Otoño IX

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Esteban llegó a la casa de Sofía justo al atardecer, cuando el cielo comenzaba a teñirse de tonos anaranjados y rosados. Se detuvo frente a la puerta, nervioso pero decidido, y tocó el timbre. Unos segundos después, Sofía abrió la puerta, esbozando una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—¡Hola, Esteban! —dijo con entusiasmo fingido—. ¿Cómo estás?

—Hola, Sofía. Estoy bien, gracias. ¿Te gustaría salir a dar un paseo? —preguntó Esteban, esperando con ansiedad su respuesta.

Sofía dudó por un instante, pero rápidamente ocultó su vacilación detrás de una sonrisa.

—Claro, me encantaría —respondió, tomando su chaqueta del perchero y cerrando la puerta detrás de ella.

Mientras caminaban por las calles tranquilas del vecindario, Sofía hacía un esfuerzo consciente por mantener la conversación ligera y animada. Hablaban de sus clases, amigos y planes para el fin de semana, pero por dentro, sus pensamientos estaban lejos, centrados en Ignacio y el tumulto emocional que sentía cada vez que pensaba en él.

Esteban, por su parte, no podía evitar sentirse feliz de estar con ella. Admiraba su risa, aunque sabía que a veces no alcanzaba sus ojos, y disfrutaba de cada momento que pasaban juntos, convencido de que con el tiempo, ella llegaría a verlo de la misma manera que él la veía a ella.

—¿Te gustaría ir a tomar algo? ¿Un cafecito? ¿Quizá un té? —preguntó Esteban, esperando alargar su tiempo juntos.

—Sí, suena bien —respondió Sofía, esforzándose por mantener su tono alegre.

Entraron en una pequeña cafetería del barrio, y se sentaron en una mesa junto a la ventana. Esteban pidió un café, mientras que Sofía optó por un té helado. La conversación continuó, pero Sofía no podía evitar que su mente divagara hacia Ignacio y todo lo que había sucedido entre ellos.

De repente, Esteban tomó su mano sobre la mesa, mirándola a los ojos con seriedad.

—Sofía, sé que algo te está molestando. Puedes hablar conmigo, lo sabes, ¿verdad?

Sofía tragó saliva y forzó una sonrisa.

—Gracias, Esteban. Solo estoy un poco cansada, eso es todo.

Esteban asintió, aunque no estaba del todo convencido. Decidió no presionarla más, cambiando de tema para hablar sobre sus próximas prácticas de fútbol y las actividades del colegio.

Mientras hablaban, Sofía no podía evitar comparar la sensación de estar con Esteban con la que sentía cuando estaba con Ignacio. Con Esteban, todo parecía correcto en la superficie, pero carecía de la profundidad emocional que tenía con Ignacio. Sin embargo, seguía fingiendo alegría, esperando que, de alguna manera, podría dejar de pensar en Ignacio y empezar a sentir algo real por Esteban.

Cuando la noche comenzó a caer, Esteban la acompañó de regreso a su casa. Se despidieron en la puerta, y Sofía le dio un abrazo rápido.

—Gracias por esta tarde, Esteban. La pasé bien —dijo, sonriendo.

—Me alegra oír eso, Sofía. Siempre me hace feliz pasar tiempo contigo —respondió Esteban, devolviendo la sonrisa.

Sofía entró en su casa, cerrando la puerta detrás de ella y apoyándose contra ella por un momento. Suspiró profundamente, sintiendo el peso de la tristeza y la confusión. Caminó hacia su habitación, donde se sentó en la cama y dejó que sus pensamientos volvieran a Ignacio. Aunque había pasado la tarde con Esteban, su corazón seguía perteneciendo a Ignacio, y no podía evitar preguntarse cómo todo había salido tan mal.

Mientras Esteban caminaba de regreso a su casa, sumido en sus pensamientos, escuchó pasos apresurados detrás de él. Giró la cabeza y vio a Sofía corriendo hacia él, con la respiración entrecortada y una expresión que mezclaba determinación y algo más que no podía descifrar.

—¡Sofía! —exclamó Esteban, sorprendido—. ¿Qué pasa?

Sofía se detuvo frente a él, respirando con dificultad. Durante unos segundos, no dijo nada, solo lo miró intensamente, como si estuviera luchando internamente.

—Esteban —comenzó, con la voz temblorosa—, he estado pensando mucho y... quiero que seamos novios. Quiero intentarlo contigo.

Las palabras salieron precipitadamente, pero con una firmeza que dejó a Esteban sin palabras. Su rostro se iluminó con una mezcla de incredulidad y alegría.

—¿En serio? —preguntó, apenas pudiendo contener su emoción—. ¿Estás segura, Sofía?

Sofía asintió, aunque por dentro su corazón se encogía con cada segundo que pasaba.

—Sí, estoy segura —respondió, esforzándose por mantener la apariencia de felicidad—. Creo que podemos ser muy felices juntos.

Esteban no pudo contenerse más y la abrazó con fuerza, levantándola ligeramente del suelo. Sofía correspondió al abrazo, aunque por dentro se sentía como si estuviera traicionando algo muy profundo dentro de sí misma. Cuando Esteban la soltó, la miró a los ojos con una intensidad que ella apenas podía soportar.

—Sofía, esto es increíble. Prometo que haré todo lo posible para que seas feliz —dijo, su voz llena de sincera emoción.

Antes de que pudiera responder, Esteban la besó. Fue un beso lleno de esperanza y emoción por parte de Esteban, pero para Sofía, fue una tortura emocional. Mientras sus labios se encontraban, Sofía sentía cómo se rompía un poco más por dentro. Sabía que estaba usando a Esteban, pero la rabia y el deseo de vengarse de Ignacio la impulsaban a seguir adelante.

Finalmente, se separaron y Esteban la miró con una sonrisa amplia y radiante.

—Gracias, Sofía. Esto significa mucho para mí —dijo, sosteniendo su mano.

—A mí también —respondió ella, forzando una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

Mientras caminaban juntos de regreso a sus respectivas casas, Esteban no dejaba de hablar sobre sus planes y sueños, ahora que estaban juntos. Sofía, por otro lado, solo asentía y respondía cuando era necesario, sintiendo cómo cada paso que daba al lado de Esteban la alejaba más de sus verdaderos sentimientos.

Esa noche, al llegar a casa, Sofía se encerró en su habitación y se dejó caer sobre la cama. Lágrimas silenciosas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras se preguntaba en qué momento su vida se había vuelto tan complicada. Había querido vengarse de Ignacio, pero ahora que lo había hecho, se sentía aún peor.

Esteban, por su parte, se fue a dormir con una sonrisa en los labios, convencido de que su vida estaba a punto de mejorar con Sofía a su lado. No sabía que detrás de la aparente felicidad de Sofía se escondía un corazón herido y lleno de contradicciones.

Así, ambos se encontraron atrapados en una relación construida sobre cimientos frágiles, cada uno ignorando la verdad que los separaba.

Notas de un Cielo AnaranjadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora