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Dongmin consideró si realmente necesitaba ir al supermercado, pero tan pronto como le daba una hojeada al refrigerador, se daba cuenta que tenía que ir o de lo contrario no tendría más comida por el resto de la semana. Agarrando su abrigo más grueso y sus pertenencias, salió de su departamento dispuesto a ir al supermercado para comprar lo esencial y regresaría para seguirse aislando de todos.

Su lobo no le estaba poniendo la tarea sencilla para continuar con su día a día, manteniéndolo cautivo gran parte del tiempo y pidiendo una licencia para faltar a su trabajo, sofocándolo mientras trataba de no arrastrarse por el rechazo que en su interior sentía. En toda su vida, jamás imaginó pasar por una situación similar, aún y cuando escuchaba todas aquellas historias sobre destinados con finales felices, él mismo deseaba que eso sucediera, pero no imaginó conocerlo en esas condiciones y menos sentirse tan herido por algo que ni siquiera el alfa sabía que sucedía.

Trató en varias ocasiones razonar con su lobo, pero este era tan terco que se aferraba a la idea de haber sido rechazado por más que lo quisiera convencer. Dongmin ya no podía con su propio lobo, dejándolo ser mientras él quería seguir con su vida como si nada de ello hubiera pasado, aún y cuando eso significaba el propio enojo del animal corajudo que tenía dentro.

—Vamos y venimos rápido, es todo.—Murmuró para sí mismo, cerrando la puerta con seguro antes de dirigirse por el pasillo para salir del edificio.

Para su suerte, el supermercado no quedaba retirado de donde vive, caminando tan solo dos cuadras para llegar hasta ahí, agradeció de tenerlo cerca. Agarró un carrito del mercado para acomodar el mandado, entrando en la tienda y saludando con una sonrisa al guardia que se mantenía en la puerta, siguiendo su camino.

A esas alturas, no recordaba siquiera preocuparse por su apariencia, demasiado distraído como para darse cuenta de las grandes ojeras que adornaban bajo sus ojos, el cabello revuelto y sin peinar por días, las prendas holgadas que lo hacían parecer pequeño y para rematar, el aroma amargo que soltaba por las emociones negativas que su lobo experimentaba. Los supresores no habían sido de gran ayuda para disminuir su aroma, por lo que tenía además casi media botella de perfume encima con la intención de camuflajear el olor. Maldición, se sentía un tanto ridículo por tener que hacer todo ello al salir, se sintió molesto por todo ello conforme más se adentraba a la tienda y comenzaba a echar cosas que consideraba necesarias al carrito, empujando hacía delante por los pasillos.

Estaba tan concentrado en hacer memoria para saber qué podría hacerle falta, que no notó como su lobo se removió inquieto al sentir un aroma a almizcle picar en su nariz, un tanto familiar para él. Conforme se fue acercando al final del pasillo, estuvo tan distraído como para notar el carrito de la persona contrario que daría vuelta en su dirección, chocando de frente con el contrario y asustándolo.

—¡Perdón!—Chilló totalmente afligido, levantando la mirada para encontrar unos ojos que reconoció al instante.

—¿Dongmin?—La voz del alfa le provocó un escalofrío, erizándole la piel.

—Bin, hola.—Saludó, sin saber qué más decir.

¿Qué hacía Bin ahí? Bien, se trataba de un lugar público donde cualquier persona podía ir a hacer su mandado ahí, pero justo hoy tenía que encontrarse al alfa que trae tan mal a su lobo y a su persona. Casi se echó a reír en ese momento, de no ser porque el contrario le mostró una sonrisa que le hizo trastabillar su comportamiento por un momento.

—Hola, no esperaba verte por aquí.—Acomodando el carrito frente al suyo, se acercó.—¿Cómo estás? Fui al hospital el otro día, quise ir a saludarte, pero me dijeron que estabas unos días fuera del trabajo. No supe como contactarte, aunque me alegra verte ahora.

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