肉 1.02 carne fresca.

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A primeras horas de la mañana, Oliver aparcó su bonito coche a un lado de la calle y se bajó mientras su hija hacía lo mismo. Ambos debían cruzar la acera y caminar unos cuántos segundos antes de llegar a la carnicería.

Desde afuera el lugar se veía pequeño, custodiado y un poco oculto. Conservaba un aspecto vetusto pero modernizado a la vez que captó la atención de Darcey con tan solo verlo. Las ventanas se hallaban polarizadas, evitando así que el público exterior pudiera ver hacia adentro, pero aumentando la curiosidad de cualquiera que pasara y lograra que se preguntaran qué había en el interior.

Además, encima yacía un gran letrero que decía el nombre del lugar;

Flesh & Feast Butchery.

Oliver entró primero al establecimiento y se deleitó al observar a distancia la gran cantidad de carnes y despojos frescos bien presentados. Por dentro, el lugar era grande, extenso y lujoso. Diseñado para cualquier codicioso y fanático de una buena carne recién mutilada, justo como Oliver.

Tratándose de vitrinas extensas que exhibían carnes de todo tamaño, de cualquier tipo, y con sabor tierno. Cristales que tras ellos exponían las costillas de cerdo colgados y hasta cuerpos enteros de los mismos para el comprador. Incluso había un gran cuadro que se notaba que estaba hecho de madera cara y refinada, con la cabeza de una vaca pintada y unas letras talladas:

Carne fresca y recién mutilada, solo para ti.

Joder, de inmediato Oliver deseó que su hija también compartiera la misma perspectiva suya y disfrutara tanto como él de ver todo lo que podría tener bajo su control.

De todos modos, cuando se giró para verla, la expresión de asco en el semblante de la fémina le desagradó. Aún así, la tomó de las manos para convencerla de que por lo menos se mostrara decente, y comenzó a recorrer junto a ella todo lo que una carnicería tendría para ofrecerle.

Desde no solamente carne cruda, vacuna, porcina y demás, pero también algunos sazones caseros y de calidad valiosa.

Oliver se esforzaba en que su hija llegara a tener la misma posición que él, costara lo que le costara.

—Buenos días —habló saludando a un hombre que se veía de tercera edad, y que estaba ocupado atendiendo a otro cliente. Este no tardó en saludar a Oliver con amabilidad.

Oliver Doliner era un cliente conocido en mencionada localidad, pues siempre compraba allí, no solamente para él personalmente, sino también para su restaurante, ordenando porciones grandes. Conocía a, por no decir, todos los empleados que le servían la carne vacuna y porcina cada vez que compraba.

Sin embargo, era entonces, la primera vez que Darcey visitaba ese sitio.

La pobre chica se hallaba detrás de la figura de su padre mientras este conversaba con el anciano sobre el motivo por el cual se encontraba ahí, esta vez con su hija.

—¿Lo ves, Darcey? Hay unas verdaderas delicias en este lugar, mira ese chuletón de ternera, o esas costillas de cerdo —señaló tocando el cristal mientras hablaba— Anda, pide una porción de lo que gustes.

Darcey se acercó al mostrador para ver a detalle lo que le señalaba su padre, la carne rojiza, cruda, y algunas incluso con un poco de sangre todavía chorreante por poco le dieron repugnancia, pero se aguantó y camufló su reacción.

—Podría darme...—dudó un poco con un gesto serio, mientras seguía observando— quinientos gramos de cordero, por favor.

—Por supuesto, cariño, ¿de qué parte? —contestó encantado.

Con aquella cuestión, Darcey no lo entendió, pues su mirada de confusión se dio a entender lo suficientemente bien para que el señor seguidamente le explicara.

—Digo, ¿quieres la cabeza, costillas, cuello, lomo, riñones, chuletas, pierna...? —y así siguió mencionando sucesivamente— Justamente nos acaba de llegar un cordero muy bueno, de esos que te gustan Oliver —el señor le dio una rápida ojeada al hombre que mencionaba, antes de regresar su mirada a la muchacha y decir— Solo debemos seccionarlo.

Pronto, tras la tardanza de su hija, Oliver hizo un ademán acercándose a ella e inclinándose, para que con una voz demandante le dijera: "Tienes tu propio cordero, ¿no te parece maravilloso?"

—Chuletas, por favor.

—Muy bien, Benedict, por favor...

Y entonces fue la primera vez que lo mencionó.

Darcey aguardó paciente por su encargo, jugaba con sus dedos mientras seguía contemplando la carnicería, y su padre se fijaba atento a lo que ella hacía.

—Ya sabes el montante, Sr. Doliner. —le sentenció el hombre, y su padre la dejó para ir a pagar.

Entonces fue cuando la fémina giró su cabeza hacia la dirección en la que el hombre había llamado a su presunto colega, y para su sorpresa, se encontró con la silueta de un muchacho bastante más joven en comparación, que también trabajaba allí.

Poseía una figura esbelta y estatura promedio, quizá de un metro setenta y siete o tal vez poco más del uno ochenta. Su rostro angular resaltaba con ojos penetrantes y cejas bien definidas. De tez clara, ojos avellana y cabello oscuro.

Su vestimenta también jugaba un papel importante, pues vestía una camisa oxford blanca con un delantal que se encontraba un poco sucio, ensangrentada, suponiendo que se trataba de la sangre recién salpicada del cordero que acababa de cortar.

Traía en sus manos el pedido de la muchacha para pesarlo en la báscula y asegurarse de que el montante fuera exactamente el ideal.

Luego de envolverlo, se acercó a la chica para entregárselo. Ahí fue cuando la miró de cerca y quedó absorto ante su belleza. Al darle su pedido, sus dedos rozaron ligeramente con los de ella creando algún tipo de conexión entre ambos, que para ser verdad, no fue la gran cosa; tan solo un trato ordinario.

El trato de un vendedor a un cliente.

Nada más.

Darcey le sonrió al muchacho agradecida, y pudo observar como este, con expresiones faciales cautivadoras, se alejaba para devolverse a su puesto de trabajo. Oliver finalizó su conversación con aquel caballero, y antes de que ambos se retiraran del lugar, la menor miró a través del cristal al joven que le dio su primer cordero, dándose cuenta que este todavía le observaba a distancia.

Se veía agradable, pulcro y relajado.

Y quizá, para su buena, o quizá mala suerte, Darcey no pudo evitar sentirse interesada hacia aquella atrayente peculiaridad.

MEAT. © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora