Capítulo 11. El linaje ancestral de los Potter

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- Es culpa mía - le susurró Draco a Hermione mientras montaban guardia

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- Es culpa mía - le susurró Draco a Hermione mientras montaban guardia. Era de madrugada, tan apenas habían pegado ojo en toda la noche. Gia seguía en la tienda, aparentemente dormida.

- ¿Por qué dices eso? - le preguntó, arrugando la frente.

- Siempre he sabido que estaba enamorado de ella - comentó -. Cree que quiero quitarle sus oportunidades de nuevo, que solo quiero aprovecharme de ella o venderla y... - respondió, cabizbajo.

- Tú no tienes la culpa - dijo Gia, saliendo de la tienda -. Yo no te culpo. Igual es porque pasé mucho tiempo con Dumbledore, pero creo que la gente puede cambiar y arrepentirse de sus errores. Tú lo estas haciendo, y tienes el mismo derecho a una oportunidad que él.

Draco no respondió, y los tres juntos entraron en la tienda. Desayunaron en silencio y Draco vio, con culpa, como Gia tenía los ojos enrojecidos e hinchados, como si no hubiera dormido. Pese a lo enfadada que decía y parecía estar con su amigo, recogieron sus cosas con gran parsimonia, como si inconscientemente quisiera retrasar la partida, solo por si acaso.

El nivel de aquel río de aguas turbias subía rápidamente y en breve inundaría la orilla donde tenían montada la tienda. Tardaron una hora más de lo habitual en levantar el campamento, pero, por fin, tras llenar por completo los bolsitos y la mochila por tercera vez, Gia ya no encontró más pretextos para retrasar la partida. Así pues, los cuatro se cogieron del brazo y se desaparecieron, trasladándose a una colina cubierta de brezo y azotada por el viento. Se miraron y, en silencio, empezaron a montar el campamento, realizando los hechizos de protección a su alrededor.

- No creo que esté ahí, Gia - le dijo Draco una noche, viéndola revisar el mapa de merodeador. La muchacha se sonrojó.

- Pensé que... Quizá... - Draco negó con la cabeza -. Ya, tienes razón. Ni siquiera tú estarías en buena posición si hubieras vuelto.

Durante el día se dedicaban a determinar las posibles ubicaciones de la espada de Gryffindor, pero, cuanto más hablaban de los sitios donde Dumbledore podría haberla escondido, más desesperadas y rocambolescas eran sus especulaciones. Por mucho que se estrujaran el cerebro, Gia no conseguía recordar que Dumbledore hubiera mencionado algún lugar que considerara ideal para esconder algo.

- No me gustaría meter mierda, pero... ¿de verdad no te dijo nada, ni te dio un plan que seguir? - preguntó Draco. Gia negó con la cabeza.

- Quiero creer que fue porque no quería que entrase en mi mente y averiguase qué tramo - respondió Gia. - También le gustaba que averiguara por mí misma.

- La verdad es que, aunque al principio no me pareció buena idea, reconozco que se agradece tener compañía. - dijo Hermione, mirando a Draco, y él le sonrió.

- Yo me alegro de no estar en casa. - respondió, abriendo mucho los ojos. - Esto es mejor. - Las dos le miraron.

- No lo se Herms - dijo Gia -. Creo que está bien, pero no podemos asegurar. Debe ser raro, ¿no? - le preguntó Gia. Él la miró sin entender -. Estar en el lado de la acción por fin, pasar de espectador a participar.

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