Capítulo 11: El nuevo viaje

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Cuando llegamos a casa, a eso de las 4 de la tarde (habíamos salido sobre las 9-10 de la mañana), reunimos a todas las personas de la casa y les dijimos que había casas mejores que la mía y estaban en mejor estado, por lo que sería mejor irnos cuanto antes, porque, sí todavía quedaban zombies. En resumen, era mejor irnos ya que no correríamos ningún riesgo de infectarnos y morir.
Por suerte había varias casas cerca de donde la casa de Ainara e incluso un poco más lejos. Pero lo que nos importaba era salir de allí con vida y sin ningún rasguño (ya que si te hacías algún tipo de herida o algún rasguño, por pequeño que sea, tenías que curarlo cuanto antes, por que si pasaba cierto tiempo podías convertirte en zombie, *pequeño inciso: los zombies salían por la noche, cuando no había ruido, ya que les molestaba la luz solar y cualquier tipo de ruido, por lo tanto, ellos campaban a sus anchas y toqueteaban todo. Por eso lo de tener un cuidado exquisito*)

Pasaron unos minutos, todas habíamos cogido nuestras maletas/bolsas con nuestra ropa y nos pusimos en marcha. Salimos sobre las 5.30 de la tarde y nos fuimos hacia Pensilvania. Un pueblo, más o menos cerca del nuestro.
A los pocos minutos de salir, vimos varios coches destrozados (había uno de policía), yo entre a uno de ellos a ver lo que tenía, y me di cuenta de que tenía sangre, pero no me asusté. Abrí la guantera y vi que tenía una pistola con varias recargas, obviamente me la pillé, solo por si nos hacía falta.
Pasó una hora y poco y llegamos al pueblo. Todas estábamos agotadas y hambrientas. Entramos a una casa cualquiera, que fuera un poco más grande y nos acomodamos.
Al entrar, había un olor a polvo y humedad tremendo. Se notaba que esa casa estaba abandonada hace años, pero estaba intacta, eso es lo bueno. Subimos a la planta de arriba, al fondo había una habitación de matrimonio (con una cama grande), a su izquierda otra habitación con dos literas (la habitación parecía se niños, tenía muchos peluches, juguetes...), enfrente de la habitación de los niños, había un baño, y un poco más a la izquierda de la habitación de los niños había otra habitación, que tenía una sola cama grande y una guitarra (esa habitación era la más amplia de las tres).
Cada una se acomodó en una habitación. Pero decidieron que sería mejor que durmieramos todas juntas por si acaso. Por lo que en la última habitación (donde la guitarra), iban a llevar los colchones de las literas y el de la cama matrimonial.
La habitación tenía mucho espacio e intentamos acomodarlo todo bastante bien para poder entrar todas. Lo primero que hicimos fue mover la cama y pegarla hacia la pared ya que el cabecero también estaba en la pared. Luego metimos el colchón matrimonial, y lo pusimos justo debajo de la cama, para que así los otros dos colchones entrarán de alguna manera. Una vez colocado todo, nos cambiamos y estuvimos hablando un rato hasta que nos empezó a dar sueño.
A la mañana siguiente, a eso de las 9 de la mañana, empezó a sonarnos la tripa del hambre que teníamos, así que Paula se levantó y nos hizo el desayuno.
A Ainara le seguía doliendo el pie por la esguince, y Héctor estaba echo polvo. Por lo que decidimos quedarnos en casa todas y echarnos una mano entre sí.
Algunas chicas se ducharon,  otras me ayudaban a mi a cuidar de Ainara y Héctor, otras solo tocaban los cojones.
Ainara al tener la esguince no podía andar del todo bien, así que me dijo si podía ayudarla de vez en cuando, y yo acepté. Pasó  un momento y todos se dispersaron,  todos menos Ainara y yo que nos quedamos en la habitación.  Le dije de bajar para desayunar, ella me respondió que no tenía mucha hambre, además de que no podría bajar las escaleras por la esguince. Yo la miré, me reí con ella y le dije: "que pringada". Ella se rió y me dijo de ayudarla a ponerse en pie que iba a bajar a desayunar.
Abajo, todos estaban desayunando lo que habíamos traído de nuestra antigua casa, no pasó ni media hora y ya habían arrasado con la gran parte de comida.
Mientras tanto, Ainara y yo, en la habitación. Le dije que me agarrase  las manos para poder levantarla ya que le daba pereza (es una vaga), cuando se puso de pie me abrazó de una forma extraña. Sus brazos me rodearon la cadera (no sé cómo narices llegaron ahí los brazo pero vale, sigamos) y ya después de incorporarse pues le dije que me diera el brazo para ayudarla a andar, para que se apoyase  en mi. Fuimos andando despacio hasta que llegamos a las escaleras, me puse delante de Ainara, le eché el pelo hacia atrás para que pudiera ver bien cada escalón y le puse la mano en la barandilla para que estuviera equilibrada y no se cayera, pero Ainara quiso darme la mano en vez de agarrarse  con fuerza a la barandilla. Así que, Ainara delante con una mano agarrada al barandal y con la otra sujetando mi mano, yo detrás de ella yendo escalón por escalón.
Venga chica, ve un poco más rápido que pareces un caracol. Creo que los caracoles van más rápido que tú. Le dije.
Callate idiota y ayúdame anda. Me respondió.
Estuvimos un rato bajando las escaleras, mientras los demás se tumbaron en el sofá y pusieron la tele.
Al cabo de unos 10 minutos conseguimos llegar a la cocina. Ainara me dijo que qué había para desayunar,  yo le respondí que no había mucha comida, por que se lo habían comido todo los demás. En la encimera quedaba un paquete de galletas, un poco caótico, ya que estaban destruidas las galletas. Le digo que si las quiere y ella me afirma con la cabeza. Se las doy y acto seguido se las come. Yo de mientras mirándola cómo comía sus galletas.

Así estuvo media hora, disfrutando cada mordisco, ya que no sabíamos si volveríamos a comer algo hoy o dentro de dos semanas.
Después de desayunar le dije a Ainara si me quería acompañar a ver la casa de cerca, por si tenía algún pasadizo o túnel subterráneo,  a lo que ella medio coja aceptó. 
Subimos a la habitación y me cogí la mochila con varias botellas de agua, ya que ahí dentro de la casa hacía un calor abrasante, un par de bocadillos que preparé por que yo no me comí toda la comida que llevaba encima, una linterna y un par de recambios.
Nos pusimos manos a la obra. Ainara y yo investigando y si. Había un pasadizo secreto detrás de un armario de una de las habitaciones de la planta de abajo.
No jodas tía, hay un pasadizo súper raro, quieres entrar tu primero? Le dije apuntando hacia el oscuro pasadizo.
Valee, pero me tienes que ayudar que voy coja. Me respondió con una leve sonrisa.
Sisis tu no te preocupes, que yo te ayudo. Le dije mientras le alzaba la mano para que se apoyase en mi.

Aquella catástrofe nos unióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora