—Shelly, por favor, márchate —estaba diciendo Marie —. Sé que tienes una cita para cenar con Sam. Zayn llegará enseguida.
—Sabes que no puedo hacerlo —protestó Shelly—. Zayn me mataría si te dejara sola.Marie frunció el ceño. Estaba cansada de necesitar niñera y quería estar sola; necesitaba prepararse para decirle adiós a Mustang... y a Zayn.
—¿No puedes llamar a Vic y decirle que venga?
—No. Vic está de servicio.
—Pues llámalo y dile que pase por delante de la casa de vez en cuando. Eso será suficiente. Por favor, Shelly. Necesito estar sola —insistió. Shelly dudó un momento y Marie supo que tenía que presionar—. Si Vic pasa por aquí y yo tengo las puertas y las ventanas cerradas, no pasará nada. Y le diré a Zayn que te eché de aquí.
—De acuerdo —asintió la joven por fin—. Pero solo si Vic está de acuerdo en pasar por delante de la casa cada media hora.
Cuando Shelly fue a la cocina para llamar por teléfono, Marie se dejó caer en el sofá.
Le había dolido la cabeza durante toda la tarde y no encontraba alivio. Sabía que era porque había llorado durante mucho rato.
Lágrimas por Zayn, por sí misma, lágrimas por el amor que nunca podría ser. Y seguía sintiendo aquellas lágrimas quemándole los ojos.
Estaba cansada de disimular, de intentar mantener una conversación. Quería estar sola. Necesitaba estar sola.
Shelly volvió de la cocina.—Vale. He hablado con Vic y me ha dicho que pasará por delante de la casa cada quince minutos hasta que vea el coche de Zayn. ¿De verdad quieres que me vaya?
—Insisto —dijo Marie, levantándose.
Ella se marcharía de Mustang, pero Shelly tendría que quedarse y, al menos, conseguiría sus sueños.
—Vete. Diviértete con Sam y muéstrale que eres la mujer de su vida.
—Voy a echarte de menos. Me gustaría que siguiéramos en contacto —dijo Shelly, besándola en la mejilla.
—Lo haremos —mintió Marie.
No podría seguir en contacto con Shelly porque eso le recordaría a Zayn y no podría soportarlo. La única salida era cortar de modo definitivo con Mustang y todo lo que representaba.
—Cierra la puerta con llave —insistió Shelly.
—Lo haré.
Cuando la joven salió, Marie cerró con llave.
Sola. El silencio de la casa era abrumador, tan vacío como su corazón. ¿Había cometido un error apartándose de Zayn?
¿Sería tan malo aceptar su amor, dejarlo decidir si quería cargar con una mujer ciega o no? ¿Sería tan malo aceptar su amor aunque no estuviera segura de qué era lo que lo había llevado a amarla?
Era demasiado tarde. Zayn se había ido y su ausencia explicaba más que sus palabras. Quizá necesitaba tiempo para pensar y, durante ese tiempo, había decidido que no quería una mujer ciega y que su amor por ella era el resultado de su sentimiento de culpa hacia Liam.En cualquier caso, parecía que su plan era alejarse hasta que estuviera dormida. Y no tendrían mucho tiempo por la mañana antes de que Keller fuera a buscarla.
Debería hacer el equipaje, pensó. Había dejado pasar la tarde porque no quería pensar en ello, pero sabía que tenía que hacerlo.
Marie se dirigió hacia su habitación, pero, en lugar de entrar, se encontró en la de Zayn. La estancia olía a él y el aroma llenaba los sentidos de Marie, mientras esta lloraba por lo que nunca podría ser.
Tumbándose en la cama, tomó la almohada y la apretó contra su pecho, sin poder ahogar un sollozo.Quizá eso era lo que su madre había querido decirles a Alicia y a ella cuando les advertía que no dependieran nunca de un hombre.
Quizá era por eso por lo que su madre nunca había querido enamorarse después de que su marido la abandonara. Porque perder al ser que uno ama era como morirse.
Marie no sabía cuánto tiempo había estado en la cama de Zayn, llorando por las mañanas que no despertarían juntos, por las noches de pasión que no compartirían nunca más. Cuando abrió los ojos era noche cerrada.
Cansada, se levantó de la cama y fue a su habitación. Encontró la maleta debajo del armario y la colocó sobre la cama.No tardó mucho en guardar sus cosas. Pero dudó un momento antes de meter el vestido que Zayn le había regalado.
Por fin, decidió guardarlo. Era un regalo y habría sido una grosería dejarlo allí.
Además, él se lo había comprado porque era del mismo color que sus ojos, pensó, sintiendo un peso en el corazón.
Cuando terminó de hacer la maleta, se quitó la ropa y se puso el camisón.
Por un momento, pensó en volver a la habitación de Zayn y acostarse allí. Solo una noche más en sus brazos, oyendo cómo le latía el corazón, saboreando sus labios mientras él se bebía los de ella.El impulso duró solo un segundo. Después, se metió en su cama y cerró los ojos, rezando para quedarse dormida y no soñar con lo que habría podido ser.
No sabía cuánto tiempo llevaba dormida cuando algo la despertó. En un segundo, estaba completamente alerta.
Zayn debía de haber vuelto a casa, pensó, dándose la vuelta. Cuando la puerta de su habitación empezó a abrirse, no se movió, pensando que era Zayn, que quería comprobar si estaba dormida.
No quería hablar con él. No tenían nada más que decirse y hablar de nuevo solo conseguiría romperle más el corazón.Se puso tensa cuando notó que él se acercaba a la cama. El suelo de madera crujía bajo su peso. En ese momento,
Marie se dio cuenta de que no era Zayn. Quienquiera que fuera, era más grande, más pesado que Zayn y olía de forma diferente. El corazón empezó a latirle enloquecidamente.
Antes de que pudiera hacer nada, alguien le puso una cinta sobre la boca y esas mismas manos le sujetaron los brazos para evitar que se resistiera.
Marie supo entonces quién estaba en su habitación.
Casanova.Intentó apartarse, dando patadas, moviéndose como podía y gritando sin que pudieran oírla.
¡Zayn, ayúdame! ¡Que alguien me ayude!, Marie no sabía si gritaba de verdad o solo lo hacía en su mente.
Él le soltó los brazos e intentó atarle los tobillos. Marie sabía lo que estaba haciendo. Iba a atarle los tobillos y, después, las muñecas.
Cuando la tuviera atada, la llevaría al árbol de los besos. Y allí la violaría como había violado a Maggie. La idea de ser violada le producía tal terror que Marie volvió a luchar como pudo.Mientras él intentaba atarle los tobillos, lo golpeó con los puños en la espalda tan fuerte como pudo y empezó a tirarle del pelo. El lanzó una especie de gruñido, pero siguió con su tarea.
Mientras Marie intentaba luchar, una idea empezaba a formarse en su cerebro. Era un hombre grande y olía a algo familiar.
Demasiado familiar. De repente, se dio cuenta de quién era. Y, en ese mismo instante, un nombre acudió a su mente.¿Por qué? ¿Por qué estaba haciendo aquello? Pero no tenía tiempo de hacerse preguntas. Estaba abrumada por el instinto de supervivencia.
Él intentó agarrarle las manos, pero ella siguió moviéndose. No pensaba ponérselo fácil. Con una mano, buscó algo en la mesilla, cualquier cosa que pudiera ser usada como arma. Marie oyó que la lámpara caía al suelo.
Se estaba quedando sin fuerzas poco a poco. Él iba a ganar. Era más grande, más fuerte... y ella no era rival.Su mano se cerró sobre algo... la pastilla de jabón con forma de pez. No era un arma, pero Marie la tomó y la dejó sobre la cama. En ese momento, él le sujetaba con fuerza los brazos y le ataba las muñecas. Después de hacerlo, la colocó sobre su hombro como si fuera un saco de patatas. Marie sentía tanto miedo que habría querido desmayarse.
«¿Dónde estás, Zayn?», gritaba sin voz. «Por favor, ven a buscarme. Por favor, sálvame».Marie supo cuándo estaban en la calle porque sintió el frío de la noche traspasando el camisón. Intentó luchar de nuevo, sabiendo que si conseguía meterla en el coche, todo estaría perdido.
Pero era imposible.Escuchó cómo se abría la puerta de un coche y después cayó sobre el asiento trasero. Mientras intentaba respirar, olió a hamburguesas y a jabón de menta.
Era difícil respirar con la cinta sobre la boca y Marie pensó que iba a ahogarse. Pero intentó concentrarse en la cinta que unía sus muñecas mientras Casanova entraba en el coche y arrancaba el motor.
Sabía que tardarían unos quince minutos hasta llegar al árbol de los besos. Eso le daba quince minutos para intentar desatarse y planear la huida. Si no... Marie se negaba a pensar en ello.
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El arbol de los Besos
RomanceAunque él la conocía bajo el nombre de Cecilia Webster, su verdadero nombre era Marie Gomez y, hacía tan sólo algunas semanas, lo tenía todo en la vida, hasta que una tragedia le arrebató la vista. La ceguera era sólo temporal, al igual que su nueva...