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Sus nervios crecieron conforme el paisaje comenzaba a volverse nevado

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Sus nervios crecieron conforme el paisaje comenzaba a volverse nevado. El auto que alquilaron tenía calefacción y era de uso rudo, así seguramente no tendrían problemas en el camino, era lo que sucedería en la cima lo que le tenía preocupado. Durante todo el trayecto movió las piernas en un gesto nervioso y cuando entró al resort donde le dieron ganas de vomitar, sin embargo, esa no era la parte más difícil.

El problema fue cuando llegaron a la cabaña.

Ya sabía que tendrían que compartir alojamiento, no era tan importante para que le dieran un espacio privado, de hecho, esperaba que los alojaran en algún hotel campestre con una extensa cuadrilla de trabajadores de clase media abarrotados dentro, sin embargo, les asignaron una cabaña pequeña, muy bonita. Cuando entró, se quedó maravillado por el enorme sillón, lleno de almohadas, la chimenea eléctrica, la televisión con servicios disponibles, había una cocina muy bonita con un refrigerador lleno de comida y, sobre todo, agua caliente disponible las veinticuatro horas del día. Todo parecía un sueño, aunque seguramente no pasarían mucho tiempo en la casa, le pareció un lindo gesto que le hubiesen dado un lugar bonito donde quedarse. Sobre todo, fue un alivio comprobar que lo más probable era que no tendrían ningún gasto extra durante su estancia.

Sin embargo, la realidad pinchó la fantasía como a un globo que explotaba tristemente cuando llegó a la habitación. Había una sola cama California King dentro. Su humor rápidamente se volvió sombrío y revisó metódicamente el interior del lugar para intentar descifrar si había una habitación oculta que estaba pasando por alto, la había, se trataba de una especie de piscina que intentaba dar la ilusión del aire libre, nada más. Finalmente, al notar que sus sospechas eran ciertas le dirigió una mirada acusatoria a Kenneth, quién enseguida negó con la cabeza.

—No tuve nada que ver con esto, yo avisé que seríamos dos —espetó, con cierto tono de indignación en su voz, como si no fuese capaz de urdir semejante plan para meterse en su cama.

Quizás era cierto, quizás Kenneth ya no lo deseaba y ni siquiera se le no pasó por la cabeza organizar algo para que tuviesen que pasar tiempo juntos. Ollie se llevó un mano a la frente, le empezaba a doler al cabeza. Ante el gesto, Ken sacó su celular y marcó un número.

—Espera un momento, me encargaré de resolverlo —dijo, yendo a la cocina para poder hablar más cómodamente.

Ollie se dejó caer en la cama, aquello no era correcto, después de todo si Ken hubiese viajado con una secretaria la situación sería súper inadecuada. Confundido soltó un suspiro, esperando hasta que Ken volvió a la habitación.

—Es que hubo una confusión —dijo, con gesto esquivo—. Por lo regular vengo aquí con Cassie, así que asumieron que estaba de nuevo con mi esposa... ex, ex-esposa —se corrigió a sí mismo.

Aquellas palabras hicieron que levantará una ceja.

—¿Por qué estabas con Cassie en un viaje de trabajo? —preguntó, frunciendo el ceño. La situación rápidamente encendió una alarma en su cabeza ¿Qué clase de viaje era ese? ¿Era realmente un viaje de trabajo?

El bebé del jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora