Otoño VIII

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Ignacio estaba en el patio de su casa, cortando leña. El sonido rítmico del hacha al golpear la madera resonaba en el aire frío del otoño. Una suave brisa hacía que las hojas caídas crujieran bajo sus pies. De fondo, se escuchaba "See You on the Other Side" de Ozzy Osbourne, una canción que siempre había encontrado extrañamente reconfortante. El otoño estaba volviéndose helado, pero a Ignacio no le importaba; el trabajo físico le ayudaba a despejar su mente.

De repente, escuchó pasos ligeros acercándose. Levantó la vista y vio a Martina, que se acercaba con una sonrisa tímida.

—Hola, Ignacio —dijo ella suavemente, su voz apenas audible sobre la música y el crujido de las hojas.

Ignacio le devolvió la sonrisa, dejando el hacha a un lado y quitándose los guantes de trabajo.

—Hola, Martina. Qué sorpresa verte por aquí —respondió de forma alegremente sarcástica.

Martina se detuvo cerca de él, sus mejillas ligeramente enrojecidas por el frío y por el esfuerzo de mantener la calma. Se miraron por un momento en silencio, disfrutando de la compañía mutua.

—Estás hermosa hoy —dijo Ignacio finalmente, rompiendo el silencio.

Martina se sonrojó aún más, pero sus ojos brillaron de alegría.

—Gracias —respondió, sentándose en una banca cercana con los pies colgando—. 

Antes de que pudieran continuar su conversación, el padre de Martina apareció moviendose dirección a la salida de la villa, llevando una chaqueta y una gorra. Tenía una sonrisa en el rostro, una que no había visto en mucho tiempo.

—¡Hola, chicos! —saludó con entusiasmo—. Quería decirles que conseguí un nuevo trabajo. Finalmente algo estable.

Martina se levantó de la banca, sorprendida y feliz.

—¡Papá, eso es increíble! —exclamó, corriendo hacia él para darle un abrazo.

Ignacio sonrió, contento por la buena noticia.

—Felicidades, señor —dijo sinceramente.

El padre de Martina se volvió hacia ellos, manteniendo su sonrisa.

—Gracias, Ignacio. Y para celebrarlo, he pedido unas pizzas para ustedes dos. Quiero que las disfruten. Yo no estaré esta noche, pero quería que tuvieran una buena cena juntos —dijo, entregándole a Martina una caja con las pizzas.

Martina miró a su padre con gratitud, luego a Ignacio, quien le devolvió la mirada con una sonrisa cálida.

—Gracias, papá. Disfrutaremos de las pizzas y celebraremos tu nuevo trabajo en tu honor —dijo Martina, abrazando la caja de pizzas.

El padre de Martina les dio una última sonrisa antes de despedirse y salir hacia su nuevo trabajo. Los dejó a los dos en el patio, bajo el cielo gris del otoño, rodeados por el aire frío y las hojas caídas.

—Ignacio. Nada de propasarte con mi pequeña eh—. Dijo el padre con tono entre jocoso y serio

—Bueno. No se preocupe—. Contesto nervioso y avergonzado — Parece que tenemos una pequeña fiesta improvisada —dijo Ignacio, acercándose a Martina y tomando una de las cajas de pizza—. Vamos adentro. No quiero que te congeles aquí fuera.

Martina asintió y, juntos, entraron a la casa para disfrutar de una cena cálida y celebrar las pequeñas victorias en medio de las dificultades. Sentados en la cocina, con la música de fondo y el aroma de la pizza llenando el aire, se dieron cuenta de que, a pesar de todo, había momentos en los que la vida podía ser simple y buena

Martina propuso ver "Thor", una película que había salido recientemente y que ambos estaban ansiosos por ver. Con las pizzas recién servidas en platos y el ambiente cálido y acogedor del otoño a su alrededor, se sentaron en el sofá, listos para disfrutar de la noche.

—Me alegra que hayas sugerido esta película. Ni idea como la conseguiste —dijo Ignacio, sonriendo mientras tomaba una porción de pizza—. No había tenido tiempo de verla, y siempre quise hacerlo.

Martina asintió, tomando su propia porción de pizza y acomodándose más cerca de él.

—Sí, he escuchado que es muy buena —respondió Martina—. Además, creo que necesitamos algo de entretenimiento después de todo lo que ha pasado.

Mientras la película comenzaba, los dos se relajaron, dejando que la historia los envolviera. Durante una pausa en la acción, Ignacio miró a Martina con una expresión sincera en su rostro.

—Estoy realmente feliz de compartir este momento contigo —dijo, su voz suave y genuina—. Siempre soñé con tener un momento así, y me alegra que sea contigo con quien tenga esta primera experiencia.

Martina se giró para mirarlo, sus ojos reflejando la luz de la pantalla y una profunda emoción.

—Yo también estoy feliz, Ignacio —respondió, su voz temblando ligeramente—. Ha sido difícil soportar todo lo que ha pasado, pero ahora mismo, estando aquí contigo, siento que todo va a estar bien.

Terminaron de comer mientras la película avanzaba, sus manos rozándose de vez en cuando en el plato de pizza. La tensión en el aire era palpable, y a medida que la película se desarrollaba, Martina sintió una oleada de emociones que no pudo contener por más tiempo.

De repente, se volvió hacia Ignacio, sus ojos brillando con una intensidad que él no había visto antes. Sin decir una palabra, Martina se acercó y lo besó. El beso fue profundo y lleno de todo el amor, la tristeza y resiliencia que había estado guardando dentro de ella. Ignacio, sorprendido al principio, respondió con igual pasión, envolviendo sus brazos alrededor de ella y atrayéndola más cerca.

El mundo exterior desapareció mientras sus labios se encontraban, cada beso más ardiente que el anterior. Se perdieron en el momento, olvidando la película que seguía reproduciéndose en el fondo y el frío otoño afuera. Todo lo que importaba era que, en ese instante, se tenían el uno al otro, y nada más.

Finalmente, se separaron, ambos respirando con dificultad, sus frentes apoyadas una contra la otra.

—Ignacio —susurró Martina, sus ojos cerrados y su voz temblorosa—. Gracias por estar aquí para mí.

—Siempre estaré aquí para ti, Martina —respondió Ignacio, su voz firme y sincera—. Pase lo que pase.

A medida que la película avanzaba, la tensión entre ellos se hizo más palpable. Martina se acomodó más cerca de Ignacio, sus cuerpos casi tocándose. La sensación de cercanía y el calor compartido hicieron que el ambiente se cargara de una electricidad sutil pero innegable.

Ignacio miró a Martina y sintió una oleada de deseo, mezclada con la confusión y el dolor que aún llevaba dentro. Sus miradas se encontraron y, sin pensarlo, se inclinó hacia ella, sus labios encontrándose una vez más en un beso profundo y apasionado.

Martina respondió con igual intensidad, sus manos explorando el contorno de su espalda mientras el beso se volvía cada vez más urgente. Sin embargo, una pequeña voz en la cabeza de Ignacio lo hizo detenerse. Se apartó ligeramente, respirando con dificultad, tratando de aclarar sus pensamientos.

—Martina... —murmuró, su voz ronca por la emoción—. No sé si esto es lo correcto.

Martina lo miró, sus ojos llenos de comprensión y deseo a partes iguales.

—Ignacio, no tenemos que hacer nada que no queramos —dijo suavemente, acariciando su mejilla—. Solo quiero estar contigo, de la forma que sea.

Ignacio asintió, agradecido por su comprensión. Se abrazaron con fuerza, sintiendo el calor y el consuelo de tenerse el uno al otro en ese momento. La tensión sensual entre ellos no desapareció por completo, pero quedó en un segundo plano mientras se concentraban en disfrutar de la compañía mutua y la película que seguía reproduciéndose en el fondo.

Martina se acurrucó contra él, y juntos encontraron una paz momentánea, sabiendo que aún tenían mucho que resolver, pero dispuestos a enfrentar lo que viniera juntos.

Notas de un Cielo AnaranjadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora