1: Shadow

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Cálida, calma e inmensa.

En mis sueños siempre domina una vasta oscuridad. Dentro de ella no soy nada ni nadie. Puedo ser libre o tener esperanzas. Cuando estoy en la penumbra me escapo de mis mayores miedos. En mis ensoñaciones siempre una persona me tiende la mano, siempre está su consuelo. Allí el sonido desaparece lentamente y los murmullos emitidos por los empleados encargados de mantener la mansión se difuminan en las tinieblas. Es en esta negrura que el inevitable recuerdo de aquel día se asoma, una vez más, obligándome a asumir mi situación actual.

Es cierto que, desde mi nacimiento hasta mi infancia, no me prepararon para soportar el futuro. Durante esa etapa de mi vida fui protegida para no conocer el dolor. Fui separada de otros para nunca saber sobre el sufrimiento ni la miseria. Todo me fue inculcado con excesivo amor y dependencia. De ese modo, me criaron para no preocuparme por las emociones ajenas ni por las mías. Me cuidaron de caerme, de lastimarme y así me privaron de entender por completo el mundo exterior y también mis contradictorios pensamientos.

Sus esfuerzos por suavizar mi diario vivir cumplieron su objetivo. Me convertí en una niña arrogante, odiosa y egoísta. Nada tambaleaba la estabilidad que habían creado en mi mente. Sin embargo, no estaba lista para aquel momento, nadie me enseñó sobre ello con antelación, no se me explicó que algo así podía ocurrir.

Fue en ese suceso que descubrí lo que era la pena. Fue allí que conocí la existencia de la muerte, la sangre, el terror y los kaijus.

- Sálvame, Reno - musité mientras despertaba llorando.


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Me incorporé en la cama al mismo tiempo que Keiko, la trabajadora que maneja toda la casa, entraba en mi habitación.

Una vez dentro, pasaron otras tres mujeres: Reina, Eri y Nadeshiko.

- Buenos días señorita - su saludo era vivaz y al unísono, como todas las mañanas.

- Buenos días - respondí algo dormida.

- Es hora de levantarse - señaló Reina, corriendo las cortinas para que la luz bañe el cuarto con su calor.

- Hoy es un día importante ¿No? - mencionó Nadeshiko mientras buscaba mi ropa y Eri me levantaba, dirigiéndome al baño, sin darme espacio para contestar.

En la ducha divagaba sobre mi decisión. Al salir solté un suspiro y me sequé deprisa. Tras vestirme, Keiko me esperaba para terminar de alistarme. Con su característica amabilidad me invitó a sentarme frente al tocador para arreglar mi cabello. Luego de un rato dijo:

- ¿Volvió a tener la misma pesadilla? Su rostro la delata -tensó las trenzas de mi peinado y me miró a través del espejo- ¿No será mejor que desista? Usted tiene muchos otros dones a los que dedicarse - logré divisar como asintieron Reina, Eri y Nadeshiko.

Miré a Keiko por medio del vidrio, sin saber que decir.

- Prométame que no lo hace solo para proteger al joven Ichikawa - se apresuró a enfatizar.

- No -hice una pausa- No te preocupes -le sostuve la mano una vez ella finalizó con mi cabellera negra- Él es fuerte.

Tras replicar me di cuenta que parecía un intento de reconfortarme a mí misma. La verdad es que temía. Mi mente se llenó de pavor cuando el me comentó que quería unirse a la fuerza de defensa. Esa fue la emoción que me motivó a seguirlo y renunciar a mis otras preferencias. Esa es la única forma de cariño que conozco.

Una vez preparada, me despedí de todos y fui corriendo a encontrarme con mi mejor amigo, con fe de que todo iba a estar bien.

Dreamy Sky StarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora