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El lunes Kenneth se paró cerca de su escritorio y le extendió una bolsa de papel incluso antes de darle los buenos días

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El lunes Kenneth se paró cerca de su escritorio y le extendió una bolsa de papel incluso antes de darle los buenos días. Parecía de mejor humor que la última vez que lo vio, pero de todas formas se le notaba un poco crispado. Sin embargo, ante la mirada de Oliver, se aclaró la garganta y relajó los hombros.

—Se te quedó en el departamento —agregó, como única explicación. Por suerte la puerta de la oficina está a cerrada y a menos que alguien estuviera pegado a la misma, no había forma de que escuchará aquellas palabras comprometedoras.

Oliver sintió que le daba vueltas la cabeza y tomó la bolsa, echando un vistazo dentro. Era su ropa, la había olvidado cuando fue a bañarse, frunció el ceño, olía a detergente, el aroma le llegó nada más abrir el paquete.

—La lavaste —dijo, entornando la mirada en gesto sospechoso. Kenneth levantó una ceja.

—¿Qué estás pensando? —le interrogó, un poco ofendido. Oliver guardó la bolsa en su mochila, sin dejar de mirarlo y con movimientos lentos, como si al perderlo de vista Kenneth fuera a salir corriendo o algo.

—No te masturbaste con ella ¿Cierto? —la pregunta fue acusatoria, Ken abrió los ojos de par en par y preparó una réplica, pero las palabras murieron a medio camino. La cara de Ollie se calentó, al tiempo en que se ponía en pie, furioso—. ¿Te masturbaste con mi ropa? Eres un pervertido, majadero, abusivo —espetó, intentando no levantar demasiado la voz.

—¡No! ¡Claro que no! ¿Cómo se te ocurren esas tonterías? —Ken se inclinó, mirándole ofendido y avergonzado. Era la primera vez desde que se reencontraron que demostraba sus emociones tan claramente. Incluso cuando estaba peleando con su hermano, parecía estar conteniendo algo en su interior, por lo que, al ver su honestidad, Oliver no pudo evitar continuar insistiendo en el tema.

—¿No fue demasiado sospechoso tu silencio? —le interrogó, frunciendo el ceño. Su conversación se había transformado en una pelea realizada en susurros, ambos inclinaban las cabezas cerca del otro, como si estuvieran realizándose alguna confidencia.

—Es que me quedé sin palabras, lo que menos me esperaba era que me acusaras de usar tu ropa para masturbarme —se defendió, estaba tan abochornado como Oliver. Este, sin embargo, frunció el ceño, dando un paso al frente, su rostro a centímetros y una extraña tensión chisporroteando entre los dos.

—No sería la primera vez que lo haces —se arrepintió nada más decirlo, pero no desvío la mirada. Kenneth pareció quedarse mudo, pero el fuego se encendió en su mirada.

Un recuerdo llegó a la mente de los dos, cuando eran más jóvenes y claramente más audaces, Oliver le había regalado su ropa interior a Kenneth para masturbarse como una especie de juego previo. No era una práctica común, pero Ollie se podía recordar sentado frente a su novio, medio desnudo, mientras este lo miraba al tiempo que se daba placer. Kenneth lo observaba con la expresión encendida mientras bombeaba su pene usando su ropa interior alrededor del mismo.

El bebé del jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora