Andrés caminaba por el supermercado, pensando en lo que había pasado últimamente. Las complicaciones amorosas y la tensión en su grupo de amigos lo tenían distraído. Mientras buscaba algo de comer, se encontró con Laura, quien estaba examinando cuidadosamente una estantería de galletas.
—¡Hey, Laura! —la saludó Andrés con una sonrisa—. ¿Cómo estás?
Laura se sobresaltó ligeramente antes de devolverle la sonrisa.
—¡Hola, Andrés! Estoy bien, gracias. Solo haciendo unas compras para la casa. ¿Y tú?
—Lo mismo, solo que buscando algo que me saque de mi aburrimiento —respondió él con una sonrisa irónica—. ¿Te importa si te acompaño?
—Claro que no —respondió Laura, tratando de ocultar su emoción.
Mientras recorrían los pasillos del supermercado, Andrés no podía evitar hacer comentarios irónicos sobre los productos que veían.
—Mira esto —dijo, sosteniendo una caja de cereales con un dinosaurio en la portada—. ¿A quién se le ocurre que necesitamos más dinosaurios en nuestras vidas?
Laura se rió, encantada por la capacidad de Andrés de encontrar humor en cualquier situación.
—Supongo que a alguien que piensa que los cereales no son suficientemente emocionantes por sí solos —respondió ella, siguiendo su broma.
Continuaron caminando y bromeando, disfrutando de la compañía del otro. Laura se sorprendió de lo fácil que era hablar con Andrés, a pesar de su sarcasmo y su aparente frialdad.
—¿Sabes? —dijo Laura, después de un momento de silencio—. He estado pensando mucho en lo que está pasando con Sofía y Martina.
—¿Ah, sí? —respondió Andrés, levantando una ceja—. ¿Qué piensas?
—No me gusta cómo Sofía ha estado tratando a Martina —admitió Laura—. Sé que está dolida, pero no creo que sea justo descargar toda su rabia sobre Martina. Ella también está pasando por muchas cosas.
Andrés asintió, comprendiendo su punto de vista.
—Estoy de acuerdo. De hecho, estaba pensando en pedirte un favor —dijo, mirándola seriamente—. ¿Podrías hablar con Sofía? Intentar hacerle ver las cosas desde otra perspectiva. Tal vez puedas ayudarla a entender que Martina no es la villana en esta historia.
Laura se quedó pensativa por un momento. Sabía que tenía razón y que, en el fondo, quería ayudar. Pero también sabía que lo haría en parte porque no podía resistirse a Andrés.
—Claro, lo haré —dijo finalmente, sonriendo levemente—. Hablaré con ella. Espero poder ayudar a calmar las cosas.
—Gracias, Laura. Sabía que podía contar contigo —respondió Andrés, agradecido.
Llegaron a la sección de chocolates y Andrés tomó dos barras, una para cada uno.
—Toma, es lo mínimo que puedo hacer por tu ayuda —dijo, entregándole una barra de chocolate.
Laura quedó impactada y casi emocionada por el gesto. No podía creer que Andrés, quien siempre parecía tan distante y cínico, le estuviera dando algo. Era la primera vez que le daba algo, y el gesto significaba mucho para ella.
—Gracias, Andrés —dijo, su voz reflejando su sorpresa y gratitud.
—De nada —respondió él con una sonrisa—. Es solo un chocolate, pero me alegra que te haga feliz.
Continuaron sus compras juntos, con Laura sintiendo una calidez en su corazón que no había sentido en mucho tiempo. Mientras se dirigían a la caja para pagar, siguieron hablando y bromeando, disfrutando de la compañía del otro.
Laura, con su barra de chocolate en la mano, se sentía más decidida que nunca a ayudar a Sofía y Martina a resolver sus diferencias. Sabía que con el apoyo de Andrés, podría hacer una diferencia. Y aunque no lo dijera en voz alta, estaba agradecida por haber encontrado un amigo en él, alguien que la hacía sentir valorada y especial.
Mientras Andrés y Laura salían del supermercado, disfrutando del aire fresco y el sol de la tarde, seguían hablando y riendo sobre cosas triviales. Se sentían cómodos en la compañía del otro, compartiendo momentos de ligera diversión después de un día lleno de emociones.
A medida que caminaban por la calle, pasaron por una plaza donde dos niños pequeños jugaban cerca de un columpio. Al ver a Andrés y Laura caminar juntos, uno de los niños se burló, señalándolos.
—¡Mira, son novios! —dijo el niño, riendo.
El otro niño, notando la diferencia de altura entre Laura y Andrés, respondió rápidamente con una risa burlona.
—¿Cómo van a ser novios si ella es tan alta y él es un enano?
Las palabras de los niños golpearon a Andrés como una bofetada. Aunque intentó mantener una fachada indiferente, no pudo evitar sentir un nudo en el estómago. La inseguridad que siempre había sentido sobre su altura y su apariencia física se intensificó en ese momento. Sin poder disimular del todo, su expresión se tornó un poco más seria y su mirada se desvió hacia el suelo.
Laura, notando el cambio en Andrés, sintió una mezcla de rabia y tristeza por lo que acababan de decir los niños. Quiso defenderlo, decir algo que aliviara la herida que claramente le habían causado. Sin pensarlo mucho, dejó que sus sentimientos hablaran por ella.
—Ellos no entienden nada —dijo Laura, mirándolo a los ojos—. Andrés, yo sí estaría contigo.
En cuanto las palabras salieron de su boca, Laura se dio cuenta de lo que había revelado. Su rostro se sonrojó instantáneamente, y una ola de vergüenza la invadió. Nunca había sido tan directa sobre sus sentimientos y ahora lo había dicho sin pensar. Andrés levantó la vista, sorprendido por la declaración de Laura. Por un momento, ambos quedaron en silencio, sin saber cómo reaccionar.
El silencio entre ellos se hizo palpable, mientras sus rostros se teñían de un profundo rubor. Laura se mordió el labio, tratando de encontrar las palabras adecuadas para romper la tensión, pero no pudo evitar sentirse expuesta y vulnerable. Andrés, por su parte, no estaba seguro de cómo responder. La confesión de Laura le había sorprendido, y aunque sentía una calidez en su pecho al escuchar sus palabras, también estaba abrumado por la intensidad del momento.
Finalmente, Andrés rompió el silencio, su voz suave y titubeante.
—Laura, yo... —empezó a decir, pero no encontró las palabras adecuadas para continuar.
Laura, sintiéndose más avergonzada que nunca, bajó la mirada y apretó la barra de chocolate en su mano.
—No tienes que decir nada —dijo rápidamente, tratando de aligerar la situación—. Solo quise decir que... bueno, que eres una persona increíble y... ya sabes.
Andrés asintió, todavía tratando de procesar lo que había pasado.
—Gracias, Laura —dijo finalmente, su voz llena de sinceridad—. Significa mucho para mí.
Decidieron seguir caminando en silencio, ambos sumidos en sus propios pensamientos y sentimientos. La vergüenza y la incomodidad comenzaron a desvanecerse, reemplazadas por una nueva comprensión y conexión entre ellos. Aunque el momento había sido incómodo, también había abierto una puerta a una nueva fase en su relación, una en la que ambos se veían bajo una nueva luz.
Caminaron juntos el resto del camino, compartiendo sonrisas tímidas y miradas furtivas, conscientes de que algo había cambiado entre ellos.
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Notas de un Cielo Anaranjado
RomanceEn un rincón olvidado por el tiempo, donde la música se entrelaza con el susurro de las hojas y el latido de las estaciones, nace una historia que desafía los límites del destino y la memoria. Ignacio, un joven músico, se encuentra atrapado en el ec...