Zayn intentaba mantener su atención en Elena Richards, que estaba hablando sobre la posibilidad de colocar una estatua en el parque.
La reunión había empezado una hora antes, pero le resultaba difícil concentrarse desde que Marie había salido del dormitorio con el vestido verde.
Estaba más guapa de lo que había imaginado. El vestido le quedaba como si lo hubieran hecho especialmente para ella, marcando su delgada cintura y la curva de sus pechos. La falda flotaba sobre sus rodillas, mostrando unas piernas perfectas.
Pero era el color lo que lo hacía precioso. Aquel rojo tan sensual. Y, al verla, Zayn se había dado cuenta de que sus sentimientos por ella iban mucho más allá del deber y mucho más allá del deseo.
Zayn se movió, deseando que Marie no estuviera a su lado, que no llevara aquel perfume, que sus muslos no se rozaran.
Estaba enamorado de ella y se sentía ansioso, alegre... nervioso, excitado. Y detrás de todas aquellas emociones estaba la seguridad de que Marie pronto desaparecería de su vida.
La amaba, pero quería que ella lo amase de la misma forma. Selena no podía ver, no podía hacer una vida normal y quizá optara por quedarse en Mustang con él porque no sabía qué otra cosa podía hacer. Y Zayn no quería eso.
Su ceguera lo torturaba solo porque la torturaba a ella. Marie se negaba a aceptarla, se negaba a creer que podía ser definitiva y, por lo tanto, se negaba a plantearse el futuro teniendo en cuenta que era una mujer ciega.
Se quedase en Mustang o no, Zayn necesitaba saber que podría acostumbrarse, que eso no iba a arruinar su vida.
Cuando Millicent Creighton subió al estrado, Zayn dirigió su atención hacia la reportera y escuchó a medias su propuesta de organizar un carnaval en el gimnasio del instituto.
Por fin, la reunión terminó y Zayn y Marie se unieron a los demás junto a las mesas de refrescos.
—¿Quieres un poco de ponche?
—Sí, gracias —ella sonrió.
—Volveré enseguida.
Cuando Zayn regresó a su lado, Millicent Creighton y Marissa Crockett se la habían robado.
—Marissa me ha dicho que no la has llamado todavía para que te haga el ramo de novia —estaba diciendo Millicent—. No puedes dejar esas cosas para el último minuto, Cecilia. El día se acerca y tienes que empezar a hacer planes.
—Quizá haya decidido encargárselo a otra florista —dijo Marissa, obviamente avergonzada por la insistencia de la reportera.
—No, no es eso —intentó sonreír Marie.
—Es culpa mía —intervino Zayn —. Cecilia lleva días pidiéndome que la acompañe a la tienda, pero tengo tanto trabajo que no he podido hacerlo.
Millicent levantó las manos al cielo y el gesto provocó que el canario que llevaba en el sombrero cayera de lado.
—Por favor, no mencionemos a ese monstruo y sus horribles crímenes.
Zayn asintió. Él tampoco quería hablar de Casanova.
—Intentaremos ir esta semana.
Marissa se disculpó entonces para saludar a otro vecino.
—Querida, necesitamos voluntarios para el carnaval. Sé que, como prometida del comisario, te encantaría echar una mano.
—Desde luego —asintió Marie, aunque tanto ella como Zayn sabían que no estaría en Mustang en esa fecha.
—Estupendo —dijo Millicent, sacando un cuaderno del bolso—. Ahora, déjame ver dónde necesitamos gente. No podemos ponerte a vender entradas y... no, en la caseta de tiro al blanco, tampoco.
—Probablemente no sería buena idea —dijo Marie, poniéndose colorada.
—Bueno, ya se me ocurrirá algo —dijo la mujer.
—¿Estás bien? —preguntó Joseph cuando Millicent desapareció.
—Un poco cansada.
—Vámonos de aquí —dijo él, tomándola del brazo.
Pero antes de que pudieran salir del edificio, Vic apareció a su lado.
—Qué guapa estás, Cecilia.
—Gracias, Vic. Seguro que tú también estás muy guapo.
—Estoy como siempre —murmuró el gordito alguacil, poniéndose colorado.
Zayn sonrió. Empezaba a tener la impresión de que Vic estaba prendado de su prometida... La sonrisa desapareció de sus labios.
Marie no era su prometida. ¿Y por qué no iba a estar Vic prendado de ella? Además de guapa, era inteligente y generosa.
Cualquier hombre se sentiría orgulloso de tenerla en su vida.
Él se sentiría orgulloso de tenerla en su vida.
—Estábamos a punto de irnos —murmuró, tomando la mano de Marie.
—Ah, de acuerdo. Nos veremos mañana —dijo Vic, dirigiéndose hacia la mesa de los bocadillos.
Hicieron el camino de vuelta en silencio. Zayn no sabía lo que Marie estaba pensando, pero él estaba irritado.
Estaba irritado con ella, por ser inteligente y preciosa, la clase de mujer de la que él podía enamorarse. Y estaba irritado consigo mismo por haberse enamorado de una mujer que debería haber sido para él solo una obligación.
Marie estaba en Mustang para que él la protegiera y cuando Keller llamase, volvería a Chicago.
Zayn apretó el volante con firmeza. Años atrás, se había prometido a sí mismo no ser vulnerable, no abrirle su corazón a nadie.
Lo mejor sería no volver a tenerla entre sus brazos, no volver a besarla, se decía. Era el momento de empezar a distanciarse para cuando ella desapareciera de su vida.
Cuando entraron en la casa, el teléfono estaba sonando y Zayn corrió a contestar.
—¿Comisario Malik? —escuchó una voz familiar al otro lado del hilo.
—Sí —murmuró Zayn, escuchando atentamente. Unos segundos después, colgaba el teléfono—. Era Kent Keller.
Marie se puso tensa.
—¿Qué ha dicho?
—Todo ha terminado. Han arrestado a los dos policías que mataron a tu familia y a los otros seis.
—Gracias a Dios —susurró ella, dejándose caer sobre el respaldo del sofá—. John y Alicia podrán descansar en paz.
—Hay más buenas noticias. No necesitan que testifiques.
—¿Por qué?
—No has recuperado la vista, así que no puedes hacer una identificación visual. Un jurado no creería tu testimonio.
Además, no te necesitan. Uno de los asesinos ha confesado. Le han ofrecido inmunidad y ha delatado a todos sus
compañeros.
—Entonces, todo ha terminado.
Zayn se sentía feliz por Marie, pero sabía que, después de aquella llamada, no había nada que la retuviera en Mustang.
—Kent llegará pasado mañana para llevarte a casa.
—A casa —repitió ella sin entusiasmo. Marie se preguntó qué estaría pensando. ¿Echaría de menos Mustang? ¿Lo echaría de menos a él?
En dos días, habría desaparecido de su vida. Qué ironía que hubiera sido ella precisamente quien había insuflado aliento a su corazón justo antes de romperlo en pedazos.
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El arbol de los Besos
RomanceAunque él la conocía bajo el nombre de Cecilia Webster, su verdadero nombre era Marie Gomez y, hacía tan sólo algunas semanas, lo tenía todo en la vida, hasta que una tragedia le arrebató la vista. La ceguera era sólo temporal, al igual que su nueva...