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POV Draco
La plata baja de la mansión siempre había sido uno de los lugares favoritos de Draco. Un lugar donde perderse durante horas. Cuando era pequeño, solía bajar con frecuencia a leer, estudiar o repasar los libros de Historia de la Magia que escondía y en los que salía ella, lejos de la mirada de su padre.
Con el paso de los años y sobre todo a partir de cuarto curso, la biblioteca de la mansión se convirtió en su lugar feliz. Un lugar donde sentía que podía liberar su mente un rato. Era, simplemente, libre. Libre de sentarse en la butaca que había llevado hace años, y de rodearse de libros de mendimagia sobre heridas provocadas por criaturas, provocadas por hechizos de Magia Oscura... Junto con la torre de Astronomía, eran los dos lugares donde Draco podía sentirse él mismo, sobre todo desde que los mortífagos y el Señor Oscuro habían usurpado su casa ante las narices de su madre. A partir de cuarto, era su rinconcito de pensar. De pensar en ella.
En Gianna.
Por desgracia, los recuerdos que le venían con Potter le provocaban unas inmensas ganas de llorar.
«Te liberé del filtro de amor, pero... también terminaste de enamorarme a mí», pensó, recordando el beso. «Habría sido mucho mas fácil si en el último momento no hubiese probado la miel de sus labios.» No podía evitarlo. Cada vez que cerraba los ojos, lo único que veía en su mente eran los flashes de la noche en la Sala de los Menesteres, del beso. De su relación. Los momentos mas felices de su vida, con los que había estado soñando durante años; los abrazos, las risas. Las caricias, los mimos. Los besos. De desnudar ese cuerpo con el que llevaba cinco años soñando; de acariciar su piel color crema, tan suave como las sedas más finas. De besar cada rincón de su cuerpo, acompañado del olor que desprendía. El de su perfume, el de su Amortentia. Su sonrisa de satisfacción. No sabía que había sido más duro, si darse cuenta en quinto, por fin, de lo enamorado que estaba, o haberla tenido sabiendo que era completamente imposible, tener la sensación de ser correspondido con la misma fuerza y saber que debía dejarlo ir. Que nunca sería lo que Gianna Potter necesitaba.
El universo no estaba preparado para ellos, y por desgracia, cuando despertó aquella mañana y la vio dormida en la cama, desnuda, sabía que su corazón se había quedado con ella para siempre.
«Eres un cobarde», pensó al recordarla plantada en el baño mientras lloraba. «Ella quería ayudarte».
¿Podía estar seguro de que no lo había hecho? A fin de cuentas, no había matado a Dumbledore. «Debiste mandar todo esto a la mierda, mandar al Señor Tenebroso a la mierda»
«Es por mi familia. Por madre», se repetía.
«¿Qué familia? Pasan de ti completamente. Ni siquiera me buscan cuando desaparezco por horas».
Desde que Draco había vuelto a la mansión había estado esperando la visita del Señor Tenebroso con miedo, consciente de lo que le esperaba. Y ésta no defraudó lo mas mínimo, al contrario. Francamente, aun se preguntaba cómo no había acabado como los Longbottom, porque las pocas frases que llegó a alcanzar del Señor Tenebroso le hicieron entender que sabía que fracasaría, que era tan cobarde y mediocre como su padre, y que no esperaba nada mas de él. Incluso llegó a entender que, como le había dicho Dumbledore, lo sabía.
Sabía que Draco amaba a Potter, que siempre iba a amarla, y si el anciano director tenía razón... Que su corazón y su alma siempre le pertenecerían, aunque la muchacha no los quisiera.
Por esa razón, deambular por la casa buscando la soledad había pasado de entretenimiento a necesidad. Al menos así podía soñar despierto, que nada de lo que pasaba arriba era real y que Potter estaba con él de nuevo, sentada en ese sillón, en su regazo. Que sus brazos le rodeaban el cuello, que oía su risa cantarina. Que sus ojos verdes lo miraban, brillantes y amorosos. Que sus labios eran tan dulces como recordaba. Que sus padres estaban encantados con la nuera tan espléndida que había elegido. Y que el Señor Tenebroso no existía, y que Potter estaba por fin a salvo, pudiendo ser feliz.
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Soulmates VII
FanfictionGia tiene que realizar una tarea siniestra, peligrosa y aparentemente imposible: la de localizar y de destruir a los Horrocruxes. Gia nunca se sintió tan sola ni se enfrentó a un futuro tan incierto. Pero debe encontrar la fuerza necesaria para term...