CAPITULO 34

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TAEHYUNG

Es el Chuseok y anoche nos quedamos juntos en casa de mis padres. No cabíamos en mi vieja cama, pero funcionó. A pesar de que Seokjin se negó a tocarme o dejarme tocarlo bajo el techo de mi madre. Esta noche nos quedamos en casa de sus padres, y bueno, por mucho que los quiera, no puedo decir que tenga los mismos reparos.

Echo de menos su tacto. Y aparte de un par de picotazos aquí y allá, no he tenido suficiente de él en este viaje. Sobre todo después de que ayer les dijera a sus padres que estamos saliendo, como si no fuera para tanto. Y honestamente, no debería serlo. Pero no soy tan ingenuo como para creer que el mundo ha cambiado tanto. Tal vez algún día, nadie tendrá que salir del armario. Pueden ser como Seokjin y decir: “Estoy saliendo con esta persona”, y ya está.

Aún así, estaba un poco nervioso. Afortunadamente, sus padres son tan increíbles como pensaba. Decir que nuestras madres están encantadas de que estemos juntos es quedarse corto. Realmente ya están planeando nuestra boda. Sentados uno al lado del otro en la cena, hablando de lugares y arreglos florales. Una puta locura. Pero también jodidamente maravilloso. Charlamos sobre la universidad y sus reuniones. Sobre el trabajo y el futuro.

Una cena familiar totalmente normal, y cuando nos damos las buenas noches y nos dirigimos a su habitación, la cierro con llave antes de abalanzarme sobre él, aterrizando los dos en su cama, yo encima. Me empuja juguetonamente y nos tumbamos los dos boca arriba.

—No creo que pueda dejar que me corrompas. —Se pasa una mano por el vientre plano. Sabía perfectamente lo que había planeado. Sus ojos se cierran.

—¿Así que no quieres que te la chupe? —le pregunto con una sonrisa perversa.

Abre los ojos y se vuelve para mirarme. —Bueno, supongo. —Se vuelve hacia la puerta cerrada. —Pero tenemos que estar callados

Pongo los ojos en blanco y le quito la camiseta con su ayuda antes de quitarme la mía también. —La habitación de tus padres está abajo.

—La de mi hermana está al otro lado del pasillo. —Es verdad. Mierda.

—Bien, estaremos callados.

Le desabrocho los pantalones y se los bajo, dejando que su preciosa polla se libere y golpee su estómago. Juro que se me hace agua la boca. Cuando me la meto en la boca, suelta un fuerte grito ahogado y me detengo rápidamente.

—¿Qué era eso de estar callado.

Hace una mueca cómica. —No seas tan jodidamente bueno en eso entonces.

Me rio entre dientes, le tiro una almohada, que él utiliza para taparse la cara, y vuelvo a metérmelo en la boca, disfrutando de sus gemidos ahogados. No tarda en soltarse en mi boca y yo me lo trago todo. Él me devuelve el favor y, no me avergüenza decirlo, creo que me corro aún más rápido.

Lo hace por mí. Todo en Seokjin es perfecto. Es una locura para mí cómo mi hombre perfecto estaba ahí todo el tiempo, y yo no me permití verlo. No estábamos listos antes de esto. Estoy convencido de eso. Creo que necesitábamos experimentar nuestros golpes y magulladuras que nos llevaron exactamente a donde estamos ahora.

Se queda dormido casi al instante, pero yo estoy inquieto, así que me pongo un par de chándales y una camiseta antes de bajar a beber agua. La casa está a oscuras, pero cuando bajo a la cocina, casi chillo al ver a la madre de Seokjin sentada a la mesa, comiendo un trozo de tarta.

—Bueno, hola, cariño.

Sonrío y me siento con ella, manteniendo la voz baja para no despertar a nadie. —Hola.

—¿Tarta?

Sacudo la cabeza, palmeándome el estómago. —No, me he comido dos trozos antes. No se lo digas a mi madre, pero tu tarta de calabaza podría empezar guerras, está buenísima.

Se ríe, divertida conmigo, pero no bromeo. No sé lo que hace, pero la tarta es el puto cielo. —Sabes, siempre es la cocinera la que no disfruta. Estaba demasiado ocupada, mirándolos a todos con esta gran sonrisa en mi cara, para disfrutar comiendo.

La madre de Seokjin es una persona feliz. Una presencia cálida y reconfortante. Su padre es más el gruñón, un poco a Seokjin. Pero últimamente, he visto su lado alegre más y más.

—Bueno, eso es una tragedia.

Ella toma otro pequeño bocado. —Me alegro mucho de que estén saliendo. Nunca había visto a mi hijo tan feliz.

—Él también me hace feliz—, digo sinceramente.

—Lo sé—, dice con un brillo en los ojos y, por un momento, me pregunto si lo que acabo de hacer con su hijo está escrito en mi cara. Quizá ahora sí tenga reparos en tontear en su casa. Pero parece feliz. Muy contenta.

—Estaba tan preocupada por él. Tanto miedo de que un día se le quedara grabado para siempre y no pudiera seguir adelante.

—Fue duro para él. Fue duro para mí también, pensar que podría haber muerto. Me asustaba.

Ella toma otro bocado. —Yo también, pero me sentí tan feliz y aliviada cuando dijo que no estaba herido. No esperaba todo lo demás.

Sí, creo que eso nos tomó a todos por sorpresa. —Se está curando—, le ofrezco, y ella me sonríe dulcemente antes de terminar su tarta y levantarse de la mesa.

—Es curioso cómo el amor puede hacer eso.

Abro la boca para discutir con ella, para decirle que todo eso fue Seokjin y quizá el grupo de apoyo, pero ella se limita a pasarme la mano por el pelo y besarme la mejilla antes de irse a la cama. Y puede que tenga razón. Sin duda ha curado una parte de mí con su amor. Quizá yo también pude hacer eso por él.

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DAÑADO (Libro III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora