Durante las dos semanas siguientes, Violeta y Chiara estuvieron en contacto constante. Sus mensajes se convirtieron en pequeñas olas que llegaban a la orilla de su día a día, trayendo consigo fragmentos de humor, confidencias y recuerdos compartidos.
Cada mañana, Chiara se despertaba con la anticipación de ver un mensaje de Violeta, como un rayo de sol que se cuela por las rendijas de una ventana, iluminando su comienzo del día. Para Violeta, leer los mensajes de Chiara era como tomar un sorbo de café caliente en una mañana fría: reconfortante y energizante. La rutina de compartir pensamientos y pequeñas anécdotas diarias les proporcionaba un sentido de conexión que había estado ausente durante mucho tiempo.
A través de sus conversaciones, sentían que estaban reconstruyendo un puente que había sido dañado por la tormenta del tiempo y la distancia. Cada mensaje era un tablón nuevo colocado con cuidado, cada risa compartida un clavo que aseguraba esa reconstrucción.
Las metáforas y juegos de palabras que se lanzaban eran como las notas de una melodía familiar que empezaba a sonar de nuevo, una canción que ambas sabían de memoria pero que habían dejado de tocar. Había una calidez y una comodidad en sus palabras, pero también un subtexto de emoción contenida, como el murmullo de una tormenta lejana, prometiendo más.
A medida que el fin de semana en la playa se acercaba, la emoción se mezclaba con una ligera ansiedad. Violeta sentía como si estuviera en la cima de una montaña rusa, justo antes de la gran caída: la mezcla perfecta de miedo y expectación. Para Chiara, la idea de pasar tiempo juntas fuera del contexto habitual del bar y sus rutinas diarias era como abrir la puerta a un nuevo capítulo, uno lleno de posibilidades y promesas aún por descubrir.
Ambas estaban ansiosas por ver a sus respectivos amigos, ya que congeniaron muy bien en la fiesta, y disfrutar de la casa de la playa de Marina, pero también sabían que este fin de semana podría ser un punto de inflexión en su relación. Era como si el viaje a la playa fuera una caja de Pandora que estaban a punto de abrir, con la esperanza de que lo que encontraran dentro fortaleciera la conexión que habían estado reconstruyendo.
La víspera del viaje, sus mensajes eran especialmente vibrantes. Las bromas y el coqueteo se intensificaban, y cada palabra escrita se sentía cargada de significado. Violeta y Chiara estaban navegando hacia un horizonte nuevo, y ambas sabían que, pase lo que pase, el viaje valdría la pena. La casa de la playa de Marina se había convertido en el faro que guiaba su barco compartido, prometiendo un fin de semana lleno de sol, risas y, quizás, nuevas revelaciones.
VIOLETA
Denna, Violeta y Marina estaban en el coche, esperando con impaciencia a Chiara, Ruslana y Martin. El motor estaba encendido, y el aire acondicionado soplaba suavemente, aliviando un poco la espera bajo el sol de la mañana, ya que a finales de mayo ya empezaba a hacer calor, lo que suponía que junio estaba cerca, y con él, el verano.
—De verdad, ¿cuánto más van a tardar? —dijo Denna, mirando su reloj por enésima vez. Sus dedos tamborileaban en el volante como gotas de lluvia en una ventana.
Violeta, sentada en el asiento del copiloto, miraba su teléfono, esperando alguna señal. Finalmente, una notificación apareció, y ella la leyó con una sonrisa de alivio.
—Chiara dice que ya están en camino. Se han retrasado un poco porque Martin ha tenido que recoger algo de su casa y Ruslana no encontraba su bolso —explicó Violeta, sintiendo cómo su impaciencia se derretía como el hielo en un vaso de agua caliente.
—Bueno, al menos no nos han dejado plantadas —respondió Denna, dejando escapar un suspiro de resignación. —Pero espero que lleguen pronto, o el tráfico va a ser horrible.
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Serlo todo | KiVi
Fiksi PenggemarEn el vibrante corazón de Madrid, dos almas destinadas a encontrarse se enfrentan a un torbellino de emociones y desafíos. Violeta, una joven prodigio de la música, y Chiara, una talentosa compositora tímida, se conocen y sus vidas se entrelazan en...