Segundo acto: Los sangre de dragón I

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Jacaerys Velaryon y Jaehaera Velaryon.

Los mellizos Velaryon eran considerados los príncipes mas hermosos de todo westeros, el pueblo y el rey fue muy feliz luego del primer alumbramiento de Sir Laenor, el omega de su hija.

Aquel parto fue un poco difícil, y con un alfa como la princesa encima de los maestres dificultando su trabajo, lo fue aún más. Ahora la princesa heredera y el heredero de driftmark estaban esperando a su tercer hijo, el cual estaba a punto de nacer.

La reina Alicent había tenido dos hijos mas en el transcurso de esos cuatro años.

Elys, fue el nombre de su segunda hija de cabellos rojizos como su madre, la cual desde que nació fue la adoración de Rhaenyra, y su tercer hijo fue Aemond, un joven príncipe de cabellos rubios al igual que su padre, y ahora el rey estaba feliz, ya que se había anunciado que la reina estaba embarazada, de nuevo.

Los pequeños príncipes mellizos de tres años de edad corrían por el patio tras su tío Aegon, el cual ya contaba con seis años de edad, un joven príncipe muy hermoso, adoración de Rhaenyra, aunque ahora esta no lo demostrase tanto, Elys de cuatro años, por el contrario, se encontraba cantándole algo al pequeño príncipe Aemond de dos años, Laenor quien supervisaba a los pequeños estaba encantado con la escena.

El castillo nunca había sido tan feliz hasta que llegaron los niños, Laenor se encontraba sentado al lado de Elys y Aemond, mientras los demás príncipes jugaban entre ellos, cuando de repente la reina llego al campo con una expresión de desconcierto y furia.

— ¡Aegon, te he dicho que no me gusta que corretees por ahí! — la reina serpiente había llegado y Laenor la detestaba, así que por defender a su primo se levanto de su lugar, bajando de su regazo al pequeño Aemond.

— Su gracia, no debería de regañar al niño, ha sido mi culpa pues le he pedido si podía jugar con mis hijos mientras les leía un cuento a los pequeños príncipes, pues los vi solos y se me hizo adecuado. — Alicent volteo a mirar a su enemigo jurado, dejando salir sus feromonas que apestaban a furia y envidia.

— Le agradecería que no interviniera entre los asuntos de mis hijos y míos, usted no es nadie para opinar. — Los niños habían terminado de jugar y ahora se abrazaban a la pierna de su tío Aegon. Jaehaera dio un paso adelante empujando a la reina.

— ¡No hable así a mi madre! — la niña fue bendecida por los dioses antiguos y a sus tres años ya podría hablar con suma fluidez, aunque a veces con algunas dificultades, Alicent la tomo por el brazo sin intención de hacerle daño y la separo de ella.

— Jaehaera, no seas irrespetuosa, — fue lo que dijo Alicent antes de empujar un poco a la niña, el omega de Laenor se sintió ofendido y dañado con tal acción, así que tomando el brazo de la reina la jalo hacia él.

El engaño de la sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora