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A la mañana siguiente se despertó con el ruido de cosas moviéndose, sorprendido abrió los ojos notando que todavía no salía el sol, eran las cinco de la mañana

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A la mañana siguiente se despertó con el ruido de cosas moviéndose, sorprendido abrió los ojos notando que todavía no salía el sol, eran las cinco de la mañana. Ollie estaba ubicándose en espacio y tiempo, con la mente adormilada y la sensación cálida de haber dormido entre nubes, cuando vio a Kenneth salir del baño con la ropa húmeda puesta.

—Ey —lo saludó al notar que estaba despierto—. Me adelanto a casa, tengo que ir a recoger mi coche —dijo en tono casual, como si no fuera lo más extraño del mundo amanecer desnudo en una casa ajena. Como no sabía que decir, soltó un gruñido y se dejó caer en la cama, arropándose para volver a dormir. Mientras caía en la inconsciencia, pudo escucharlo marcharse del departamento.

Se despertó por segunda a la una de la tarde.

El lunes por la mañana fue como si los sucesos pasados hubiesen sido un sueño. Sin embargo, todavía se sentía un poco avergonzado de ver a Kenneth a la cara, al fin y al cabo, el viernes ocurrieron un montón de cosas. Cuando estuvo sentado en su lugar, esperó un par de minutos antes de que Ken apareciera e intentó actuar con normalidad.

Kenneth no hizo el mínimo esfuerzo por disimular su mirada, que se clavó en él con violencia, quemándole la piel de forma despiadada. Ollie soltó un suspiro, intentando evitar que la cara se le pusiera roja.

—Mañana tengo que hacer un viaje de urgencia —dijo de repente, rompiendo el silencio que se había instalado en el lugar. Ni siquiera se dieron los buenos días antes de soltar esa información.

—¿Se quedará alguien de encargado en su lugar? —preguntó, echando un vistazo hacia la lista de pendientes que tenía pegada en la pantalla de su ordenador roto.

—Por lo regular Lola se ocupa de todos los asuntos que sean de urgencia —dijo, sin desviar su atención de él. Ollie asintió, dándose cuenta de que había algo en la conversación de lo que se estaba perdiendo.

—Bien, me reportaré con ella entonces —inseguro, desvío su atención hacia los documentos que tenía pendientes en una pila junto a su escritorio.

—Quisiera que vinieras conmigo, voy a necesitar a alguien que me asista en las juntas y todo eso —las palabras salieron con un tono extraño, como si se estuviera inventado todo, pero al mismo estas tenían sentido, después de todo lo contrataron para ser una especie de secretario.

Aun así, la información lo tomó por sorpresa, casi saltó en su asiento al escuchar aquellas palabras. Ansioso sintió que miles de escenarios catastróficos y casi sin sentido pasaban por su mente. Tenía ganas de preguntar si podría saltarse el viaje, pero era un asunto de trabajo, por lo que podía ser extraño que lo hiciera.

—¿Dónde iremos? —las palabras le salieron forzadas, un sentimiento de nostalgia lo invadió, antes solían hacer muchos planes juntos. Deseaba poder ser más inexpresivo, pero seguramente toda la maraña de sentimientos que invadió su pecho se reflejaba en su rostro.

El bebé del jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora