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HIELO Y FUEGO

Aegon realmente debió pensarlo bien antes de decidir pasar su preciada maraca de hermano a hermano. Ver el objeto pasar por las manos de sus hermanos era nostálgico, Jace ya había dejado de lado el juguete para que Lucerys y Visenya lo usarán cuando quisieran pues su atención ahora estaba en entrenar para convertirse en jinete de dragón. Aegon, Aemond, Helaena y Daeron iban con Jacaerys a esas clases, aunque el mayor solo iba para estar mimando a Sunfyre mientras sus tíos y su hermano aprendían sobre el vínculo que debían tener con sus dragones. De hecho fue durante una de esas clases, después que Aemond le ordenase a Stormfyre escupir fuego por primera vez, que Helaena reclamó a Dreamfyre. Había sido impresionante verla sobre la dragona una vez más y se sintió llorar cuando ella le sonrió desde la montura mientras los cuidadores le decían que tuviera cuidado. Jacaerys se había mostrado maravillado aquel día y en un susurro le dijo a su hermano que pensaba que Helaena era muy hermosa.

Aquel comentario le hizo pensar en que tal vez debía poner la idea de un matrimonio entre ellos en la cabeza de su abuelo, pero después vio a Jace y Baela juntos y ese plan quedó en el olvido.

Lucerys, por su parte, seguía amando la maraca que ahora compartía con su hermana. A Visenya le gustaba, más que nada, sacudirla para Joffrey que disfrutaba escuchar el sonido que hacía el objeto. Tanto gusto tenía su hermana por el objeto que decidió nombrar a su dragón Searax cuando Aegon le comentó que así solía llamar a su maraca cuando era un niño. De cierta forma se sintió conmovido porque sus tres hermanos tomaban muy en cuenta lo que él decía y para ellos su palabra era la definitiva. A veces se sentía mal por ello porque no lo merecía, no había sido una buena persona, pero la mayor parte del tiempo se sentía feliz de ser tan cercano a sus hermanos. Era difícil ignorar la culpa que sentía al comprar esa relación con la que tuvo en su vida pasada con sus otros hermanos, pero trataba de ahogarla pasando tiempo con ellos y manteniendo una buena relación de tíos y sobrino.

—Tiene una carta de Lady Cassandra mi Príncipe—el maestre le extendió el mensaje con una pequeña sonrisa.

—Muchas gracias—le regaló una sonrisa grande mientras lo tomaba.

El maestre se alejó de ellos tras saludar a los presentes y Aegon comenzó a abrir el mensaje para leerlo. Había estado esperando aquel mensaje desde hace dos semanas así que estaba más que feliz de poder leerlo. Hace apenas unas horas había enviado un cuervo a Sotomiel y recibido uno de Isla Zarpa, la gente sonreía siempre que lo veía con cartas en sus manos porque sabían que eran de sus amigos.

—Aegon—su madre lo llamó.

—¿Sí madre?—levantó la mirada para verla.

—¿Crees que puedas hacer eso después?—los ojos de su madre bajaron al mensaje. —Le prometiste a Lady Cerelle que la acompañarías a caminar por el jardín.

Cierto, por un segundo lo había olvidado. Nadie lo podía culpar por eso, siempre ponía a sus amigos por sobre todos los que no eran parte de su familia.

—Claro, ¿lo cuidas por mi?—estiró el papel hacía ella.

—Lo tendré bien guardado—le prometió.

Asintió satisfecho con aquello y sin más señaló la puerta con su brazo para que pudieran salir. Se despidió de su madre con un beso en la mejilla y de los demás con un pequeño asentimiento. Ser Criston iba con ellos, como siempre, así que no requerían que alguien más los acompañara, pero su tío Joffrey decidió unirse a su pequeño paseo. Fueron al jardín favorito de Aegon, el jardín con el que siempre soñaba cuando veía a su abuela Aemma, su refugio en esos años que no la había visto. Iban hablando de cosas triviales, sobre Sunfyre y Caníbal, sus clases, sus hermanos, sus tíos, y un poco de sus amigos. Aunque el último tema parecía ser un poco sensible pues la menor arrugó la nariz con desagrado cuando hablaron de ellos.

thicker than water. (house of the dragon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora