21. Enamorada

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Marie no quería preguntarse por qué estaba de nuevo en la cama de Zayn. Solo sabía que estaba donde quería estar. Lo necesitaba y él la necesitaba también.
En cuanto se metió entre las sábanas, Zayn le dio un beso apasionado que la dejó sin aliento y al que respondió con el mismo ardor.
El miedo que había pasado se disipó con aquel beso. Y esperaba que, de alguna forma, sus besos, su calor, su amor, pudieran aliviar la angustia que Zayn había sentido mientras le relataba su accidente.

Cuando el beso terminó, Marie se quitó el camisón, deseando estar tan cerca de él como fuera posible. Un segundo después, Zayn la abrazó; él también estaba desnudo, su deseo evidente. Parecía enfebrecido mientras la apretaba contra él. Era una fiebre en la que ella también quería perderse.
La boca de Zayn la poseyó de nuevo mientras buscaba sus pechos y Marie gimió cuando él empezó a acariciarle los pezones.

Mientras se besaban, ella le pasaba la mano por la cara, memorizando sus facciones. Aunque no podía verlo con los ojos, lo veía con el corazón.
Aquella vez, ninguno de los dos quería esperar y cuando Zayn entró en ella, Marie le dio la bienvenida, sujetándose a sus hombros con fuerza. Solo había hecho el amor con Zayn una vez, pero sentía que había algo familiar mientras él se movía sobre ella con creciente pasión.

El corazón de él latía sobre el suyo, su aliento le quemaba la garganta mientras la llevaba a cimas inesperadas de placer. Era imposible pensar en nada mientras se entregaba a él, permitiendo que la poseyera por completo.
Marie gritó cuando las olas de placer la envolvieron mientras él no dejaba de murmurar su nombre con voz ronca.

Más tarde, entre sus brazos, Marie se dio cuenta de que aquella tarde se había equivocado. Había estado preguntándose si estaba enamorándose de Zayn, pero era demasiado tarde. Ya estaba enamorada de él.
Y descubrió cuándo había cruzado la línea entre estar enamorándose y estar enamorada. Había sido cuando él le había anudado el cinturón del albornoz, antes de abrir la puerta a Vic.

Con aquel simple gesto, Zayn había capturado su corazón.
Y Marie no sabía qué hacer. Zayn no había pronunciado palabras de amor, no había indicado en forma alguna que significara algo para él.
Pero no quería pensar. Abrazada a él, sintiendo el calor de su cuerpo y su aroma envolviéndola, Marie cerró los ojos y poco después se quedó dormida.

Cuando se despertó, Zayn había desaparecido. No sabía qué hora era, pero debía de ser por la mañana, porque se sentía descansada. Marie alargó la mano para tocar la almohada de Zayn. Estaba fría.
Poniéndose aquella almohada contra el pecho, Marie se preguntaba cómo era posible estar tan llena de amor y de dolor al mismo tiempo.

Si pudiera ver, ¿seguiría enamorada de Zayn? Sí, se contestó ella misma. Su amor por él no tenía nada que ver con su físico, ni con la ropa que llevase, ni con su forma de andar.

Pero, por el momento, no podía ver. Y su ceguera lo complicaba todo.
Marie soltó la almohada y saltó de la cama para buscar el camisón, pero no lo encontró en el suelo, donde lo había tirado por la noche. Estaba sobre la cama. Zayn debía de haberlo puesto allí para que lo encontrara con facilidad, pensó.
El delicioso aroma a café en el pasillo le indicó que Shelly debía de estar en la cocina, esperándola.

Después de una ducha rápida, Marie se puso los vaqueros y una camiseta y fue a la cocina para charlar con su nueva amiga.
Pero, en cuanto entró, se dio cuenta de que no era Shelly.

—¿Vic?

—¿Cómo lo has sabido? —preguntó el hombre, sorprendido.

—Conozco la colonia de Zayn y Shelly lleva perfume. Tú hueles a jabón de menta... lo cual me recuerda que no he tenido tiempo para darte las gracias por tu regalo.

El arbol de los BesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora