Violeta
Se despertó esa mañana con la cabeza palpitando y el sabor amargo de la resaca en su boca. La luz del sol se colaba sin piedad a través de las cortinas, haciendo que cada destello se sintiera como una punzada en sus ojos. Se quedó mirando el techo, luchando contra la sensación de vacío que la abrumaba cada vez que abría los ojos. A los 23 años, se había convertido en una de las cantantes más influyentes del país, pero la fama tenía un precio que nadie le había advertido.
Levantándose de la cama con esfuerzo, se dirigió al baño y se miró en el espejo. Su reflejo le devolvía una imagen que apenas reconocía. El hoyuelo que solía adornar su sonrisa había desaparecido, sustituido por una expresión cansada y distante. Se lavó su cara y trató de despejarse, pero el cansancio emocional era más fuerte que el físico. Bueno, no está tan mal.
Denna, su amiga de toda la vida y compañera de piso estaba en la cocina preparando café. Al verla entrar, Denna la miró con preocupación.
—¿Otra noche dura? —preguntó Denna, intentando sonar casual.
Violeta se dejó caer en una silla y suspiró profundamente.
—Como siempre, Denna. Como siempre.
Denna le sirvió una taza de café y se sentó frente a ella, mirándola fijamente.
—Violeta, no puedes seguir así. Te estás destruyendo poco a poco. Tienes que replantearte un cambio.
Violeta apartó la mirada, incómoda con la intensidad de la preocupación de su amiga.
—¿Y qué quieres que haga? Esto es lo que hay. Esto es mi vida ahora.
Denna apretó los labios, tratando de contener su frustración.
—No siempre fue así. Recuerda cómo eras antes. Llena de vida, de sueños. Antes de que todo se complicara...
Violeta la interrumpió, sintiendo cómo la ira y el dolor se mezclaban en su pecho.
—¿Antes de qué? ¿Antes de que me dejara llevar por la fama? ¿Antes de que todo se fuera al infierno?
Denna mantuvo la calma, sabiendo que la conversación era necesaria, aunque dolorosa.
—Antes de que la dejaras ir, Violeta. Antes de que dejaras que tu corazón se rompiera y no hicieras nada para arreglarlo.
Las palabras de Denna resonaron en su mente como un eco lejano. Sabía que tenía razón, pero admitirlo era como arrancarse una costra de una herida aún abierta.
—No puedo cambiar el pasado, Denna. Lo único que puedo hacer es seguir adelante.
Denna suspiró, resignada.
—Solo espero que encuentres la paz que tanto necesitas. Y que dejes de castigarte por algo que ya no puedes cambiar.
El resto de la mañana transcurrió en silencio, con Violeta sumida en sus pensamientos y Denna tratando de no presionarla más. Tenía un evento esa noche, uno de tantos que ahora llenaban su agenda. Una nueva serie iba a estrenarse y su presencia era obligatoria, aunque en realidad, detestaba esas reuniones superficiales, al fin y al cabo, tenía que hacerse promo de su álbum. Qué remedio.
Finalmente, después de pasar la mañana en una especie de trance, Violeta se preparó para el evento. Se vistió con un elegante vestido negro, ajustado y sofisticado, pero en su reflejo, se veía como una sombra de sí misma. El maquillaje cubría las ojeras, pero no podía ocultar la tristeza en sus ojos.
Al llegar al evento, las luces y las cámaras la cegaron momentáneamente. Mantuvo su mejor sonrisa para los fotógrafos, una sonrisa que no llegaba a sus ojos. Marina, su compañera de la industria y una de las pocas personas en las que aún confiaba, estaba esperándola. Marina, con su pelo rubio y ojos azules, era una figura deslumbrante en el mundo de la música. A un año mayor que Violeta, habían creado un lazo de complicidad que las ayudaba a soportar las presiones del mundo del espectáculo.
—¡Violeta! —Marina la abrazó con entusiasmo—. Estás increíble, como siempre.
—Gracias, Marina. Tú también estás guapísima —respondió Violeta, devolviéndole el abrazo.
Mientras la noche avanzaba, Violeta y Marina se mantuvieron juntas, navegando entre conversaciones triviales y risas fingidas. A veces, Violeta sentía que su vida era un escenario perpetuo, donde cada palabra y cada gesto estaban cuidadosamente ensayados.
En un momento de la noche, mientras estaban en la mesa, Marina la miró con seriedad.
—¿Cómo estás realmente, Violeta? No me digas lo que quieres que oiga, dime la verdad.
Violeta dudó antes de responder, pero finalmente decidió ser honesta.
—Me siento perdida, Marina. Todo esto... la fama, los eventos, las apariencias. A veces siento que estoy viviendo una mentira.
Marina le cogió la mano, brindándole un poco de consuelo.
—Lo sé, Violeta. Sé que es difícil. Pero tienes que encontrar algo que te haga feliz, algo que te devuelva esa chispa.
Violeta suspiró, sintiendo el peso de las palabras de Marina.
—La única vez que fui verdaderamente feliz fue hace tres años. Pero eso ya no importa. No puedo volver atrás.
Marina asintió, comprensiva.
—Pero puedes aprender a seguir adelante. La música siempre ha sido tu refugio. Tal vez sea hora de que vuelvas a encontrar en ella esa paz que tanto necesitas.
La fiesta continuó y, al final de la noche, bien entrada la madrugada, Violeta se despidió de Marina, llamó a un uber y se dirigió a su casa. Había bebido más de lo que debería, pero no veía otra forma de soportar esos eventos sin sentir que se desmoronaba por dentro.
Al llegar a su apartamento, se dejó caer en el sofá, su mente nublada por el alcohol y los recuerdos. Pensó en Chiara, como cada noche. Chiara, con sus ojos llenos de sueños y su sonrisa que iluminaba hasta el rincón más oscuro de su corazón.
Se levantó tambaleante y fue hasta su estudio, donde guardaba sus composiciones. Abrió una libreta gastada y comenzó a leer las letras que había escrito durante esos tres años. Cada canción, cada palabra, estaba impregnada de los sentimientos que no podía expresar de otra manera. Era como si cada nota musical fuera una lágrima que nunca había derramado, cada acorde una cicatriz en su alma.
Tomó su guitarra y comenzó a tocar una de las canciones que había escrito pensando en Chiara. Su voz, aunque temblorosa, llenó la habitación con una melancolía palpable.
—"Te encuentro, pero no sé a quién veo..." —cantó, dejando que las palabras fluyeran desde lo más profundo de su ser.
Esa frase, que encapsulaba todo lo que sentía, resonaba en su mente cada vez que pensaba en Chiara. Habían cambiado tanto, ambas, y aunque sus caminos se habían separado, el lazo que las unía nunca se había roto del todo.
Cuando terminó de cantar, se dejó caer en el suelo del estudio, abrazando su guitarra como si fuera su única salvación. Las lágrimas finalmente encontraron su camino, y por primera vez en mucho tiempo, Violeta se permitió llorar. Llorar por lo que había perdido, por los errores cometidos, y por el amor que aún sentía, un amor que no se había desvanecido a pesar del tiempo y la distancia.
Mientras las primeras luces del amanecer comenzaban a filtrarse por la ventana, Violeta susurró al vacío de su habitación:
—Chiara...
Sabía que el camino hacia la paz interior sería largo y difícil, pero al menos había dado el primer paso. Aceptar sus sentimientos y enfrentar su dolor era el único modo de seguir adelante.
A medida que el sol se levantaba sobre Madrid, Violeta se dio cuenta de que, aunque había perdido su chispa, aún tenía el poder de encontrarla de nuevo. Y tal vez, algún día, encontraría una manera de redimirse y reconciliarse con su pasado, y con Chiara.
Holi mis amores, bueno, deciros que este es el comienzo de esta historia, una vez ya puesto el contexto de cómo están tras estos tres años separadas ya se viene lo principal, qué ganas de que lo veáis (por cierto, os recomiendo que escuchéis "el desarme" De Alba leche, es la canción que sale cantando Violeta jeje), y muchas gracias por leer y votar, se agradece un montón :)
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Serlo todo | KiVi
Fiksi PenggemarEn el vibrante corazón de Madrid, dos almas destinadas a encontrarse se enfrentan a un torbellino de emociones y desafíos. Violeta, una joven prodigio de la música, y Chiara, una talentosa compositora tímida, se conocen y sus vidas se entrelazan en...