Otoño I

4 1 0
                                    

El otoño había llegado con sus hojas doradas y aire fresco, tiñendo el paisaje de una melancolía serena. Los chicos se reunieron para ensayar en el garaje de Camilo, un lugar que se había convertido en su refugio musical. Esteban estaba de un humor excepcionalmente bueno, irradiando una alegría contagiosa que no pasó desapercibida.

Antes de comenzar el ensayo, mientras afinaban sus instrumentos y se preparaban, Camilo miró a Esteban con curiosidad.

—Oye, Esteban, ¿por qué no fuiste el viernes a jugar Mortal Kombat? —preguntó Camilo, dándole un codazo amistoso—. Nos dijiste que estabas ocupado, pero no nos dijiste qué estabas haciendo.

Esteban sonrió con una satisfacción evidente.—Salí con Sofía —respondió, con una chispa en los ojos—. La llevé a tomar helado y creo que la tengo vuelta loca. Se sonrojaba todo el tiempo y creo que está interesada en mí. Es increíble, chicos, creo que ella es la indicada.

Ignacio, que había estado ajustando su guitarra, sintió como si un puñal se clavara en su corazón. La confesión de Esteban lo dejó abatido, con los hombros encorvados y la mirada perdida en el suelo. La imagen de Sofía riendo y sonrojándose con Esteban bajo la lluvia lo atormentaba.

—Genial, Esteban. Me alegra por ti —murmuró Ignacio, tratando de mantener la compostura, aunque su voz traicionaba la tristeza que lo consumía por dentro.Andrés, observando la expresión abatida de Ignacio y la euforia de Esteban, decidió intervenir antes de que las cosas empeoraran.

—Chicos, vamos a concentrarnos en el ensayo —dijo Andrés, con firmeza—. Tenemos el concurso de talentos en unos días  y necesitamos estar al cien por ciento.

El comentario de Andrés sirvió como una distracción temporal, pero no pudo eliminar el dolor que sentía Ignacio. En su mente, comenzó a generar distancia de Sofía, convenciéndose de que debía olvidarla para protegerse de más sufrimiento.

Mientras tocaban las primeras notas de su ensayo, la música llenaba el garaje, pero la mente de Ignacio estaba lejos, perdida en un mar de pensamientos oscuros y sentimientos encontrados. Cada acorde resonaba con una tristeza latente, reflejando la batalla interna que libraba.Esteban, por su parte, seguía inmerso en su propio mundo, ajeno a la tormenta emocional que había desatado en su amigo. La alegría que sentía por su posible romance con Sofía lo cegaba a la realidad que se desplegaba ante él.

Andrés, decidido a ayudar a su amigo, planeaba en silencio cómo abordar la situación. Sabía que Ignacio necesitaba apoyo y, aunque no era el más hábil para manejar estos temas, su lealtad y preocupación por Ignacio lo impulsaban a actuar.

El ensayo continuó, con la música como único testigo de los corazones en conflicto. Los acordes de las canciones llenaban el aire otoñal, mientras las hojas caían lentamente, como metáforas silenciosas del amor y la desilusión que marcaban la vida de Ignacio en ese momento.

El ensayo estaba en pleno apogeo cuando comenzaron a tocar "The Reason" de Hoobastank. Ignacio, a pesar del dolor en su corazón, puso todo su empeño en la interpretación, dejando que las palabras y la melodía canalizaran sus emociones. La voz de Ignacio resonaba con una intensidad que conmovía, cada nota cargada de la confusión y el dolor que sentía por dentro.En ese preciso momento, las chicas llegaron al garaje. Sofía, con su cabello recogido en una coleta alta, se quedó maravillada al ver y escuchar a Ignacio. La pasión con la que cantaba y tocaba la guitarra la dejó hipnotizada, su admiración por él creciendo con cada acorde.

Ignacio, consciente de la presencia de Sofía, decidió ignorarla deliberadamente. Se obligó a no mirarla, manteniendo la vista fija en sus compañeros de banda o en los acordes de su guitarra. La herida aún fresca por las palabras de Esteban lo impulsaba a crear esa distancia, a protegerse del dolor que sentía.

Notas de un Cielo AnaranjadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora