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Después de estar un tiempo en la piscina decidí dejar solos a Kuroko y Momoi. Me sentía cansada por lo que solo me puse los pantalones, la camiseta de Aomine no estaba mojada así que no había problema en llevarla

No sabía a dónde ir por lo que decidí caminar un poco, el sonido de la pelota impactar el suelo llamó mi atención ¿habrá una cancha de baloncesto cerca de aquí?

Seguí el sonido y efectivamente había una cancha lo que me sorprendía era quienes estaban allí. Aomine botaba la pelota mientras Kagami intentaba detenerlo entre los dos el segundo parecía el más cansado. Aomine lo pasó a una gran velocidad y marcó, el pelirrojo se veía impactado

—Aomine—lo llamé cuando llegué a la puerta—Ni se te ocurra—dije molesta al saber cómo le restregaría la victoria en la cara, el moreno chasqueó los dientes para mirarme pero a los segundos desvío la mirada—Vámonos—lo cogí por el cuello de su ropa para arrastrarlo y recogí su abrigo—Kagami-kun, me disculpo ante cualquier ofensa o problema que te halla causado

—Oye yo no hecho nada malo

—Tú te callas—ordené, él me hizo caso y lo seguí arrastrando—¿Y? ¿Te divertiste?—pregunté soltándolo cuando ya estábamos lejos

—Para nada—respondió desinteresado, de pronto me sentí algo débil pero lo dejé pasar. Él me miró y frunció levemente el ceño y acercó lentamente su gran mano hacia mí, he de decir que se sintió raro su cálida mano acercándose a mi cuello

—Pervertido—el detuvo lo que estaba haciendo—No me gusta el sadomasoquismo

—No, no es eso—separó su mano antes de que pudiera darle un manotazo, sin embargo sus dedos tocaron los costados de mi cuello haciendo que me recorra un escalofrío—Los costados de tu cuello están hinchados

—¿Como puedes saber eso?—pregunté cruzándome de brazos, es mejor no sacar ningún detalle sobre mi problema

—Porque siempre te estoy viendo—sentí mi cara enrojecer, mi corazón enfermo latió con fuerza—No has engordado porque esas siguen iguales—y ahí murió mi sonrojo, le pateé molesta la pierna—¿A que viene eso?

—¡Muérete!—grite para seguir mi camino. Quería llorar del enojo y yo que pensé que Aomine estaba siendo lindo

No sabía que había empezado a correr pero el me detuvo pegándome a su pecho

—Oye, cálmate. No te ves bien—dijo levantando mi rostro—estaba hiperventilando y mi pecho dolía, sentía mi corazón estrujarse y como los pulmones parecían no querer funcionar—Siéntate un rato—iba a moverme pero para mi sorpresa el me cargó, me sonrojé mientras el caminaba y me dejaba en un banco—Oye ¿Tienes fiebre?—puso su mano en mi frente comprobando mi temperatura y mi sonrojo aumentó—Más bien estás congelada

Su mano caliente desapareció y cerré los ojos intentando calmarme busque en mi bolso las pastillas. Aunque creo que estos son nuevos síntomas, a los segundos vi una lata de jugo de arándano frente a mí

—¿Qué?

—Bebételo, tal vez tengas fatiga o algo—se sentó a mi lado, asintí para abrir la lata azul para beber un poco el contenido

—Gracias—el solo asintió mirando hacia otro lugar. Tal vez pueda invitarlo a mi casa, mi mamá estará allá y todavía es temprano—Aomine ¿quieres ir a mi casa?—el chico me miró sorprendido y se atragantó con su propia saliva, le extendí la lata y el con rapidez la bebió—No tienes que ir si no quieres

—¿Por qué?—me encogí de hombros

—Mis padres quieren conocerte y no le vi problema ya que yo ya conocí a tus padres—él se sonrojó y volteó la cabeza

—¿Que le dijiste a tus padres sobre mí?—preguntó nervioso. Lo miré con los ojos abiertos Aomine estaba nervioso, se va a acabar el mundo. Sin darle muchas vueltas le tiré una foto sobresaltándolo—¿Por qué hiciste eso?

—Lo siento pero no pude evitarlo. Te veías muy lindo—le sonreí llevando el teléfono cerca de mi ante cualquier acción del chico.

Cerré los ojos sonriendo aún así la cara de Aomine seguía vigente en mis retinas. Escuché el click de una cámara y abrí los ojos, Aomine estaba con su teléfono en la mano mirándome con una sonrisa confiada

—Ahora estamos a mano—asentí desorientada, no entiendo lo que quiso decir. Me levanté y me puse delante de él

—¿Entonces irás a mi casa?—respiró profundamente para asentir, le sonreí estirando mi mano, él la miró dudoso—No quiero que te pierdas y que tampoco te escabullas a comprarte tus revistas—sabía que por mi casa había una tienda de convivencia donde hay un sector para adultos. Aomine hizo una mueca pero al final tomó mi mano, la suya cubría la mía completamente. Sonreí ante eso—Me encantan tus manos—solté para empezar a caminar, sentí como se tensó probablemente se haya sobresaltado

Caminamos hacia mi casa, recibí un mensaje de Momoi diciendo que tuvo una charla larga con Kuroko y que él la llevó a casa. Bueno ese chico parecía ser una buena persona, tuve que hacer fuerza para que Aomine no entrara a la tienda de convivencia

Todo el que pasará por allí se reiría de cómo una chica de metro sesenta y ocho siendo arrastrada por un moreno de metro noventa. Bufé para patear una de sus piernas y cuando el se quejó aproveche para arrastrarlo yo, él se quejaba de que lo dejara ver a su querida Mai-chan. Si resulta que la revista de su querida vaca estaba en el cristal en primera plana, las mujeres deberían de poner una queja ante eso, los niños pasan con frecuencia por esa calle

—¡Ya cállate! ¡Si te sigues quejando voy a quemar todas las revistas que tienes en tu habitación!—le grité molesta y él se quedó estático, sabía que sí era capaz de hacerlo

—Chicos por qué no entran y terminan su pelea con el estómago lleno—miré a mi madre quien nos miraba divertida recostada en el marco ¿en que momento llegamos a mi casa?

—Oh mamá—dije soltando al chico y este se quedó sorprendido

—¡Que joven!—exclamó y lo volví a patear

—Tu madre también es joven—caminé hacia la puerta mientras escuchaba sus quejas—Puedes entrar, nadie va a comerte—caminó sin despegar su mirada de la mía hasta que traspasó la puerta donde yo estaba apoyada. Cerré la puerta y avancé a la sala donde Aomine estaba siendo observado desde todos los ángulos por mi madre

—Eres muy apuesto—dijo después de su observación nivel acosadora. El chico se sobresaltó

—Mamá lo estás incomodando—le dije acercándome a ellos

—Solo estoy siendo sincera—se acercó a susurrarme—Tienes buenos gustos—suspiré cansada. La verdad es que estoy aliviada de llegar antes de que su escaneo termine solo mi padre sabría lo que saldría de su boca—Bien, voy a terminar de preparar una merienda. Aomine-kun siéntete como en casa

—Que no se atreva—lo miré molesta sabiendo que si le daba rienda suelta a la bestia lo iba lamentar mucho—Vamos a mi habitación—escuchamos un estruendo en la cocina

—Sabía que esto pasaría—ese fue el susurro no tan susurro de mi madre—Escondí los condones en tu gaveta

—¡Mamá!—exclamé más roja que un tómate, ella se rió y miré avergonzada a Aomine para mi sorpresa el también estaba avergonzado—Olvidate de eso—le cogí la mano y lo llevé a mi habitación—Lo siento por eso—el no respondió por lo que me acerqué a él—Aomine es la primera vez que te veo avergonzado con el tema del sexo

—¿Y qué?

—Con lo pervertido que eres—me encogí de hombros, nos quedamos unos minutos en silencio incómodo por lo que él se acercó a mí gaveta—Ni se te ocurra—corrí hacia él cerrando la gaveta, Aomine me miró y me perdí en sus ojos azules y poco a poco nos fuimos acercando, mis ojos bajaron a sus labios

—Ya llegué—escuché la voz de mi padre haciendo que salga del mundo en el que me había metido, me lamí los labios secos para separarme un poco mirando a otro lado

—Llegó mi papá—dije y vi como sus hombros se tensaron, solté una risita ante eso

Domando a la panteraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora