CAPÍTULO 26

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Jimin revisa su celular por quinceava vez en el día con la esperanza de saber sobre Yoongi mientras se mordisquea el pellejo de sus uñas. Su pierna sube y baja a un ritmo ansioso en su asiento, mientras mira a través de la pantalla la vida de alguien con el que de pronto se siente tan distanciado.

Su lobo agoniza en su pecho, su conexión flaquea y le provoca un cosquilleo intenso y doloroso en el cuello. ¿Una palabra de animo de Yoongi sería suficiente para silenciar todo el ruido en su cabeza...?

—Jimin. —Sentado a su lado, Jungkook coloca una mano en su muñeca y le ve con seriedad. Las luces de las lámparas lujosas destellan sobre su cabello negro, enalteciendo aquel mechón blanco que no deja de ser un distintivo único de una manada que abandonó hace un tiempo—. Deja eso un momento. Por favor.

La mirada de Jimin viaja de su hermano hasta el hombre sentado al otro extremo de la mesa. Escrudiña a Namjoon con ciña: desde su postura propia que refleja paciencia, hasta el reflejo amable y distintivo en sus ojos marrones, como si el hecho de que Jimin se haya pasado la mitad de la cena ignorándolo con el teléfono no le molestase en lo más mínimo.

Es sorprendente que no haya dicho nada sobre lo impuntuales que han sido, pues llegaron más de una hora de retraso debido al tráfico de camino después de que dejasen a Rocky en la guardería canina. No esperaban que al llegar Namjoon estuviese esperándolos, con su traje negro planchado y el cabello rojo tan impecable como el mismo. Sus ojos habían brillado detrás de sus gafas redondas tan pronto los vio, y Jimin se sintió terrible consigo mismo por un brevísimo instante.

Se habían sentado ahí y el saludo había sido tan incómodo como lo había imaginado en su cabeza. Fue peor cuando Namjoon sacó dos bolsas Rolex, diciendo que esperaba que les gustasen los regalos. Jungkook y Jimin se habían tirado miradas tensas e incómodas al recibirlos, y fue únicamente Jungkook el que se molestó en agradecer. Jimin había optado por dejar la bolsa colgando en el perchero a su lado, con una mueca que demostraba lo disgustado que le ponía recibirlo.

Pero Namjoon siguió sonriendo al igual que ahora. Y Jimin no puede evitar ponerse a la defensiva, porque nunca se le ha dado bien confiar en los alfas ni en su propia familia. Mucho menos un extraño con el que próximamente compartirá el mismo apellido.

Iniciando un tamborileo con sus dedos, Jimin deja el celular a un lado y se desliza una mano por el cabello. Jungkook y Namjoon de nuevo están envueltos en una conversación de la que no se siente parte. Puede que a Jungkook se le dé bien fingir y adaptarse las situaciones y a las personas, pero Jimin ha pasado la mitad de su vida intentando lo mismo en silencio, y no está dispuesto a hacerlo de nuevo.

Va a decir lo que piensa. Aquí mismo. Ahora.

—El hecho de que vayas a casarte con Seokjin no nos vuelve familia —arroja al aire, deslizando su índice sobre la superficie de la copa. Elevando la mirada incriminatoria, mira a Namjoon como si fuese un criminal buscado. Un enemigo premeditado—. Y yo ya no formo parte de la manada Park, así que puedes ahorrarte tu tiempo y dejarme a mi hermano y a mí en paz.

—Jimin —escucha a Jungkook exclamar a su lado—. No hagas esto.

Y su expresión es de angustia. Anuncia que lo ha avergonzado, y algo en su mirada le recuerda a Seokjin, cuando Jimin rompía un plato o le titubeaba la voz, y volvía a ser un omega. Un error ambulante. Una sombra que se reflejaba en la mansión y lo estropeaba todo.

A Jimin le bulle la sangre en la cabeza. Ni siquiera quiere concentrarse en el gesto de sorpresa que abarca las magníficas facciones de Namjoon, ni en sus cejas ligeramente pobladas que se unen ligeramente entre sí. Por eso pone las manos sobre la mesa, entrelazando sus dedos entre sí antes de hablar de nuevo con firmeza.

La Propuesta - YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora