нєямαησѕ мαуσяєѕ νѕ нєямαησѕ мєησяєѕ

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En el restaurante de los Asahi, Hikaru ayudaba a su padre en la cocina mientras que Hyuga en lugar de eso estaba de lo más acaramelado con su nuevo novio. Esto había causado cierta molestia en el peli azul, y no precisamente porque Hyuga no haga sus tareas… Sino porque no consideraba a ese sujeto como una buena persona para su hermano.

—ahora, es mi turno de besarte—dijo Hyuga ruborizado, dándole un corto beso en los labios al peli verde quien estaba sentando a la par suyo.

—y ahora es mi turno de besarte a ti—respondió coqueto dándole un beso un poco más apasionado al peli rojo quien término colocando sus manos en el pecho de su novio.

Hikaru quien pasaba detrás con algunos platos en sus manos dijo de mala gana—y ahora es mi turno de vomitar.

—¡déjanos en paz enano!—respondió Silas enojado luego de haber terminado su beso.

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Ese día los Kiyama tenían la casa libre, papá trabajando en la policía, mamá tuvo que salir por una emergencia. Entonces todo quedó en las manos de Rantaro quien decidió empezar con la primera tarea que estaba pegada en la nevera de la cocina… Lavar la ropa.

Decidió entonces comenzar por la habitación de su hermano, el cual a diferencia suya solía ser muy desordenado. Sin siquiera pedir permiso abrió la puerta viendo algo que en definitiva no tenía que ver.

—¡¡Aaah!! ¡¡Ave María Purísima!! ¡Me va a salir una perrilla!—exclamó alarmado al mismo tiempo que se persignaba.

—¡maldita sea hermano! ¡¿Por qué no tocaste antes?!—dijo el rubio menor saliendo mientras se acomodaba la ropa, detrás suyo venía cierto castaño con su cabello alborotado y su ropa mal colocada.

—¡yo qué iba a saber! ¡Y más bien! ¡¿Tú qué andas haciendo esas cosas acá en la casa?!—le contestó Rantaro furioso.

—pues ahora que somos novios, supongo que tenemos derecho a estas cosas ¿no crees?—dijo Aiga acomodando su cabello.

—¡¡Por supuesto que no!! ¡Ya veremos que dirá mamá cuando se entere de esto!—fue lo que dijo el mayor para tomar la cesta de ropa que había botado sin querer al suelo, y se fue hacia el cuarto de lavado.

—vaya, tu hermano si que exagera mucho.

—será mejor que te vayas acostumbrado, siempre es así—suspiro el rubio para luego decir—¿seguimos donde nos quedamos?.

—¡¡si vamos!!—lo alentó Aiga tomando su mano para esta vez colocar seguro a la puerta, y dar rienda suelta a sus deseos.

Fin.

𝑈𝑛𝑎 𝑦 𝑚𝑖𝑙 𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑎𝑚𝑎𝑟Donde viven las historias. Descúbrelo ahora