OK esta historia tiene advertencia ,escenas delicadas no actos para sensibles
Es un universo donde Mei es una villana y bueno no será bonito
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Tenya Iida despertó desorientado, con la cabeza pesada y la vista nublada. Intentó mover las manos, pero estaban atadas a una silla con unas correas metálicas que reconoció al instante como obra de Mei Hatsume. El frío metal apretaba su piel, y el entorno oscuro y lleno de herramientas y artilugios mecánicos confirmaba sus peores sospechas: estaba en el taller de Mei.
—¿Dónde estoy? —preguntó, aunque ya sabía la respuesta. Su voz resonó débilmente en la amplia y desordenada habitación.
De las sombras emergió Mei Hatsume, con su usual sonrisa, pero había algo diferente en sus ojos: una chispa de obsesión peligrosa que él nunca había notado antes. Llevaba su típico mono de trabajo, pero ahora parecía más intimidante, más siniestro.
—Bienvenido, Tenya —dijo ella con una voz suave, casi seductora—. He estado esperando este momento por mucho tiempo.
Tenya intentó liberarse, pero las correas eran demasiado fuertes. Mei se acercó, sus dedos rozando suavemente la mejilla de Tenya.
—No te esfuerces, querido. Estás exactamente donde quiero que estés —susurró ella, acercándose aún más—. He estado observándote, admirándote... soñando con este momento.
Tenya tragó saliva, sintiendo un nudo de pánico formarse en su estómago.
—¿Qué quieres de mí, Mei? —logró decir, intentando mantener la calma.
Mei sonrió ampliamente, sus ojos brillando con una mezcla de locura y determinación.
—Quiero que veas el mundo como yo lo veo. Quiero que te unas a mí. Juntos, podríamos crear maravillas, podríamos dominar el mundo con nuestra tecnología y visión. Con mi ingenio y tu disciplina, nadie podría detenernos.
—¡Estás loca! —exclamó Tenya, luchando contra sus ataduras—. Nunca me uniré a ti en tus planes malvados.
Mei frunció el ceño, su expresión cambiando a una de frustración.
—Tenya, no lo entiendes. No tienes elección. Estás a mi merced. Y haré lo que sea necesario para hacerte ver las cosas a mi manera.
Se inclinó hacia él, su rostro peligrosamente cerca del suyo.
—Y si no puedo convencerte con palabras... —dijo, su voz descendiendo a un susurro amenazante—. Entonces tendré que recurrir a métodos más... persuasivos.
Con un movimiento rápido, Mei sacó un collar metálico de su mesa de trabajo. Lo colocó alrededor del cuello de Tenya y lo ajustó firmemente. El dispositivo emitió un suave zumbido y una luz roja parpadeó.
—Este collar tiene la capacidad de controlarte, Tenya. Cada vez que intentes resistirte, recibirá una señal que te causará un dolor insoportable —dijo Mei, acariciando suavemente el collar—. Pero no quiero que sufras. Quiero que te unas a mí por tu propia voluntad.
Mei se inclinó aún más cerca, sus labios rozando los de Tenya antes de besarlo apasionadamente. Él intentó girar la cabeza, pero el collar emitió una descarga leve que lo hizo quedarse quieto.
—¿Ves? No tiene que ser así de difícil —dijo ella, separándose lentamente—. Podemos disfrutar de esto. Podemos disfrutar el uno del otro.
Sus manos comenzaron a recorrer el cuerpo de Tenya, acariciando y explorando. Tenya apretó los dientes, intentando mantener la compostura, pero cada movimiento de Mei hacía que el collar emitiera pequeñas descargas, recordándole su impotencia.