lo presionó suavemente contra la herida en la mejilla de Jade, tratando de detener el sangrado.

—Pensé que iba a matarme, no entiendo, estaba sola y él pudo hacerlo... Pero hey, le importaba si tenía miedo, que considerado— dijo riendo.

—No lo hará, Jade. ¿Cómo puedes bromear en momentos así?— preguntó riendo.

—Es un don, querido— la joven guardó silencio por unos segundos —Tenemos que detenerlo antes de que se lleve a alguien más —

El jóven se levantó rápidamente y fue en busca el botiquín de primeros auxilios en el baño. Regresó con vendas, antiséptico y gasas. Mientras empezaba a limpiar la herida con delicadeza, Jade observaba el rostro de Patrick, viendo la mezcla de enfado, preocupación y ternura en sus ojos.

— Tenemos que llamar a los chicos—

Patrick terminó de limpiar la herida y comenzó a poner una pequeña curita en su mejilla. Sus manos, aunque firmes, temblaban ligeramente.

—Ahora no te preocupes por eso, no te volverá a tocar, eso te lo aseguro, no dejaré que te hagan daño— dijo mientras veía la herida —esto de limpiar tus heridas ya se está volviendo costumbre—

Jade asintió y sonrió, sintiendo un poco de alivio al ver la determinación en los ojos de Patrick.

La habitación, aunque aún impregnada de la sensación de peligro, parece un poco menos aterradora con Patrick ahí.

En otra parte del pueblo, Beverly estaba en su departamento, a punto de salir pero se vió interrumpida por su padre que estaba en el sillón frente a la puerta —¿Qué estás haciendo?—

—Nada, papi—

—Te arreglaste demasiado —

—No me arreglé, me visto así todos los días—

—Ven aquí — Beverly lo dudó por un momento pero camino hacia su padre.—Sabes que me preocupo por ti—

—Lo sé —

—La gente del pueblo me ha estado diciendo algunas cosas sobre ti, te estuviste escapando todo el verano con un grupo de chicos— al parecer todos habían omitido el hecho de que no era la única chica en el grupo.

—Son solo amigos, lo juro—

—Sé lo que piensan los chicos cuando te ven Bevvie, lo sé muy bien—

—Papá, me duele — dijo Beverly mirando su mano.

—¿Estás haciendo cosas de grandes en el bosque con esos chicos?—

—No, nada, no tienes de que preocuparte, lo juro— la voz de Beverly estaba llena de miedo.

—¿Qué es esto?— su padre le mostró la postal que Ben le había dado con un poema.

—No es nada, solo es un poema—

—¿Solo un poema? Pero lo escondiste en el cajón de la ropa interior ¿Por qué tenías que esconderlo ahí?— Beverly intentaba safarse del agarre del hombre—¿Aún eres mi niña?—

—No—

—¿Qué dijiste?—

—¡DIJE QUE NO!— Beverly cayó al suelo después de soltarse del agarre de su padre —¡ALÉJATE!— Ella soltaba patadas pero la fuerza de su padre era mayor, el hombre ya estaba encima de la chica.

—Esos chicos ¿Saben qué tú eres mi...— la pelirroja no dejó que terminara su frase pues le dió una patada justo en su entrepierna causando que el hombre gritara de dolor para después patear su rostro, Beverly salió corriendo a encerrarse al baño. De una patada el hombre abrió la puerta para ir por la chica, ella se encontraba en la bañera, siendo cubierta por la cortina, su padre corrió la cortina dejando ver a Beverly con la tapa del escudado con la cual lo golpeó provocando que el hombre cayera al suelo inconsciente, la cabeza del hombre sangraba.

Beverly se dió la vuelta para irse de ese lugar pero cuando lo hizo, el payaso estaba enfrente de ella y sostuvo su rostro.

Pasó un rato y Bill llegó a casa de Beverly notando todo el desastre que había debido a la pelea con su padre, el joven se acercó al baño al ver sangre en el piso viendo el cuerpo del señor tirado ahí, Bill de la impresión comenzó a retroceder hasta topar con el cuarto de la chica, en el techo un mensaje con sangre estaba escrito "Mueres si lo intentas" eso fue suficiente para que Bill saliera corriendo en busca de sus amigos.

Prejudices (Patrick Hockstetter)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora