Tragando duro al ver como Darcey se paseaba por su apartamento, algo que llamó la atención del chico fue un enrojecimiento que se esparcía por el brazo diestro de la chica, y aunque al principio le pareció sospechoso, Benedict optó por no mencionar nada por el momento.
Sus pensamientos se hallaban lo suficientemente lejos, en un universo alterno en donde admiraba a la hija de aquel gran chef: su vestimenta, su cabello, su sonrisa, cada mísero detalle que poseía la fémina lo hacía suspirar profundamente.
Le encantaba así como también le aterraba que Darcey se encontrara en su casa.
—Ven, siéntate aquí. —Darcey palmó la superficie de terciopelo que pertenecía a una pequeña silla que poseía el chico, y este obedeció sin siquiera pensarlo.
Benedict se sentó en aquel sitio obediente, observando como Darcey comenzaba a sacar de su mochila algunas pastillas y las colocaba a un lado. Darcey al notar que la mirada del varón se desviaba a las tabletas, solo le brindó una sonrisa y prosiguió en hacer lo que debía.
De su mochila también sacó un botiquín de primeros auxilios y de este tomó gazas, antisépticos, una venda, entre otros materiales que iba a usar. Luego, tras preparar lo que necesitaba como usualmente hacía cuando cocinaba, inició quitándole la venda que tenía Benedict en los dedos. Lo hacía despacio, pues aquella herida parecía estar fresca todavía y mientras continuaba los quejidos ahogados del carnicero empezaban a manifestarse.
Darcey dio un vistazo más dedicado a la herida, notando que era profunda. Los tres dedos zurdos del hombre: el dedo índice, del corazón y el anular tenían una cortada delicada. Así, con tal vistazo, sumergió la gaza en una sustancia que Benedict desconocía para así poder pasarlo por los cortes, limpiándola. Poco a poco la fémina se mantuvo limpiando y tratando los dedos con cuidado.
La paciencia con la que lo hacía era admirada por Benedict, quien a pesar de estar experimentando dolor, estaba sumido en la belleza de su clienta preferida.
Tras terminar vendando los dedos nuevamente, Darcey terminó de ordenar sus cosas en un silencio que no era para nada incómodo sin siquiera cuestionar.
—Tu brazo... —mencionó Benedict al no poder aguantar la curiosidad tras ver el enrojecimiento de la muchacha más de cerca, pues se dio cuenta de que eran ronchas.
Con su mención a aquello, una mirada atenta de Darcey le llamó la atención, pues esta volteó a verlo casi de inmediato con el entrecejo fruncido. Luciendo extrañada, bajó la mirada a sus brazos viendo las marcas rojas y elevadas, que se esparcían en varios tamaños, algunas más grandes que las otras.
—No es nada grave...yo-
—¿Tampoco es nada? —siguió cuestionando Benedict haciendo ilusión a las mismas palabras que la muchacha había utilizado con él cuando vio su mano.
Pero es que ella, en lugar de sonreír como de costumbre solo intentó vagamente evadir el tema, excusándose con que las ronchas era algo genético que le aparecían cada cierto tiempo como si sintiera algún tipo de vergüenza.
Poco preocupado, Benedict se levantó para ir a la refrigeradora. Con cuidado de que no se viera nada extraño, sacó un gel baboso que tenía en un pequeño frasco con el que después se volvió a sentar cerca de la chica.
—Esto te puede ayudar. —dijo, y aunque Darcey dudó al principio, no lo cuestionó — Me ayudó cuando cogí alergia de algunas plantas.
Aquel se trataba de un particular remedio casero hecho son sábila que le hacía la señora de los apartamentos de arriba. La misma que Benedict ayudaba con sus compras y no había visto en semanas.
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MEAT. ©
Mystery / Thriller❛ Oliver es un renombrado chef cuya destreza en la cocina lo ha catapultado a la cima del mundo culinario. Su sueño más grande ha sido que su hija, Darcey, siga sus pasos hasta llegar a ser tan hábil, exitosa, e insuperable como él. Sin embargo, la...