Verano VII

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La profesora Ester, quien dictaba la catedra de Lengua y literatura, anunció la tarea con su característica seriedad, dejando un silencio expectante en el aula. Era una mujer de estatura promedio para el país. Tenia el pelo largo rubio y ojos marrones que transmitían la seguridad de la experiencia. Era seria, al grado que a veces solía caer muy mal, pero mantenía el respeto de todos con su conocimiento y temperamento voluble.

—Bien, chicos, para este trabajo en equipos de tres, voy a asignar los grupos yo misma —anunció, mientras hojeaba una lista en su escritorio—. Ignacio, Martina y Escarlet, ustedes formarán un equipo.

Ignacio, alto y de cabello oscuro, asintió con calma, mirando a Martina y Escarlet con curiosidad. Martina, con su cabello pelirrojo y ondulado, sonrió satisfecha, sintiendo que esta era una oportunidad para acercarse más a Ignacio. Escarlet, una chica rubia, bajita y delgada, con una energía intensa que la hacía destacar, se mostró intrigada y comenzó a hablar rápidamente.

—¡Perfecto! ¡Estoy emocionada por trabajar juntos! —exclamó Escarlet, sus ojos brillando de entusiasmo.

En otro rincón del aula, Esteban, un chico de estatura media con cabello castaño y una sonrisa fácil, compartió una mirada de complicidad con Sofía y Camilo cuando la profesora anunció su equipo. Sofía, con su largo cabello oscuro recogido en una cola y sus penetrantes ojos verdes, sonrió radiante, mostrando su emoción por la tarea.

—¿Qué te parece, Esteban? ¡Vamos a arrasar en este trabajo! —dijo Sofía, con una sonrisa confiada.

Camilo, con su habitual actitud despreocupada y las baquetas siempre a mano, asintió con entusiasmo.

—Esto va a ser divertido —comentó Camilo, girando una de sus baquetas en los dedos.

Por otro lado, Andrés, con su cabello largo y su expresión generalmente seria, frunció el ceño ligeramente al escuchar la composición de su equipo, pero luego se encogió de hombros con indiferencia.

—Supongo que nos las arreglaremos —murmuró Andrés, con su tono habitual de desinterés.

Pedro, un joven alto y atlético con una sonrisa despreocupada, era conocido por ser un excelente jugador de fútbol. Su energía positiva contrastaba con la naturaleza callada de Laura, una chica alta, de piel pálida y cabello lacio. Laura raramente hablaba en clase, pero su inteligencia y capacidad de observación no pasaban desapercibidas.

—Esto será interesante —dijo Pedro, mirando a sus compañeros de equipo con optimismo.

Laura simplemente asintió con calma, su expresión serena y reservada.

La profesora Ester continuó dando instrucciones sobre el trabajo, detallando los objetivos y las expectativas. En el aire flotaba la emoción y la anticipación de lo que estos equipos podrían lograr juntos. Cada grupo tenía su propia dinámica única, pero todos compartían el objetivo común de completar la tarea con éxito y aprender en el proceso.

En la tarde, los equipos se reunieron para comenzar a trabajar en el proyecto. Ignacio, Martina y Escarlet decidieron encontrarse en la casa de Martina, ya que su padre estaba trabajando y tendrían el lugar para ellos solos. Al llegar, fueron recibidos por Larry, el simpático pug de Martina, que correteaba alegremente por la casa.


—¡Hola, Larry! —saludó Ignacio, agachándose para acariciar al perro.


—Ignacio, ¿quieres algo de beber? —preguntó Martina, tratando de mantener la compostura a pesar de la creciente tensión que sentía.


Notas de un Cielo AnaranjadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora