25. Como Los Viejos Tiempos

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Liam y Zayn acababan de sentarse en la cocina cuando la puerta volvió a abrirse y una atractiva rubia apareció con dos niñas gemelas, de unos cinco años.

—¡Papá! ¡Papá! —exclamaron las dos niñas, lanzándose sobre su padre.

—Pero si son mis enanitas —rio él, mientras sus hijas intentaban subírsele al regazo.

—Deja que te ayude —dijo Zayn, levantándose para ayudar a la mujer, que iba cargada con bolsas.

—Gracias.

—Cariño, el hombre que te está ayudando es Zayn Malik. Zayn la mujer guapísima a la que estás ayudando es mi esposa, Elisa .

—Hola, Elisa—sonrió Zayn, alegrándose de que ella sonriera también.

Zayn se preguntaba qué sabría sobre él. ¿Sabría que era él quien conducía la noche del accidente que lo había dejado ciego?

—Y estas son Pigsie y Dixie.

—No nos llamamos así, tonto —rio una de las niñas—. Yo soy Mindy.

—Y yo Mandy —dijo su gemela.

—Encantado de conoceros.

Podía sentir el amor en aquella habitación, el amor que irradiaba aquella pareja y el amor de sus hijas.

—Zayn, ¿por qué no salimos al patio a charlar mientras mi mujer coloca las cosas en la nevera?

—Claro.

Zayn siguió a Liam a través de un pasillo hasta un patio rodeado de plantas.
Los sillones tenían almohadones de colores y todo poseía un aspecto muy hogareño.
Los dos hombres se sentaron, pero a Zayn le costaba trabajo iniciar la conversación.

—Tienes buen aspecto, Liam—dijo por fin—. Pensé que tu padre o tu madre abrirían la puerta.

—Se han jubilado y viven en Florida —explicó Liam.

—Pareces... feliz.

Liam sonrió, un gesto que a Zayn le recordaba mucho sus años de adolescente.

—Soy feliz. Hay días que creo ser el hombre más feliz del mundo.

—Me alegro... —empezó a decir Zayn, pero un montón de emociones se agolpaban en su garganta—. Tenía que saber... —siguió, intentando aclararse la garganta, pero le resultaba imposible.

Tantos años sintiéndose como un traidor empezaron a difuminarse cuando tomó la mano de su amigo. Aquel hombre había aparecido en sus pesadillas durante tanto tiempo...
Durante unos instantes, Zayn no pudo hablar.

—He pensado mucho en ti, Liam. Siento muchísimo lo que pasó —consiguió decir por fin.

—¿Qué es lo que sientes? Fue un accidente, Zayn. Un accidente terrible.

—Pero deberíamos habernos marchado de la fiesta cuando me dijiste que empezaba a nevar —protestó Zayn —. Fue culpa mía. La carretera estaba helada y el accidente fue culpa mía.

—Estás loco. ¿Has llevado ese peso durante todos estos años? —preguntó—. Yo podría decir lo mismo. Podría decir que fue culpa mía haber salido despedido. Tres veces me dijiste que me pusiera el cinturón y no te hice caso.

Zayn miró a Liam, sorprendido. Había olvidado aquello. Había olvidado que le dijo a su amigo que se abrochara el cinturón y Liam se negó, diciéndole que él no era su madre.

Liam tenía razón. Si hubiera llevado puesto el cinturón, no habría salido despedido. Los dos habían sido unos irresponsables aquella noche.
Pero esa información no absolvía a Zayn de su culpa.

El arbol de los BesosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora