CAPITULO 5

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Adán comenzó a sentir una mejoría en su condición. La agitación y el cansancio que lo acompañaron el primer día empezaron a disiparse, y aunque el dolor en su pecho persistía, se había vuelto más tolerable. Su cuerpo se adaptaba, y la fiebre que lo había atormentado empezaba a ceder.

No sabía si su condición mejoraría a partir de ahora o si los síntomas volverían, por lo tanto, vio que lo mejor era salir a reconocer el territorio. Tenía una idea general, pero eso no le servía. Sobre todo, cuando no logró comunicarse con el cielo. Necesitaba conocer el lugar y encontrar posibles refugios mientras su cuerpo lo permitiera. Sabía que esas malditas heridas le seguirían causando problemas.

No quería pensar, no quería afligirse. No quería asimilar que probablemente se quedó atrapado en el infierno sin esperanza de volver. No quería pensar en el rastro de sangre roja mezclada con la dorada. Si podía ignorarlo, lo haría. Solo quería actuar con precaución hasta encontrar una posible salida, sobre todo por su condición, que era una putada.

Sabía que había pecadores caníbales buscándolo. Esos mismos cabrones que intentaron devorarlo cuando pensaron que estaba muerto. Asumió que aún no revelaron que se encontraba con vida. No quería admitirlo, pero realmente habría sido jodido, una patada en el trasero, si una multitud de pecadores hubiera ido tras de él, cuando se encontraba en un estado lamentable.

Escuchó voces, eran nuevamente esos putos caníbales. Frunció el ceño. Avanzó en silencio con sus sentidos agudizados. Y cuando estaba a unos pocos pasos, el pecador lo notó, pero fue demasiado tarde.

"Hora de morir, perra" susurró, con una sonrisa oscura.

La guitarra-hacha cortó el aire con un zumbido mortal, y en un instante, el pecador cayó al suelo, sus ojos abiertos en un último destello de sorpresa. Levantando una mano, Adán dejó que la luz angelical emane de sus dedos, envolviendo el cuerpo del pecador. En segundos, la luz lo consumió y lo desvaneció en el aire, sin dejar rastro. Los había visto regenerarse, fue algo asqueroso, por lo tanto, debía asegurarse de matarlos definitivamente, con su arma para luego eliminar la evidencia con su luz angelical. Y no, nuevamente no iba encontrar una explicación del porque él si había sobrevivido a ese acero, porque simplemente no lo sabía, esto era nuevo para él.

En una plaza más amplia, encontró varios pecadores reunidos. Adán los irrumpió, su presencia era como un relámpago en la oscuridad.

"¡Hey, mierdas! ¿Me estaban buscando?" Su voz resuena, atrayendo la atención de todos.

Los pecadores se giran, con el miedo reflejado en sus rostros. Adán ataca sin piedad, cortando el aire con furia.

"¡Coman mierda y mueran!" exclama mientras el filo mortal encuentra su marca.

Cada cuerpo que cae es envuelto por la luz angelical, desapareciendo en un destello de pureza destructiva.

"Pensaron que podían conmigo," dijo Adán, con su voz llena de desprecio. "Idiotas."

Entonces cuando el último pecador cayó ante él, Adam bajó lentamente al suelo, sus alas extendidas con majestuosidad detrás de él.

Respiró profundamente, sintiendo el sudor en su frente y el dolor punzante en su pecho. Aunque sus heridas aún le pesaban, su agilidad seguía siendo superior a la de cualquier demonio promedio.

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Fue realmente fastidioso, por momentos creyó que su alma había sido cortada por la mitad, y probablemente así fue. Esa sensación no desapareció lo que le llevó a observarse constantemente en el espejo, como ahora. Sus vendas nuevamente manchadas de sangre. Pese a las suturas realizadas, su herida parecía no tener la intención de sanar.

ERASE UNA VEZ: UN JODIDO ESCARABAJODonde viven las historias. Descúbrelo ahora