Primer acto: La mujer que fue robada V

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Ese día irían a un campamento que su padre había organizado en su honor y por el onomástico de su segundo hijo, curiosamente Rhaenyra tomo la noticia de que se había casado y de ese matrimonio había nacido un niño con cierta calma, lo tomo de una ...

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Ese día irían a un campamento que su padre había organizado en su honor y por el onomástico de su segundo hijo, curiosamente Rhaenyra tomo la noticia de que se había casado y de ese matrimonio había nacido un niño con cierta calma, lo tomo de una manera madura y tranquila, cabe aclarar que la identidad de la esposa no se le fue dicha.

Laenor iría con ella, pero llegaría al segundo día, ya que debía ir a Driftmark para informarse sobre el estado de salud de su padre, así que debería viajar en carroza con su padre y nueva esposa ya que no se le permitió viajar en su dragona.

Estaba caminando hacia el carruaje cundo una sensación de pesadez y penumbra la invadió, ansiosa por saber la identidad de la esposa de su padre, abrió la puerta sin ser anunciada y su estomago dio un vuelvo doloroso y su corazón se apretó tan fuerte que tuvo que llevarse una mano al pecho.

Su padre, vestido como un digno rey le dio la bienvenida con una gran sonrisa pero en sus ojos se veía el miedo y Rhaenyra supo porque, pues ella tenia su mano sobre Blackfyre, inconscientemente pensó en desenvainarla, y a su lado, al lado de su padre se encontraba ella, la mujer por la que había preguntado por días, la que había buscado por cada rincón del castillo, la mujer que amaba, allí estaba Alicent Hightower, fantástica y hermosa como siempre pero esta vez no para ella; esta vez era para su padre, lo que termino de romper a Rhaenyra fue ver el pequeño niño de cabello color plata sobre su regazo, ojos violetas mirándola atentamente con una sonrisa juguetona.

Rhaenyra sentía como sus pies se habían convertido en plomo, como todo su cuerpo había sido convertido en un ancla al suelo, no sabía cómo reaccionar, quería gritar, cortarle la cabeza a su padre y tomar su trono, o huir lejos de todos, vivir matando personas o heredar el valle de águilas; pero su manera de afrontar las cosas fue tomando aire y soltándolo después.

— Su excelencia, majestad. — Rhaenyra realizo una reverencia con dolor en su corazón y acepto el abrazo que le dio su padre, el cual la guio a su asiento frente a ellos.

— Me alegra de sobremanera que hayas aceptado venir, Rhaenyra. — El mundo de la princesa iba lento, cansado y pesado, no sabia a donde mirar, ¿Cómo pudieron hacerle esto? ¿Con que descaro la miraban a la cara esos dos?

Todo a su alrededor se convirtió en caras familiares, sin lograr reconocer a quienes veía, su padre hablaba, pero ella no podía concentrarse en eso, solo podía concentrarse en la mujer que amaba y el niño sobre ella, había notado un poco tarde el vientre abultado bajo el pequeño niño y sus ojos se aguaron, ella tenia hijos, hijos de rasgos valyrios que no pertenecían a ella, que no serian de ella. Un fuerte salto dio el carruaje provocando que la reina se desacomodara un poco.

— ¿Deberías de viajar en tu condición? — Dijo la princesa, la cual se preocupaba por su estado.

— Los maestres dijeron que el aire libre me sentaría bien. — Rhaenyra asintió y desvió su mirada a su padre, el cual se encontraba dándole vino a Aegon.

El engaño de la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora