Capitulo 11

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Hange observaba al pequeño Farlan que tenía los ojos bien abiertos observándola curioso, los ojos grandes y castaños sin perderla de vista luego de tener su estómago repleto de leche.

Habían pasado unos cuantos días desde el parto doloroso y sentía que su cuerpo cada vez le dolía menos, y el cálido peso de su hijo en sus brazos la tenía en una extraña y agradable sensación que parecía un sueño.

Dormía poco, pero con la ayuda de Levi se turnaban para dormir lo suficiente ambos mientras Mikasa los ayudaba.

La piel de Farlan había dejado ese color rojizo y su piel se volvió tan pálida como la de Levi pero con unas mejillas rosadas regordetas.

Vio un plato frente a ella de unos huevos revueltos y una gran rebanada de pan a su lado junto a un vaso de leche que compraban de la anciana Himari quien se había vuelto una persona con la que Levi hablaba seguido.

Dejó de observar a su pequeño Farlan para ver a Levi quien pasó su mano cariñosamente en el cabello negro de Farlan quien vio removerse ante el toque.

—Desayuna, yo cuidaré a Farlan—Dijo Levi mientras tomaba a Farlan de los brazos de Hange y se sentaba en la silla junto a ella.

Hange vio el cálido sol de la mañana entrar la cocina y le dio un trago a la leche fresca.

Mikasa aún dormía y la casa se sumergía en una relajada y cálida mañana.

Desde ayer había comenzado con el papeleo que le envió un asistente de Kyomi junto con un regalo por el nacimiento de Farlan y una gran bolsa de arroz que daban como costumbre luego de un parto en Hizuro.

Vio a Levi acunar a Farlan quien comenzaba a dormirse en sus brazos.

La naturalidad en ser padre que tenía Levi la hacía sentirse agradecida de su ayuda y dio un bocado al pan mientras lo observaba embelesada.

—Si no te conociera pensaría que tienes demasiada práctica en esto de ser padre—Dijo Hange sonriendo.

—Siempre he sido bueno en todo rápidamente.—Dijo sarcástico Levi y escucho a Hange carcajear.

Hange bebió un trago de leche y vio el perfil de Levi mientras acariciaba nuevamente la pequeña cabeza de Farlan, la pequeña y perfecta nariz, la masculina mandíbula marcada a la luz de la mañana, una expresión relajada y satisfecha en su rostro.

Hange se acercó ligeramente hacia Levi y le dio un pequeño beso en la mejilla que tenía olor al jabón que usaba en la mañana para afeitarse y apoyó su cabeza en el hombro de Levi.

—¿Luego de un tiempo podemos tener otro?—Pregunto riendo Hange y Levi giró la cabeza hacia ella sorprendido.

—¿Otro?—Pregunto Levi—¿Acaso quieres llenar las habitaciones de la casa?

—Podría ser, es una casa grande, debe haber muchos niños para no verse vacía.

—Mierda no—Respondió Levi y Hange se abalanzó cuidadosamente hacia él besando sus labios.

—¿Solo uno más?—Susurro Hange en el oído de Levi.

—¿Luego de ver cómo fue el parto?—Recordó Levi—Me tomaré en serio las precauciones que debo tomar, no quiero que vuelvas a pasar algo así.

—¡Oh, vamos!—Se quejó Hange—Debemos tener otro, Farlan no tendrá con quien jugar y estará solo en esta gran casa y amplio campo. Tal vez esta vez sea una niña.

—Tiene a su padre con quien jugar y nunca dejaré que esté solo. También puede convivir con las gallinas.

—En unos meses cambiarás de opinión.—Dijo Hange mientras se volvía a sentar en su silla y le daba un bocado al pan.

Una última oportunidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora