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—Oye ¿Tienes equipo para la entrega del reporte? —Ollie levantó la vista, encontrándose de frente con un muchacho de pelo negro, muy corto y una sonrisa que se veía como la de alguien que estaba tramando una maldad

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—Oye ¿Tienes equipo para la entrega del reporte? —Ollie levantó la vista, encontrándose de frente con un muchacho de pelo negro, muy corto y una sonrisa que se veía como la de alguien que estaba tramando una maldad. Ollie no lo había prestado más atención de la necesaria hasta ese momento, sabía lo justo para conocer su fama, era el niño problemático en un colegio católico de uniformes perfectamente planchados y misas matinales. Lo había visto siempre saltando entre la multitud, rodeado de personas que querían hablar con él, pero sobre todo lo había escuchado, tenía una risa tan escandalosa que sabía perfectamente cuando estaba cerca.

Además, Ollie llevaba estudiando en la misma escuela desde niño y ese chico no era parte de la plantilla habitual de su colegio. Las caras nuevas no eran comunes, por lo que llamó la atención nada más poner un pie en el antiguo monasterio, recordaba que lo regañaron por usar aretes el primer día de clases. Al verlo de tan cerca, Ollie se quedó pasmado: Kenneth Russo estaba hablando con él.

—Ya vamos a entregar —dijo, mostrándole las hojas blancas, impresas. Su hoja de presentación sólo tenía un nombre, el suyo, nadie quiso hacer equipo con él. No hubo un solo momento en su vida en el que fuera popular, pero la secundaria fue especialmente terrible en ese aspecto.

—Agrega mi nombre con boli, el profe no te dirá nada, eres su favorito —dijo, golpeando con el dedo la parte en la que debían ir los nombres de los miembros del equipo. Ollie abrió los ojos de par en par, sorprendido por su audacia, pero Kenneth soltó una risita divertida, sin prestarle mucha atención a su reacción—. Te invitaré una pizza después de la escuela —insistió, inclinándose hacia él.

Ambos se miraron unos segundos y Ollie podía admitir para sus adentros que se vio seducido por esa sonrisa y la promesa de una salida de amigos, porque en toda su vida nadie le había ofrecido algo tan banal como ir a comer una pizza. Ollie se removió en su lugar y luego sacó un bolígrafo negro y se lo tendió. La sonrisa en el rostro de Kenneth se volvió más grande, entonces el profesor los mando a llamar, así que el chico se apresuró en anotarse.

El profesor levantó una ceja al verlos llegar juntos y su expresión se volvió más escéptica al ver el nombre escrito en bolígrafo.

—¿Trabajaron juntos? —el hombre le dirigió una mirada a Ollie, quién se removió en su sitio porque no estaba acostumbrado a mentir.

—Si, pero se me olvidó no me sabía su nombre completo y se me olvidó preguntarle, cómo siempre trabajo solo...—su voz murió conforme pronunciaba aquellas palabras hasta que finalmente se quedó callado. El profesor parecía querer opinar al respecto, pero se guardó sus comentarios y finalmente aceptó el trabajo sin quejarse.

—No seas tan descuidado a partir de ahora —dijo, sin agregar nada más.

Enseguida regresaron a su asiento, donde apenas estuvieron un momento antes de que el profesor se levantará de su escritorio. Ollie lo agradeció porque estaba muy nervioso y no sabía de qué hablar o que decir para rellenar el silencio incómodo, así que la clase fue su excusa perfecta.

El bebé del jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora