[5] Khaotung

120 11 0
                                    

Capítulo 5 — Khaotung


Cuando llego a casa del trabajo, Amy está esperándome como siempre. Pero ella no está ojeando una revista. No está haciendo nada en absoluto. Está sentada en la mesa, las manos dobladas juntas y su mirada fija en la puerta cuando entro. Bajo mis maletas y mis ojos recorren la habitación, buscando cinco cosas. Sólo cinco pequeñas cosas para mantenerme conectado a la tierra. Cualquier cosa para evitar que me tambalee al borde de la desesperación. Pero no parece funcionar. Todo en este apartamento me recuerda a mi Ma. Sus guantes, su delantal, incluso su helecho feliz que ahora se guarda en la esquina de la repisa de la ventana. Ella nunca volverá a ver o a tocar estas cosas. Todas las noches paso a través de esto. Preguntándome si será ésta la noche que Amy me diga que ya sucedió. Que ella se fue y no tuve oportunidad de decir adiós. No tengo tiempo para prepararme de cualquier manera antes de que Amy me dé la noticia.

—Hubo un cambio hoy, —dice suavemente—. Existen algunos signos de infección. Lo más probable que sea neumonía.

Me derrumbo en una de las sillas de la cocina, pero no encuentro las palabras para responder. Ya me habían advertido de la posibilidad de que algo como esto sucediera. Sé lo que puede hacer una infección en su estado. Lo que hará. Pero todavía se siente como si la alfombra bajo mis pies fuera arrancada. Como si no hubiera tenido tiempo para prepararme. No importa que tan informado esté, o cuánto se de lo que está por venir. Nunca estaré listo para que ella se vaya. Incluso si es lo mejor. Incluso si está en dolor y es egoísta de mi parte querer mantenerla aquí conmigo. —¿Así que, qué pasará ahora? —pregunto.

—Vamos a seguir controlándola, —explica Amy en un tono suave—. No quería ningún antibiótico, por lo que hemos aumentado su dosis para que pueda descansar. Pero eso significa que ella estará inconsciente. Debes llamar a Mark y decirle que venga ahora.

Asiento con la cabeza y una lágrima escapa de mis ojos, cayendo por mi mejilla y salpicando la mesa. La mesa que utilizamos para comer en familia. Tengo el repentino impulso de romperla. Verla amontonada como fósforos. En cambio, me instalo para pasar mi uña contra la madera, estropeándola. Amy se levanta para salir, pero le da a mi hombro un suave apretón antes de irse. —Nos vemos mañana.

—Gracias.

La puerta se cierra, y el único sonido en el apartamento es la máquina de la otra habitación. Pero no puedo ir allí. No esta noche. No puedo verla de cerca, pero a la vez tan lejos. Así que entro al closet y busco a través de las chaquetas hasta encontrar la que busco. La chaqueta de traje negro que está escondida en la parte posterior es desprendida de su percha, y la atraigo a mi cara. Su aroma desde hace mucho tiempo se ha desvanecido, pero me gusta pretender que existe. Este patético pequeño ritual mío es una de las pocas comodidades que me quedan en esta vida. Es increíble cuando tu mundo es tan oscuro y sin solución, cómo puedes encontrar comodidad en la más pequeña de las cosas. Éste material me conforta.

Pero no tiene nada que ver con la chaqueta en sí y todo lo relacionado con la memoria que invoca. Mi príncipe oscuro. La Muerte. El hombre que derramó sangre por mí sin dudar. Por esa sola razón él siempre va a estar en un pedestal donde ningún otro pueda llegar. Siempre va a ser la memoria que revivo en mis momentos más oscuros. Me escabullo furtivamente por la puerta y camino por el pasillo de nuestro edificio, abriendo la puerta a las escaleras. Cada paso que doy hacia arriba quema mis piernas después de una noche de baile, pero sigo. Cuando llego a la puerta de la azotea, mis brazos están tan débiles que apenas puedo abrirlo. Pero lo hago. Y con cada paso que se hace eco en el cemento agrietado, me siento mejor. El aire que llena mis pulmones es fresco y crujiente. Limpio e inmaculado. Por eso me encanta aquí. El hecho de que puedo ver toda la ciudad no duele tanto. Me gusta contar las calles que conducen fuera de ella. Me imagino en uno de esos caminos, yendo a algún lugar. Donde quiera menos aquí. Encuentro mi sitio habitual contra la pared de ladrillo y me siento, alzo mis rodillas a mi pecho y envuelvo la chaqueta de First a mi alrededor. Mi cabeza cae hacia atrás contra el ladrillo fresco y miro a las estrellas, tratando de juntar las constelaciones en el cielo nocturno. Pero al igual que mi vida, no son nada más que un mapa de puntos revueltos que no conectan, y sólo dejan más preguntas inexplicables. No sé cuánto tiempo estuve sentado allí. Después de un rato, mi cuerpo se entumeció del frío. Mis hombros y ojos se volvieron pesados con el agotamiento, y sé que debo volver dentro. Pero no puedo encontrar la energía para moverme. De no importarme nada. Así que dejo que mis párpados se cierren por un momento para descansar y que el dormir suavemente me lleve a otro lugar y tiempo.



"La Muerte" × × [FirstKhao]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora